Como de costumbre, en sus reportes desde mediados del año pasado, los analistas se han enfocado en pronosticar el siguiente incremento de la tasa de interés de referencia, a partir de las señales recibidas en la comunicación del Banco de México.
Algunos han externado, además, sus opiniones sobre el ritmo que debería seguir el apretamiento, con base en su visión sobre el origen de la inflación y los posibles efectos de las acciones monetarias, incluyendo el riesgo de ‘ir demasiado rápido’.
Las consideraciones de esos especialistas concuerdan con algunas preocupaciones de la Junta de Gobierno del Banxico. Por ejemplo, en la minuta de la reunión monetaria de mayo de 2022, entre otros aspectos, se advirtió sobre el peligro de que los ajustes generen costos “excesivos” para la sociedad, incidan adversamente sobre el crédito y la inversión, sorprendan al mercado y los analistas, sugieran una menor sensibilidad a las condiciones cíclicas de la economía y conduzcan a una tasa de interés “excesivamente” alta.
Aunque sin duda son atendibles, no todas las advertencias anteriores tienen la misma validez. En particular, el crédito suele responder más a las perspectivas económicas que a las tasas de interés, y el desplome de la inversión ha sido prolongado, como resultado de las medidas de la actual administración. Por otra parte, las sorpresas monetarias pueden resultar positivas, si fortalecen la percepción del público sobre el compromiso con el objetivo prioritario.
Independientemente de la solidez de esas reflexiones, en la discusión sobre la actual política monetaria, llama la atención la virtual ausencia de referencias explícitas al costo social de la inflación. Ello no significa que los analistas, y mucho menos el Banxico, lo ignoren. El desbalance descrito refleja, más bien, el riesgo de que este instituto central subestime, en la práctica, el daño de la inflación y actúe de manera insuficiente para combatirlo.
En México, la inflación anual, medida con el INPC, ha alcanzado el mayor nivel en más de dos décadas. El alza generalizada de los precios ha afectado a millones de consumidores, mediante el deterioro del poder adquisitivo del dinero y de los salarios promedio y, por tanto, de las posibilidades de acceso a los bienes y servicios.
Esta limitación ha sido más grave en los estratos de ingreso bajo. Por ejemplo, con la tendencia alcista de la inflación anual desde junio de 2020, el Índice de Precios de la Canasta de Consumo Mínimo, que el Coneval utiliza para determinar la línea de pobreza por ingresos, ha aumentado continuamente por arriba del INPC.
Según esa institución, en el primer trimestre de 2022 la proporción de la población cuyo ingreso por trabajo no alcanzaba para cubrir el mínimo de consumo, se encontraba aún por arriba de la anterior a la pandemia, a pesar de los significativos incrementos en el salario mínimo y una tasa de desocupación nacional similar a la de dos años antes.
La inflación elevada y creciente ha perjudicado a millones de personas que mantienen ahorros en efectivo o en instituciones financieras. Gran parte de los depósitos bancarios no son remunerados y el resto recibe habitualmente tasas de interés reales negativas. Asimismo, la expectativa de que los precios seguirán subiendo promueve el gasto presente, en detrimento del ahorro, lo cual deja a las familias en condiciones más frágiles ante eventos adversos.
El agravamiento inflacionario puede tener efectos más serios que los posiblemente derivados de un apretamiento monetario que lo prevenga. Tal escenario amplificaría la incertidumbre, dificultando la operación de los negocios y desincentivando, aún más, la inversión física.
La contracción del poder adquisitivo puede deteriorar la capacidad de pago de los deudores de la banca, aumentando el riesgo de debilidad financiera. Finalmente, la inestabilidad extendida de los precios puede deprimir adicionalmente el crecimiento potencial de la economía.
Por desgracia, el panorama inflacionario de México no luce favorable. Hasta ahora, la política monetaria ha ido por detrás de la inflación, con niveles de la tasa de interés de referencia negativos en términos reales.
Además, la contención parcial de la inflación, mediante el control de precios de los energéticos, a pesar de las abruptas alzas internacionales, es insostenible. La historia confirma que la inflación ‘reprimida’, tarde o temprano, desemboca en una explosión inflacionaria.
Es indispensable que, en la reunión monetaria de esta semana, el Banxico muestre explícitamente empatía con la población que ha sufrido privaciones por la inflación y actúe con firmeza ante el peligro de mayores costos sociales derivados de la inestabilidad de los precios.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).