Desde marzo de 2021, la inflación anual de Estados Unidos, medida con el Índice de Precios al Consumidor, ha mostrado una tendencia alcista, por arriba del objetivo del Banco de la Reserva Federal (Fed) de 2.0 por ciento, hasta alcanzar niveles no observados en más de cuatro décadas.
La diferencia entre la inflación y su objetivo plantea riesgos. De mantenerse o aumentar la brecha, el Fed podría ver reducida notablemente su credibilidad respecto a su compromiso con la parte del mandato dual de estabilidad de los precios.
Si ello ocurriera, la lucha contra la inflación podría tornarse muy compleja. Sin la seguridad de que ese instituto central aplicará, de forma efectiva, sus herramientas, el público podría llegar a creer que la inflación futura será, por mucho tiempo, mayor a la presente, lo que desencadenaría una “espiral” de precios y salarios.
Por ahora, Estados Unidos no parece encontrarse en esa situación, considerando, entre otros factores, los indicadores de expectativas inflacionarias, los cuales se sitúan en niveles acotados.
Los perjuicios económicos y sociales de un ambiente de inflación elevada y volátil son bien conocidos, por lo que resulta en el mejor interés del Fed evitar, a toda costa, ese escenario.
Es un hecho que la respuesta de ese banco central al agravamiento de la inflación ha sido tardía. El Fed empezó a subir el objetivo de su tasa de referencia, doce meses después del inicio de la erupción inflacionaria, así como a reducir el tamaño de su balance, acrecentado por la inyección masiva de liquidez en los mercados financieros, quince meses después.
Esta tardanza reflejó varios errores, entre los que destacan: por un lado, el diagnostico de que la inflación sería “transitoria”, producto principalmente de un “choque de oferta”, que desaparecería automáticamente al desvanecerse éste, por lo que un ajuste de la política monetaria resultaría contraproducente; y, por otro lado, la nueva estrategia monetaria de largo plazo anunciada en agosto de 2020, según la cual el Fed buscaría inflaciones “moderadamente” por arriba de su objetivo, por algún tiempo.
Estas consideraciones se tradujeron en el abandono de la actitud preventiva frente a la inflación que, en mayor o menor grado, había guiado la política monetaria de ese banco central desde mediados de los años ochenta del siglo pasado.
El reconocimiento, al menos parcial, de estos desaciertos y la terquedad de la inflación han implicado que la reacción del Fed, a partir de marzo de 2022, haya sido creciente, con incrementos sucesivos en la tasa de interés de referencia de 25, 50 y dos de 75 puntos base.
La magnitud inusitada de los recientes ajustes pierde importancia si se tiene en cuenta que el aumento acumulado dejó el intervalo objetivo de dicha tasa en 2.25-2.50 por ciento, igual al de los primeros siete meses de 2019, cuando la inflación se ubicaba por debajo del objetivo de 2.0 por ciento.
En contraste, la inflación reciente no se había visto desde enero de 1982, cuando la tasa de fondos federales superaba 13.0 por ciento. Desde luego, existen grandes diferencias respecto a entonces, entre las que sobresalen, a favor de la actualidad, el menor lapso de inflación alta y la mayor credibilidad del Fed.
Sin embargo, la historia enseña que aplicar una estrategia ambigua, que tolera el arraigamiento de la inflación, conduce, tarde o temprano, a la necesidad de ajustes extraordinarios, con graves costos sociales. En particular, el abatimiento de la inflación a principios de los años ochenta involucró dos recesiones seguidas.
En su discurso durante la reunión de Jackson Hole del mes pasado, el presidente del Fed, Jerome Powell, señaló que ese instituto central continuará el combate de la inflación hasta asegurarse que la tarea se ha completado, lo cual, en sus palabras, puede implicar “dolor”.
No es posible saber cuánto más podría avanzar la inflación. Las predicciones sobre el crecimiento del nivel general de los precios han exhibido errores sistemáticos de subestimación. Por ello, resulta arbitrario calcular, a priori, una tasa de interés de referencia “terminal”. El grado de apretamiento monetario, el cual deberá involucrar, además, la disminución del balance del Fed, tendrá que ser el necesario para la meta.
Para la decisión de política monetaria de hoy, se espera ampliamente que el Fed volverá a incrementar su tasa de interés de referencia en 75 puntos base. Empero, más importante que ese movimiento será la comunicación de ese banco central que ratifique el compromiso incondicional de su presidente Powell.
El combate de la inflación requiere una estrategia firme y sin retrocesos. El Fed logró el objetivo de la estabilidad de los precios por mucho tiempo. Es razonable confiar que esta vez no será diferente.
Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)