Por casi dos años, la variación anual del INPC ha mostrado una tendencia al alza, por arriba del límite superior de la banda de variabilidad en torno al objetivo permanente del Banco de México. Así, en enero de 2023, la inflación alcanzó 7.9 por ciento, 2.6 veces esa meta.
El agravamiento inflacionario ha ocurrido a pesar de que, en reuniones sucesivas comenzando en junio de 2021, el Banxico ha incrementado su tasa de interés de referencia en un total de 700 puntos base.
La falta de mejores resultados del Banco Central podría reflejar el hecho de que la política monetaria opera con rezagos. Utilizando su propio criterio en términos de la inflación esperada, la postura restrictiva apenas ha cumplido cuatro meses.
De ahí que el Banxico tendría que mantener un apretamiento adecuado por un período suficientemente largo, si desea “confirmar” que la inflación se encuentra en una trayectoria sostenible de convergencia al objetivo.
La perseverancia en el combate de la inflación enfrenta obstáculos. Como en el pasado, éstos podrían manifestarse como excusas para “declarar victoria” prematuramente. Tal inconstancia ha contribuido a explicar la falta de convergencia duradera al objetivo, al menos desde 2017.
En el futuro, el desistimiento en los esfuerzos podría obedecer a presiones externas. Un fenómeno común ha sido la preferencia que usualmente comparten muchos analistas y participantes de los mercados a favor del relajamiento monetario, con la esperanza de aprovechar un repunte en el precio de los activos financieros. Otra influencia podría provenir de los políticos que generalmente minimizan los peligros de la inflación, con la pretensión de defender el crecimiento económico.
Sin embargo, dado su mandato constitucional, el responsable último de un posible revés en el combate de la inflación sería el Banxico. Entre otros, tres posibles rasgos del actual manejo de la política monetaria podrían llevar a dejar inconclusa la tarea de la estabilización.
El primero consiste en la ausencia de un pronunciamiento institucional claro sobre la gravedad del problema de la inflación. Las publicaciones del Banxico, ahora el principal canal de comunicación, habitualmente describen la inflación en función de sus componentes, como si fuera un fenómeno natural, sin una conexión explícita con sus efectos sociales, en especial, sobre el poder de compra de la población más pobre. De ahí que el Banco Central tampoco refleje una evidente urgencia por cerrar la brecha inflacionaria respecto al objetivo, lo cual podría interpretarse como un dudoso compromiso con la estabilidad de los precios.
La segunda característica es la tendencia del Banxico a identificar “causas” de inflación ajenas a la política monetaria. Durante los últimos dos años, los factores aducidos han probado ser insuficientes para explicar la aceleración en el crecimiento del nivel general de los precios.
Específicamente, este Banco Central ha utilizado como sucesivas determinaciones de la inflación: un aumento en los precios relativos de las mercancías respecto de los servicios; un fenómeno transitorio; un efecto aritmético de la baja base de comparación; presiones de origen externo, y un resultado de choques de oferta.
La terquedad de la inflación subyacente, en especial la de servicios, contradice, en buena medida, tales caracterizaciones. Al identificarse sólo elementos ajenos al ciclo económico interno, se corre el riesgo de depender excesivamente de la suerte del exterior.
El tercer rasgo reside en el “régimen de objetivos de inflación con base en pronósticos” que, sin una adopción formal, parece que ha guiado la política monetaria desde 2018. Este enfoque involucra establecer los pronósticos de inflación del Banco Central como objetivo intermedio, manteniendo el 3.0 por ciento como meta de mediano plazo.
En la actualidad, el Banxico revisa sus pronósticos trimestrales de inflación general y subyacente doce veces al año, incluyendo las cifras correspondientes con ajuste estacional. Al igual que los de la mayoría de los especialistas, los pronósticos del Banxico han subestimado persistentemente la inflación, lo que ha restado credibilidad al régimen descrito.
Además, la tendencia a la subestimación ha implicado proyectar reducciones inflacionarias crecientemente abruptas, dentro de un horizonte fijo de ocho trimestres, a partir de “picos” móviles, cada vez más elevados. Muchos observadores acostumbran interpretar esos puntos máximos como el preámbulo de un inminente ciclo a la baja en la tasa de interés de referencia.
Para aumentar la efectividad de la política monetaria, convendría que el Banxico fortaleciera su comunicación, mejorara sus diagnósticos y se enfocara en el objetivo de inflación, en lugar de sus pronósticos, los cuales han exhibido un inconfundible sesgo al optimismo.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).