Cada dos años, el INEGI lleva a cabo la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que capta las características de estos agregados, considerando factores como montos, procedencia y distribución. Esta encuesta recaba, además, datos que permiten al CONEVAL elaborar su medición multidimensional de la pobreza.
La semana pasada, el INEGI dio a conocer los resultados de la ENIGH 2022. Como en encuestas anteriores, la riqueza de la información es muy amplia y puede abordarse desde un sinnúmero de ángulos. Un posible enfoque consiste en identificar las principales particularidades de los mencionados componentes y compararlas con las de 2016, cuando empezó a aplicarse la actual metodología de la encuesta, con el fin de analizar el comportamiento económico de los hogares y el impacto de algunas políticas públicas.
En 2022, cerca de 95 por ciento del ingreso promedio por hogar fue de naturaleza “corriente”, entendida como dinero o productos en especie recibidos de forma regular, disponible para la compra de bienes y servicios. Una implicación de lo anterior consiste en que las familias dependieron mínimamente de las “percepciones financieras y de capital”, es decir, de retiros de ahorros o disposición de préstamos, lo cual parece confirmar, entre otros rasgos, la baja penetración del sistema financiero.
Dos terceras partes del ingreso corriente promedio se asociaron al trabajo, ya que la mayoría de la población mexicana se encuentra en edad de laborar y cuenta con empleo. Así, sólo en una tercera parte, los hogares dependieron de fuentes alternativas, lo cual incluyó, en el orden de sus montos: transferencias, estimación del alquiler de la vivienda, renta de propiedad y otros.
Aproximadamente, la mitad de las transferencias mencionadas correspondió a jubilaciones y pensiones. Por su parte, los beneficios de los programas gubernamentales, si bien constituyeron el segundo vehículo más importante de transferencias, representaron menos de la mitad de la suma de entregas en especie y donativos en dinero de instituciones y otros hogares, más remesas.
En otras palabras, en materia de transferencias, los hogares recibieron más de la solidaridad privada que del gobierno, lo cual resulta aún más notable, considerando la cuantiosa subestimación del valor total de remesas en la ENIGH, respecto al registrado en la balanza de pagos.
En pesos constantes, respecto a 2016, el ingreso corriente promedio se mantuvo virtualmente constante, al tiempo que algunos componentes se expandieron y otros se contrajeron. En términos porcentuales, el rubro que más creció fue el de beneficios de programas gubernamentales.
Empero, este incremento, lejos de corregir el sesgo regresivo de los programas anteriores, lo acentuó considerablemente. En particular, el porcentaje de hogares que recibió apoyos oficiales se redujo en los primeros tres deciles de ingreso, y el incremento porcentual del monto repartido fue ascendente con los niveles de ingreso de los hogares. En consecuencia, aunque es probable que el gasto social haya contribuido, en algún grado, a atenuar la pobreza, difícilmente lo hizo con respecto a la desigualdad del ingreso, la cual disminuyó ligeramente entre ambos años, pero por otros factores, incluyendo la mejoría de las precepciones laborales.
Al respecto, llama la atención que, de 2016 a 2022, el ingreso monetario promedio aumentó, en pesos constantes, sólo para los estratos poblacionales con escolaridad de primaria completa o menos, y de secundaria completa o incompleta, lo cual podría estar asociado, en parte, a la política de incrementos en los salarios mínimos.
Por otra parte, el rubro del ingreso corriente que más se acortó porcentualmente fue la renta de propiedad, consistente en arrendamiento de activos, intereses y regalías, entre otros. Este concepto, que se concentra en los deciles de ingreso alto, parece poner de manifiesto, entre otros aspectos, el desempeño insatisfactorio de los mercados financieros, ajustando por inflación.
Finalmente, en 2022, cerca del 85 por ciento del gasto promedio por hogar fue “corriente”, correspondiendo el resto a erogaciones financieras y de capital, lo cual incluye la compra de bienes muebles e inmuebles y otras inversiones. La mayor parte del gasto corriente fue monetaria siendo los principales rubros: alimentos, bebidas y tabaco; transporte, y educación.
Respecto a 2016, el gasto corriente monetario promedio aumentó 4.0 por ciento. Después de “otros alimentos diversos”, el rubro de mayor expansión porcentual correspondió a cuidados de salud. Esto parece haberse derivado de la desaparición del Seguro Popular y la deficiente atención de los institutos públicos, lo cual condujo a más gastos de bolsillo para la atención de la salud, con cargas severas sobre la población más pobre.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).