Durante los últimos años, México ha experimentado una apertura cada vez mayor al intercambio comercial con otras naciones. La magnitud de este fenómeno puede apreciarse examinando dos indicadores relacionados, comúnmente utilizados en comparaciones internacionales.
El primero consiste en la razón de exportaciones más importaciones de bienes y servicios respecto al PIB, expresada en porcentaje, la cual busca cuantificar la importancia del comercio exterior en la actividad económica de cualquier país. Su cálculo más adecuado se basa en las cuentas nacionales que integran la medición del PIB.
Con base en la información del Banco Mundial, la proporción del comercio exterior de México se cuadruplicó en cuatro décadas, al pasar de 22.4 por ciento en 1980 a 89.5 por ciento en 2022.
El acrecentamiento del cociente de comercio de México ha sido casi continuo, pero ha exhibido dos “brincos” notables: de 1985 a 1988 y de 1993 a 1996, cuya ocurrencia parece haber estado estimulada, entre otros factores, por la disminución unilateral de las barreras comerciales del país y la entrada en vigor del TLCAN.
La apertura de México ha sido más pronunciada que la observada en muchas latitudes. En particular, la razón de comercio de nuestro país alcanzó a la del promedio del mundo en 1988 y la ha rebasado desde 2009.
Cabe destacar que a partir de 2009, la proporción de comercio mundial ha permanecido aproximadamente estancada. Si bien algunos analistas han caracterizado este proceso como “desglobalización”, un término más exacto sería “ralentización”. La falta de avance ha estado influida por una contracción de veinte puntos porcentuales en la razón del comercio exterior a PIB de China, lo cual parece reflejar una nueva estrategia de crecimiento de esa nación a favor de una mayor participación del gasto interno.
Por su parte, durante estos años, la apertura comercial de México se ha acelerado, lo cual ha implicado un aprovechamiento de las oportunidades de intercambio a las que han renunciado otras naciones.
La ascendente apertura de México no significa que nuestro país sea actualmente de los más abiertos del mundo. Durante los últimos cinco años, dos quintas partes de las naciones exhibieron una mayor apertura promedio que nuestro país. Entre las más elevadas, destacan Hong Kong, Singapur e Irlanda, cuyos respectivos porcentajes fueron 373.5, 330.0 y 236.6.
Un segundo indicador de apertura es la razón de importaciones de bienes y servicios sobre el PIB. Su relevancia estriba en que las compras al exterior representan el principal canal por el que el comercio internacional favorece a un país. Entre otras bondades, este conducto mejora y amplía las opciones de consumo e impulsa la competencia y la productividad empresarial.
Durante las últimas cuatro décadas, la proporción de importaciones de bienes y servicios de México respecto al PIB se multiplicó por un factor de 3.7, al pasar de 12.3 por ciento en 1980 a 46.1 por ciento en 2022.
Esta apertura ha generado innegables beneficios para los consumidores. Asimismo, las empresas expuestas al exterior han tendido a ser más productivas, como lo sugiere el mayor avance económico de los estados del norte, naturalmente más conectados con Estados Unidos.
Sin embargo, contrario a las expectativas de muchos observadores, la apertura comercial no ha propiciado un crecimiento económico extraordinario, según estándares mundiales, lo cual abarca a la región norte.
Por ejemplo, con base en la información del INEGI, de 2004 a 2021, la variación anual promedio del PIB de los seis estados norteños fue 2.4 por ciento, mientras que la del resto del país fue 1.6 por ciento. El dinamismo económico nacional pudo estar limitado por factores adversos, como el débil Estado de derecho y la deficiente educación. Pero ocho décimas de punto porcentual de superioridad del norte difícilmente constituyen un “milagro” económico.
Una posible explicación de la contribución no estelar del comercio exterior al crecimiento, incluso de las regiones geográficamente privilegiadas, es la complacencia. Tal conjetura podría apoyarse en el hecho de que, después de 40 años de iniciada la apertura, México sigue esperando ser fundamentalmente un “armador” de partes, en gran medida importadas, ofreciendo como principal aportación la mano de obra barata.
En nuestro país, la inventiva de productos de alto valor agregado ha sido escasa, como lo han sido el interés en la educación y la inversión en investigación y desarrollo. La limitada creatividad podría contribuir a explicar el rezago de México respecto a los países asiáticos exitosos. El entusiasmo por el “nearshoring” no parece diferir de la postura sustentada en la fortuna de la vecindad con la economía más grande del mundo.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).