Razones y Proporciones

¿Para qué sirven los pronósticos económicos?

La utilidad de los pronósticos para los usuarios no es conocer el futuro, sino saber lo que la mayoría está pensando sobre el mismo y tomar las decisiones apropiadas.

Según la estimación oportuna del INEGI, durante 2023 la economía mexicana creció 3.1 por ciento. Los tres sectores del PIB registraron dinamismos superiores a 2.0 por ciento, siendo el industrial el de mayor auge con 3.6 por ciento.

Esta expansión contrasta notablemente con los pronósticos de los especialistas del sector privado externados doce meses antes. Por ejemplo, según la encuesta recabada por el Banco de México (Banxico) de diciembre de 2022, la media y la mediana de las expectativas de crecimiento económico para 2023 fueron 0.9 por ciento. Como de costumbre, las previsiones mostraron una escasa dispersión, reflejada en una desviación estándar de 0.5.

De forma semejante, según la primera estimación de la Oficina de Análisis Económico (BEA), en 2023 el PIB de Estados Unidos aumentó 2.5 por ciento. Este dato se compara favorablemente con el pronóstico promedio de 0.5 por ciento, consignado en varias encuestas con analistas internacionales en diciembre de 2022.

Las considerables discrepancias entre lo previsto y lo observado en ambos países nos recuerdan las fragilidades inherentes a las predicciones económicas, entre las que destacan las siguientes.

Primera, en cualquier ejercicio prospectivo, lo característico no es el acierto, sino los errores. Ello es así porque en economía, como en casi todos los ámbitos de la vida, es imposible conocer el futuro. En particular, las economías, lejos de ser máquinas programables, reflejan las decisiones de millones de personas que interactúan de forma compleja y reaccionan ante cambios en el entorno, muchos de los cuales son impredecibles. De ahí que los errores de pronóstico se extiendan prácticamente a cualquier variable económica.

La naturaleza falible de los vaticinios se confirma, además, con el hecho de que evolucionan como ‘objetivos en movimiento’, ya que se corrigen con elevada frecuencia, a medida que se dispone de nueva información.

Segunda, aunque en algunas predicciones, como las de la inflación, los errores suelen exhibir autocorrelación positiva, en principio estos pueden resultar de cualquier signo. Así, por ejemplo, tomando la mediana de las expectativas de diciembre del año anterior, en la encuesta del Banxico, los analistas sobrestimaron el crecimiento económico de México en 2.1 puntos porcentuales para 2019, y lo subestimaron en 2.2 puntos para 2023. Esa ilustración confirma que los errores pueden ser significativos, aun sin la ocurrencia de ‘choques’ extremos.

Tercera, las razones de las desviaciones de los pronósticos respecto a la realidad no son necesariamente claras. La dificultad de identificar las principales causas de las fallas radica en que los especialistas suelen ser parcos acerca de las historias que subyacen detrás de sus previsiones. Además, aunque ordinariamente no existe mucha variabilidad entre las expectativas, es natural que las pocas explicaciones difieran.

En el caso de 2023, un error común consistió en suponer que habría una recesión, la cual no ocurrió, ni en México ni en Estados Unidos. Así, la discusión común entre los especialistas a finales de 2022 no versó tanto en si habría recesión, sino en la eventual magnitud de la misma.

En contraste con esos vaticinios, en 2023 la economía de Estados Unidos creció seis décimas de punto porcentual más que el año anterior, entre otras razones, porque se mantuvo el ímpetu del consumo personal, aumentó el gasto público, y se contrajeron las importaciones de bienes y servicios, componente que resta en la contabilidad del PIB.

Aunque en México la expansión productiva de 2023 resultó ocho décimas de punto porcentual inferior a la de 2022, se sostuvo por encima del crecimiento de largo plazo. La información disponible sugiere que la mayor sorpresa provino del repunte espectacular de la formación bruta de capital fijo impulsado, principalmente, por la construcción de obras públicas asociadas a la Refinería Dos Bocas y al Tren Maya, la cual integra la producción industrial.

Huelga decir, sin embargo, que el hecho de que haya resultado equivocado suponer una recesión para 2023 no garantiza, de forma alguna, que continúe siendo un error para 2024 o algún año subsecuente.

Cuarta, la baja dispersión entre los pronósticos parece reflejar una proclividad de los analistas hacia el pensamiento grupal, posiblemente como reflejo de incentivos perversos en sus remuneraciones. Esta tendencia fomenta la arrogancia del grupo hacia el disenso, como ocurrió con el rechazo generalizado del supuesto de 3.0 por ciento de crecimiento para 2023 mantenido por la SHCP desde septiembre de 2022, el cual resultó casi exacto.

Las limitaciones anteriores sugieren que la utilidad de los pronósticos para los usuarios no es conocer el futuro, sino saber lo que la mayoría está pensando sobre el mismo y, sin olvidar que muchos pueden estar equivocados, tomar las decisiones apropiadas.

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