La semana pasada, la Junta de Gobierno (JG) del Banco de México (Banxico) decidió mantener su tasa de interés de referencia en 11.25 por ciento, e indicó que “en las siguientes reuniones evaluará, en función de la información disponible, la posibilidad de ajustar(la)”.
El señalamiento citado representó un nuevo cambio a la ‘guía futura’, que la JG ya había modificado dos reuniones atrás. A pesar de que, por su significado, el término “ajustar” podría interpretarse como un movimiento en cualquier dirección, virtualmente la totalidad de los analistas interpretó la nueva directriz como un recorte y la mayoría lo estimó para marzo de 2024.
Este ‘consenso’ representa un eslabón más en la tendencia de las expectativas sobre la tasa de referencia, según encuestas e instrumentos financieros, al menos desde hace año y medio, que ha reflejado la impaciencia de que el Banxico inicie un ciclo de reducciones de este instrumento.
Por ejemplo, las expectativas promedio de la encuesta de especialistas recabada por el Banxico apuntaron, en junio de 2022, a que la tasa de referencia empezaría a descender en el tercer trimestre de 2023. Un año después, lo proyectaron para el cuarto trimestre de 2023.
¿A qué se debe esta impaciencia? Un probable determinante, común en los mercados financieros, podría consistir en el deseo de los participantes de anticiparse a un posible rally en el precio de los instrumentos de renta fija que, por su relación inversa, podría ocurrir a partir de un desplazamiento a la baja de la curva de rendimientos, ocasionado por las reducciones esperadas de la tasa de referencia. Esta hipótesis posee especial relevancia considerando que tales expectativas pueden conllevar ‘apuestas’ significativas de negocio.
Sorprendentemente, la premura parece haber estado alimentada también por el Banxico. Así, por ejemplo, a pesar de que las ‘guías futuras’ no parecían anunciarlas tan pronto, por lo menos desde mediados de 2023, dos miembros de la JG manifestaron en público que el inicio de disminuciones podría ocurrir en septiembre o noviembre de ese año y, posteriormente, lo trasladaron al primer trimestre de 2024.
No es posible conocer con certeza las razones por las que algunos miembros de la JG han filtrado la idea de la inminencia del ciclo de bajas pero, en todo caso, éstas podrían no estar bien sustentadas. Primero, tales predicciones han resultado conjeturas fallidas, ya que han discrepado de las decisiones monetarias observadas, lo cual podría haber mermado la credibilidad de este órgano colegiado.
Segundo, este apuro contrasta con la marcha de la inflación, la cual difícilmente se encuentra en una senda clara hacia el objetivo. En meses recientes, este indicador ha ido en aumento, por la misma razón por la que antes vino, mayormente, en descenso: el componente no subyacente del INPC, cuya volatilidad ahora marca un regreso a incrementos crecientes. A pesar de ello, una vez más, el Banxico parece inclinado a subestimar los riesgos, al interpretar estas presiones como un “choque de oferta transitorio”. Mientras tanto, la inflación subyacente de servicios ha continuado mostrando una importante resistencia a la baja.
Tercero, la proximidad de las reducciones de tasa se contrapone con el hecho de que las expectativas de inflación de los analistas y del mercado se mantienen por arriba de las del Banco Central, lo cual revela escepticismo sobre la capacidad de éste de lograr su objetivo. Incluso, teniendo en cuenta sus propios pronósticos, la suavización monetaria parecería pasar por alto la evaluación del Banxico sobre el balance de riesgos de la inflación que continúa sesgado al alza.
Cuarto, no es clara la explicación por la que algunos miembros de la JG han insistido en que el apretamiento monetario no llegue a ser “excesivo”. A simple vista, pareciera que operan con un mandato dual, similar al del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos, según el cual el máximo empleo es un objetivo. Sin desconocer que, legítimamente, ningún banco central puede ser indiferente al impacto de sus acciones sobre la actividad económica, en el caso de México esta preocupación puede ponerse en pausa.
La postura restrictiva del Banxico, observada desde el cuarto trimestre de 2022, ha coincidido con una fortaleza notable de la economía, dentro de la cual han destacado el repunte de la inversión privada y la tasa de desocupación en mínimos históricos. Admitiendo que la política monetaria opera con rezagos, los canales de transmisión han permanecido relativamente ‘apagados’, con excepción del tipo de cambio y, en menor medida, de las expectativas.
Haría bien el Banxico en externar más urgencia en lograr la convergencia de la inflación al objetivo, que en comenzar a reducir su tasa. Subordinar, de hecho, el objetivo prioritario a consideraciones de otra índole sólo perpetuaría la divergencia de la inflación respecto a la meta, la cual se ha ensanchado desde 2017.