En los meses recientes, la actividad económica de México ha registrado una considerable desaceleración. Según el INEGI, con base en cifras ajustadas por estacionalidad, respecto a los trimestres inmediatos anteriores, el PIB aumentó 0.1 por ciento en el cuarto trimestre de 2023, mientras que, de acuerdo con la estimación oportuna, lo hizo en 0.2 por ciento en el primer trimestre de 2024.
El virtual freno de la economía en los últimos dos trimestres contrasta con el dinamismo de los ocho trimestres previos, los cuales presentaron incrementos mayores, que promediaron 1.0 por ciento.
La contención económica resultó notable, al menos, por dos razones. Por una parte, ocurrió en medio del entusiasmo de muchos actores económicos acerca de las posibilidades de inversión asociadas al nearshoring, a partir de las políticas proteccionistas de Estados Unidos contra China. Por otra parte, se presentó a pesar de la extraordinaria expansión fiscal, en especial, en la forma de obras públicas y transferencias sociales.
Una primera característica de los dos trimestres recientes radicó en que tanto el sector agropecuario como el industrial mostraron caídas respecto a los correspondientes trimestres anteriores. Por su importancia dentro del PIB, los descensos industriales contribuyeron significativamente a la desaceleración.
La información disponible hasta febrero de 2024 revela que, dentro de la producción industrial, a partir de septiembre de 2023, la construcción experimentó una ralentización y posterior baja en la tendencia, la cual había exhibido aumentos crecientes durante los primeros ocho meses del año.
Por ser la construcción un ingrediente de peso en la formación bruta de capital fijo, también, desde septiembre de 2023, la inversión fija mostró una tendencia tenuemente declinante, la cual rompió, de forma repentina, la trayectoria ascendente mostrada por esta variable desde el cuarto trimestre de 2022.
En buena medida, el crecimiento previo de la construcción y de la inversión física parece haber reflejado dos factores: la aceleración en la realización de los proyectos mascota del gobierno federal, en especial la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, y las decisiones empresariales de cara a la posible relocalización de las cadenas de valor en México.
Si bien la construcción y la inversión física mantuvieron niveles relativamente elevados, su atonía podría haberse derivado de la conclusión de algunas obras públicas, así como de una reconsideración de los límites del nearshoring para nuestro país. En particular, no puede descartarse que el entusiasmo sobre el impulso de la relocalización hacia México podría haber estado inicialmente desbordado.
Una segunda característica de los dos trimestres recientes consistió en una moderación en el aumento del sector servicios, cuyas tasas de crecimiento trimestral fueron, en promedio, aproximadamente la mitad de las observadas durante los ocho trimestres previos. Asimismo, el consumo privado parece haber aplanado un poco su tendencia ascendente a partir de octubre de 2023.
La atenuación del dinamismo del sector servicios podría haber reflejado los efectos de la caída de los otros dos sectores. Sin embargo, ni los servicios, ni del lado de la demanda, el consumo privado, mostraron un impacto claro del mayor gasto gubernamental.
La estimación oficial más reciente de las finanzas públicas para 2024 presenta un déficit del sector público, en su definición más amplia, de 5.9 por ciento del PIB, el más elevado de este siglo. De ejercerse, este desequilibrio implicaría presiones de demanda agregada, las cuales podrían observarse de manera más evidente en los siguientes trimestres.
Sin embargo, tal apoyo sería pasajero. Es posible que la siguiente administración se vea forzada a iniciar un ajuste fiscal para mantener la deuda pública en una trayectoria que se aprecie sostenible y, así, mitigue el peligro de degradaciones adicionales en la evaluación crediticia soberana por parte de las agencias calificadoras. No hacerlo, aumentaría la percepción de ‘riesgo país’, incrementando el costo de financiamiento para el gobierno y la sociedad.
México no puede aspirar a un mayor nivel de desarrollo, sustentado en el consumo y en impulsos pasajeros en las erogaciones gubernamentales y la formación de capital. Ante el aparente debilitamiento en marcha, es indispensable que la próxima administración establezca las condiciones de apertura y estabilidad en las ‘reglas del juego’ para que la inversión y la innovación privadas, así como la provisión adecuada de ‘bienes públicos’ por parte del gobierno, permitan emprender una senda sostenida de crecimiento económico superior. La buena noticia es que las oportunidades de mejora son, literalmente, inmensas.