En noviembre pasado, la Junta de Gobierno (JG) del Banco de México (Banxico) decidió reducir en 25 puntos base el objetivo de su tasa de interés de referencia, para situarlo en 10.25 por ciento, un punto porcentual por abajo del prevaleciente antes del actual ciclo de recortes.
Un componente significativo del comunicado fue la reiteración de que “hacia delante, (la JG) prevé que el entorno inflacionario permita ajustes adicionales a la tasa de referencia”. Esta ‘guía futura', idéntica a la de septiembre, sugiere que la tarea principal del Banxico en las próximas reuniones de política monetaria será continuar con las disminuciones de la tasa de referencia.
La orientación al relajamiento parece carecer de bases sólidas. En primer lugar, la JG no muestra preocupación de que, desde julio de 2023, la inflación anual se ha estancado en alrededor de 4.7 por ciento.
Este nivel dista mucho del objetivo constitucional prioritario del Banxico de la estabilidad de los precios. A ese ritmo, cada quince años, el peso perdería la mitad de su valor. Tampoco, tal estancamiento apunta a la convergencia de la inflación a la meta de 3.0 por ciento, establecida desde 2003 por este Banco Central.
Como en otros aspectos humanos, a veces lo que no se dice resulta más importante que lo que se dice. En las comunicaciones del Banxico, no se encuentra señalamiento alguno de que la inflación actual se juzgue ‘elevada’, ni cuáles serían las implicaciones sociales si se mantiene por mucho tiempo. Esta omisión revela complacencia respecto al cumplimiento del objetivo prioritario y su meta puntual.
La interpretación benigna de la inflación por parte del Banxico se ilustra con algunos comentarios de la JG, según consta en la minuta. Por ejemplo, un miembro señaló que la inflación se encuentra “a menos de media desviación estándar de su promedio entre 2008 y 2019″ (el cual fue 4.2 por ciento) y otro miembro sostuvo que “ya no se enfrentan riesgos de cola”. Estas observaciones parecen reflejar la tranquilidad de que la inflación se mantenga alejada de la meta.
En segundo lugar, la ‘guía futura' del Banxico se sustenta en su pronóstico de que la inflación convergirá a la meta en el cuarto trimestre de 2025. Aunque esta vez podrían estar equivocados, ni los analistas ni los participantes en los mercados financieros comparten esta previsión
Por ejemplo, según la encuesta de especialistas recabada por este banco central, la mediana de las expectativas de inflación para finales de 2025 fue 3.8 por ciento en noviembre pasado, una décima de punto porcentual por arriba de la de siete meses antes, cuando el Banxico pospuso, una vez más, el período de convergencia. Tampoco las expectativas de inflación a más largo plazo, según esta y otras encuestas, así como las estimaciones extraídas de instrumentos de mercado, apuntan a la coincidencia de la inflación con la meta.
El inconveniente de estas discrepancias no radica en las diferentes capacidades de predecir, ya que todos los pronósticos están sujetos a error, sino, más bien en la pretensión del Banxico de que el público cree en su compromiso con la meta, a pesar de que los datos digan lo contrario. Esta aparente indiferencia, aunada a las innumerables posposiciones de la convergencia proyectada, presenta el riesgo de un continuo deterioro de credibilidad y, con ello, de la efectividad de la política monetaria.
En tercer lugar, la disposición a seguir bajando la tasa de referencia parece basarse en consideraciones distintas al compromiso con la meta de inflación. Tal vez la razón de mayor peso sea la convicción de la JG de que cuenta con suficiente ‘espacio’ para hacerlo.
El Banxico mide la postura monetaria como la diferencia entre la tasa de interés real ex ante, es decir, la tasa de referencia descontada con las expectativas de inflación a doce meses, y un intervalo calculado como ‘neutral’. Como actualmente la tasa real se encuentra 275 puntos base por arriba del límite superior del mencionado intervalo, la postura se califica restrictiva en esa magnitud.
Algunos miembros de la JG parecen confiados en conocer a priori el grado deseable de menor restricción monetaria. Por ejemplo, un miembro apuntó que la tasa de interés real ex ante debería permanecer arriba de 6.0 por ciento, mientras que otro parece cómodo con el mantenimiento de algún grado de restricción. Ambos enfoques involucran la idea infundada de que se puede contar con información de antemano para determinar si una postura monetaria será suficiente para combatir la inflación.
En lugar de preocuparse por reducir cuanto antes la restricción monetaria, obedeciendo a motivos ajenos a su mandato, el Banxico debería enfocarse en ganar credibilidad de que su verdadero compromiso se encuentra en la estabilidad de los precios.