Durante el presente año, se ha ampliado la diferencia entre las percepciones de los productores y los consumidores sobre la situación actual y futura. Por una parte, los indicadores de confianza empresarial, elaborados por el INEGI con base en encuestas de opinión sobre cinco componentes, han mostrado una tendencia declinante.
Estos indicadores son calculados como “índices de difusión”, con un intervalo de cero a cien puntos, dentro del cual, los valores superiores a 50 configuran la zona de expansión, mientras que los inferiores forman el área de contracción.
De los cuatro sectores explorados por este instituto, desde septiembre de 2024, el indicador de confianza empresarial de la construcción se ha mantenido en la zona de contracción. Aunque en expansión, los indicadores del resto de los sectores también han disminuido, correspondiendo las mayores caídas, en orden descendente, a los servicios privados no financieros, el comercio y las manufacturas.
El indicador global de opinión empresarial de confianza, calculado como la suma ponderada de los indicadores de los cuatro sectores mencionados, en noviembre pasado, se ubicó sólo 1.5 puntos por arriba de la región de contracción.
Estas tendencias son congruentes con la ralentización del dinamismo del PIB y, entre otros aspectos, con el declive de la construcción, registrados desde el cuarto trimestre de 2023. Más importante, la menor confianza del productor apunta hacia el pesimismo respecto al crecimiento económico futuro. Esto se refleja en que, a noviembre de 2024, en tres de los cuatro sectores, la variación anual más negativa correspondió al componente “momento adecuado para invertir”.
Por otra parte, el indicador de confianza del consumidor, construido de forma conjunta por el INEGI y el Banco de México, con base en encuestas a hogares, también sobre cinco componentes, desde 2023, ha ido en ascenso y, a partir de mediados de ese año, ha superado generalmente los niveles históricos, alcanzando un máximo en octubre de 2024.
El alza de la confianza del consumidor es coherente con la fortaleza del mercado laboral. Esta mejoría coincide con incrementos anuales significativos, en términos reales, del salario promedio de la economía, aumentos de la población ocupada, y tasas de desocupación en, o cercanas a, los mínimos históricos.
La mayor capacidad de compra del consumidor contribuye a explicar el vigor observado en el consumo privado, principal componente de la demanda agregada. Asimismo, la mejoría de la confianza del consumidor parece reflejar una visión positiva del futuro. Por ejemplo, en noviembre de 2024, las mayores puntuaciones dentro del indicador se asociaron al componente “situación económica esperada de los miembros del hogar dentro de 12 meses, respecto a la actual”, y situación económica del país dentro de 12 meses, respecto a la actual”.
Las percepciones contrastantes de los productores y los consumidores confirman que no existe una sola óptica para examinar la economía. Sin duda, en los años recientes, los hogares se han beneficiado de las trasferencias monetarias del gobierno y, en especial, de la política de incrementos sustanciales en el salario mínimo, la cual ha impulsado los salarios de toda la economía.
Esta última política y la fortaleza del empleo han resultado en una cierta redistribución del ingreso. Por ejemplo, durante el segundo trimestre de 2024, la remuneración de los asalariados dentro del PIB alcanzó 28.5 por ciento, 2.3 puntos porcentuales más que la participación en igual trimestre dos años antes.
Sin desconocer estos beneficios, la pregunta clave consiste en si la discrepancia de visiones entre los productores y los consumidores puede durar por mucho tiempo. Mi impresión es que, a la larga y excluyendo un entorno de desequilibrio fiscal e inflación crecientes, esta diferencia tiende a desvanecerse.
Incluso, no puede excluirse que el mercado laboral haya iniciado un ajuste ante la desaceleración económica en curso. El incremento real del salario medio desde 2023 ha convivido con un estancamiento de la productividad laboral, lo cual ha conducido a un importante aumento del costo laboral por unidad producida.
Por un tiempo, estas presiones pueden ser absorbidas por las empresas, pero tarde o temprano, se reflejan en un mercado laboral más débil. El aumento de la tasa de subocupación y la caída del indicador global de personal ocupado, a lo largo de 2024, si bien moderados, podrían estar sugiriendo el inicio de esta respuesta.
La única forma en que una economía puede prosperar y beneficiar sostenidamente a los consumidores es aumentando la productividad. Convendría que la política económica de la presente administración se orientara a este fin.