Razones y Proporciones

El enigma de la inflación baja en los países desarrollados

Sin duda el bajo incremento en los precios al consumidor ha sido benéfico y debe considerarse como un logro de la política monetaria.

Desde los años ochenta del siglo pasado, la inflación ha descendido notablemente en los países desarrollados hasta ubicarse en niveles inusitadamente bajos. Por ejemplo, en Estados Unidos la inflación promedio anual, medida con el Índice de Gasto de Consumo Personal, cayó de 10.8 por ciento en 1980 a 1.6 por ciento durante la presente década.

Las tasas reducidas de inflación de las economías avanzadas resultan peculiares, al menos por dos razones. En primer lugar, éstas parecen implicar la desaparición de la relación inversa, observada anteriormente, entra la inflación y el desempleo.

Tal relación, conocida como la Curva de Phillips, en referencia al economista que primeramente la calculó para la variación de los salarios y la desocupación en el Reino Unido durante 1861-1957, parecía entrañar un dilema para la política monetaria: la búsqueda de menos desempleo conllevaba, irremediablemente, más inflación, y viceversa.

Empero, en años recientes la inflación se ha mantenido exigua, independientemente de los cambios en la desocupación. Esta desconexión ha resultado especialmente evidente en Estados Unidos después de la Gran Recesión. De 2009 a 2019, la tasa de desempleo ha descendido casi seis puntos porcentuales hasta situarse en mínimos de medio siglo, sin que hayan surgido presiones inflacionarias.

En segundo lugar, las inflaciones bajas han prevalecido a pesar de las posturas monetarias extraordinariamente laxas aplicadas en esos países, las cuales han incluido compras a gran escala de activos en los mercados financieros y, en algunos casos, tasas de interés de referencia negativas. Hasta ahora, parece haberse disipado el peligro de un aumento de la inflación derivado de la laxitud monetaria.

Sin duda, las inflaciones reducidas han sido benéficas para los países desarrollados, al acortar los costos de transacción y facilitar la prolongación de la expansión económica. Sin embargo, también han implicado desafíos para los bancos centrales. Algunos de estos, con estrategias de objetivos de inflación, han batallado en alcanzar sus metas, al mantenerse la inflación la mayor parte del tiempo por debajo de las mismas.

Tal es el caso del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos, cuyas autoridades han manifestado incomodidad ante el hecho de que la inflación no ha oscilado en torno al objetivo simétrico de dos por ciento, desde su vigencia en 2012.

Desde su perspectiva, existe el peligro de perder credibilidad ante la percepción de falta de compromiso con la meta o de incapacidad de la política monetaria de generar inflación. Además, de continuar esa tendencia, no descartan que las expectativas de inflación se deslicen hacia una situación de deflación, al estilo de Japón, con condiciones económicas débiles.

Independientemente de la solidez de estos temores, lo que permanece como enigma son las causas de las bajas tasas de inflación. Es posible que no exista una explicación única de ese fenómeno, por lo que con frecuencia se invocan varias, las cuales pueden agruparse en dos categorías.

La primera engloba factores 'estructurales' no monetarios que tenderían a actuar en sentido contrario a los factores 'cíclicos' de alza de inflación ante el acomodamiento monetario. En esta categoría suelen mencionarse los avances tecnológicos, que aumentan la productividad y reducen el costo unitario de la mano de obra, así como la globalización, la cual implica más competencia en los mercados de bienes y servicios.

Sin embargo, la importancia de estos factores es debatible, entre otras razones porque varias economías emergentes exhiben inflaciones elevadas, a pesar de estar sujetas a su influencia.

La segunda categoría consiste en el marco monetario, sustentado en la independencia de los bancos centrales y su enfoque en el control de la inflación. El resultado ha sido el anclaje de las expectativas de baja inflación, aparentemente, como reflejo de la convicción del público de que los institutos centrales actuarían oportunamente ante cualquier aumento no deseado de inflación.

La evidencia empírica mundial de que ha aumentado la contribución de las expectativas en el comportamiento de la inflación fortalece esta segunda explicación.

La baja inflación en las naciones desarrolladas debe considerarse principalmente como un logro de la política monetaria. Más que las posibilidades de una menor credibilidad o de deflación, el riesgo principal se deriva del prolongado acomodamiento monetario en la forma de propiciar una excesiva adopción de riesgos por parte del público que pueda poner en peligro la estabilidad financiera.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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