Razones y Proporciones

La caída del PIB y la disputa sobre la recesión

Declarar que actualmente México no está en recesión parece minimizar la importancia de la caída del ingreso por habitante ocurrida en 2019.

Durante 2019, el PIB de México disminuyó 0.1 por ciento, la primera contracción económica anual en una década. Aunque moderada, esta caída es preocupante, al menos, por tres razones.

Primera, ocurrió en un entorno en que, si bien con cierta desaceleración, la economía mundial continuó expandiéndose y Estados Unidos, el principal socio comercial de nuestro país, exhibió un dinamismo de 2.3 por ciento.

En comparación con el vigor del año previo, mientras que en 2019 la producción estadunidense bajó su crecimiento en solo seis décimas de punto porcentual, México lo hizo en más de dos puntos.

Lo anterior sugiere que gran parte del descenso económico de nuestro país ha tenido su origen en factores internos. De hecho, los servicios fueron el sector con una mayor merma de vigor entre los dos años referidos, mientras que la producción manufacturera, que es la más conectada con el exterior, lo redujo notablemente menos.

Segunda, el debilitamiento productivo de México fue un fenómeno extendido a lo largo del año, y no una anomalía transitoria. Específicamente, con base en datos ajustados por estacionalidad, la economía mexicana contrajo su producción en cada uno de los cuatro trimestres de 2019.

Además, el crecimiento fue nulo durante el cuarto trimestre de 2018. La atonía prolongada desde finales de ese año confirma un impacto desfavorable de las políticas de la presente administración, las cuales, de no corregirse, continuarían impidiendo el repunte económico.

Tercera y más importante, la contracción del PIB se tradujo en una caída del ingreso por habitante de 1.1 por ciento, utilizando la estimación de crecimiento poblacional del Conapo. El detrimento del PIB per cápita significa la disponibilidad de menores recursos para satisfacer las necesidades de la sociedad.

El desempeño desfavorable del PIB ha motivado a algunos analistas a discutir si la economía mexicana se encuentra o no en recesión. De un lado, están los que buscan aplicar, de forma literal, los criterios utilizados por el Comité de Ciclos de Negocios de la Oficina de Investigación Económica (NBER) de Estados Unidos y concluyen que no hay tal recesión.

Del otro, se encuentran los que utilizan una noción simple, de aceptación internacional, consistente en dos trimestres consecutivos de caída del producto. A la luz de la información mencionada, es claro que la economía mexicana está en recesión.

Independientemente de la posición preferida, es importante señalar que la discusión sobre una posible recesión adolece de serias limitaciones.

Como es evidente, entre otros, en los libros de texto de economía, no existe un concepto ni una medición universalmente aceptados de recesión. Por lo tanto, invocar un conjunto de criterios para definir una recesión como si se tratara de una fórmula precisa de un compuesto químico carece de fundamento.

De ahí que no pueda argumentarse tampoco, sin provocar controversia, la supuesta superioridad de algún enfoque sobre el otro. Insistir de esa forma, dada la ambigüedad y el peso frecuentemente político del término, puede conducir a descrédito en las discusiones públicas.

Adicionalmente, la definición de recesión tiene principalmente un fin académico, a utilizarse en las investigaciones empíricas sobre los ciclos económicos, según criterios uniformes, aunque quizá debatibles.

Por lo mismo, discutir sobre la aplicación de tal condición carece de utilidad práctica, especialmente para las decisiones de política económica.

Por una parte, la metodología del NBER depende del juicio de expertos sobre diversas variables, cuya disponibilidad suele ser muy rezagada. En consecuencia, en Estados Unidos no ha sido raro que se haya declarado el inicio de una recesión cuando ésta, según el diagnóstico posterior, había terminado.

Por otra, el criterio de dos trimestres consecutivos de caída del producto representa, en sí mismo, una información suficiente para analizar sus implicaciones, por lo que parece redundante calificarla o no de recesión.

Finalmente, la identificación de una recesión no habla necesariamente de su gravedad, ya que, desde ambas visiones, puede ser moderada o profunda, prolongada o corta. Declarar, bajo un criterio específico, que actualmente México no está en recesión parece minimizar la importancia de la caída del ingreso por habitante ocurrida en 2019.

El detrimento en el indicador más básico de bienestar no es un inicio alentador de sexenio. Si desea propiciar mejores resultados, el gobierno debería corregir su estrategia económica orientándola a conformar reglas del juego amistosas y confiables para el consumo y la inversión privados, motores fundamentales del dinamismo económico.

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