Desde mediados de 2020 el financiamiento total al sector privado no financiero, que comprende los instrumentos de deuda de mercado, así como el crédito otorgado por los intermediarios bancarios y no bancarios, se ha contraído en términos reales anuales.
La disminución del financiamiento ha reflejado principalmente el menor uso de fuentes internas y, en menor grado, externas.
En efecto, el financiamiento a empresas empezó a reducirse en junio, con el descenso de usos internos y la escasez de los externos. El menor financiamiento interno empresarial ha incluido principalmente una caída del crédito, la cual se ha sumado a la tendencia declinante en la emisión de valores observada a lo largo de 2020.
El debilitamiento del crédito comercial se ha concentrado, en especial, en las empresas grandes, ya que el canalizado a los pequeños negocios ha mostrado un continuo descenso desde finales de 2018.
Por su parte, el financiamiento a los hogares, el cual consiste exclusivamente en el otorgamiento de crédito, se ha reducido también desde junio pasado. Su caída ha estado impulsada, en su totalidad, por el desplome del orientado al consumo registrado desde marzo de 2020.
Aunque con diferente ritmo, cada una de las cuatro categorías en que se clasifican los préstamos de consumo se ha compactado. En concreto, la reducción más abrupta se ha observado en los adeudos personales y de tarjeta de crédito, si bien los primeros han disminuido desde mediados de 2018, seguidos por los de nómina y los destinados a la adquisición de bienes duraderos, como los automóviles.
El crédito a la vivienda, que representa el otro rubro de los préstamos a los hogares, ha mantenido su dinamismo. No obstante, este avance ha sido insuficiente para contrarrestar el retroceso del correspondiente al consumo.
La evidencia empírica internacional confirma que la profundidad del sistema financiero, medida, por ejemplo, como la proporción del financiamiento al sector privado respecto al PIB, ejerce un efecto favorable sobre el crecimiento de largo plazo de las economías. En la perspectiva larga, un sistema financiero amplio y eficiente puede convertirse en una 'palanca de desarrollo'.
Durante los últimos quince años, en México la razón de financiamiento a PIB ha ido en gradual ascenso, por lo que se han incrementado las posibilidades de un impacto favorable del sistema financiero sobre el dinamismo prolongado de la economía. Desde luego, este último depende, además, de muchos otros factores.
No obstante, la relación anterior no se aplica necesariamente en un horizonte corto, durante los ciclos económicos. En tales circunstancias, es la actividad productiva la que rige el comportamiento de los préstamos, y no al revés.
Esta última observación contribuye a explicar la desaceleración en marcha del financiamiento al sector privado. Específicamente, la profundización de la recesión ocurrida desde marzo de 2020 ha tenido su principal origen en las medidas para enfrentar la pandemia, mientras que el freno del financiamiento ha sido mayormente una secuela, no una causa de la caída productiva.
La dirección de la causalidad descrita se ilustra con el rezago de aproximadamente un trimestre que ha tendido a mostrar la reducción del financiamiento respecto a la de la producción.
Adicionalmente, varias conjeturas, susceptibles de verificación estadística, apoyan esta relación. Por ejemplo, el derrumbe de las ventas y la ausencia de planes de inversión de las empresas ayudan a entender la baja del crédito empresarial.
En la disminución del financiamiento confluyen tanto elementos de oferta como de demanda. Entre los primeros, sobresalen las condiciones más estrictas que, en diferente grado, los intermediarios han impuesto para el otorgamiento de los distintos tipos de crédito, ante la expectativa de deterioro en la calidad de la cartera y la percepción de mayor riesgo. Entre los segundos, destaca el menor deseo de endeudamiento de las empresas y los particulares ante el declive del ingreso y del gasto.
Desde el inicio de la pandemia, las autoridades financieras han aplicado medidas para atenuar, en especial, las posibles restricciones de oferta, mediante apoyos financieros, criterios contables especiales y excepciones en los requerimientos de liquidez y capitalización para los intermediarios.
Sin embargo, en estas circunstancias, el sistema financiero difícilmente puede constituirse en un motor autónomo de la recuperación económica en 2021. Ésta seguirá dependiendo de la superación del problema sanitario que le ha dado origen. Mientras ello no ocurra, es probable que se extienda la contracción del financiamiento.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y escritor del libro Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).