Razones y Proporciones

La moderada debilidad laboral

La pérdida de dinamismo en la generación de empleos podría profundizarse si no se presenta una señal clara de reanimación productiva.

Desde mediados de 2018, los indicadores del mercado laboral han mostrado cierto debilitamiento.

Entre las mediciones de la utilización de la mano de obra, destaca la desaceleración casi continua en el aumento del empleo formal, reflejado en el número de puestos de trabajo afiliados al IMSS. En promedio, la variación anual absoluta de estas posiciones pasó de más de 800 mil en la primera mitad de 2018 a poco menos de 360 mil en la segunda mitad de 2019.

A pesar de este menor ritmo, el número de puestos adscritos a esta institución de seguridad social ha extendido su tendencia positiva iniciada hace diez años. En pocas palabras, han seguido generándose empleos formales, aunque a una menor velocidad que antes.

El ajuste en la situación del mercado de trabajo puede visualizarse más ampliamente examinando la tasa de desocupación. Esta variable se calcula mensualmente a partir de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) y consiste en la proporción de desempleados respecto a la fuerza laboral, la cual es la suma de empleados más desempleados. En México, se consideran desempleados los individuos con quince años o más de edad que, durante la semana de referencia, no laboraron ni una hora y, además, buscaron trabajo.

A partir de 2010, la tasa de desocupación nacional descendió de forma prácticamente continua hasta alcanzar una media de 3.2 por ciento durante los primeros tres meses de 2018, el menor valor trimestral desde que comenzó el levantamiento de la ENOE en 2005. A partir de ese mínimo, esta razón se ha incrementado levemente, aunque con un valor sólo una décima más alto durante el cuarto trimestre de 2019.

Sin desconocer cierta presión transitoria al alza, la tasa de desocupación nacional se ubica por debajo de su promedio histórico y de la que prevalecía antes de la crisis financiera global. Así, el mercado laboral continúa exhibiendo cierta estrechez, si bien inferior en promedio a la que se observó en 2018.

El ajuste hasta ahora benigno en el mercado laboral podría parecer sorprendente al considerar que, desde mediados de 2018, la economía mexicana ha perdido abruptamente vigor y se ha mantenido estancada a partir del cuarto trimestre de ese año. Empero, este desempeño no discrepa mucho de la experiencia internacional, al menos, por dos razones.

En primer lugar, dado que la mano de obra es un insumo en la producción de bienes y servicios, la desaceleración productiva implica un menor dinamismo en el empleo, lo cual no tiene por qué ocurrir en ritmos iguales.

Además, la tasa de desocupación representa una medida aproximada de la utilización total de la mano de obra, por lo que sus variaciones deberían guardar una relación inversa al crecimiento del PIB.

El economista y asesor presidencial estadounidense Arthur Okun estimó por primera vez esta relación para su país, utilizando datos trimestrales de 1948 a 1960. En su versión más simple, la relación empírica sugiere que, por cada punto porcentual de menor crecimiento trimestral anualizado del PIB, la tasa de desempleo aumenta 0.07 de punto porcentual.

Este cálculo, que se ha confirmado con series de tiempo más largas, no representa una teoría del comportamiento humano sino una aparente regla empírica que, por supuesto, puede cambiar. Sin embargo, su simplicidad la ha convertido en la 'Ley de Okun', la cual, en el largo plazo, ha tendido a cumplirse en esa nación.

Aunque la realidad de México es diferente, no puede excluirse que prevalezca una relación semejante. La evidencia de Estados Unidos sugiere que las reducciones en la tasa de desempleo pueden ser proporcionalmente menores a los cambios a la baja en el crecimiento económico.

En segundo lugar, en el corto plazo, los ajustes en el mercado laboral y, especialmente, en la tasa de desocupación, tienden a ser parciales y registrar cierto rezago respecto a la evolución de la actividad productiva.

Lo anterior podría obedecer a las restricciones y los costos involucrados en la contratación y despido de personal, así como una actitud de cautela por parte de los empleadores frente a la incertidumbre de los ciclos económicos.

Ello contribuye a explicar por qué la tasa de desocupación se mantuvo relativamente elevada en las primeras fases de la recuperación después de la Gran Recesión de 2009 y continúa en niveles bajos a pesar del actual estancamiento del PIB.

A la luz de lo anterior, el debilitamiento laboral podría profundizarse si no se presenta una señal clara de reanimación productiva. Ello requeriría un cambio significativo en las políticas públicas que logre afianzar la confianza en el futuro económico del país.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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