De acuerdo con la estimación oportuna del Inegi, durante el segundo trimestre de 2020 el PIB de México se contrajo 17.3 por ciento, con cifras ajustadas por estacionalidad. La profundidad del descalabro económico es extraordinaria por varias razones.
En primer lugar, se trata de la caída trimestral de la producción más honda desde que se tiene registro. En particular, el reciente descenso supera con creces los declives récord anteriores de 5.8 y 5.1 por ciento, correspondientes a los primeros trimestres de 1995 y 2009, respectivamente.
La contracción productiva fue generalizada al extenderse a los tres grandes sectores de la economía. Específicamente, la industria sufrió una mengua muy superior a la del PIB, los servicios una ligeramente por debajo de la de éste, y el sector primario, la menor.
En segundo lugar, la reducción trimestral del PIB resulta elevada en comparaciones internacionales. Por ejemplo, a tasa anualizada, la baja alcanza 53.1 por ciento, lo cual equivale a 1.6 veces la registrada en Estados Unidos.
En tercer lugar, el desplome del producto acentuó la tendencia de deterioro económico exhibida en México por más de dos años. En concreto, la producción se ha reducido en siete de los últimos nueve trimestres, con incrementos sólo levemente positivos en dos.
Una vez más, este desempeño contrasta desventajosamente con la expansión de la economía estadounidense, sostenida por más de una década hasta febrero del presente año.
Una seria implicación del prolongado debilitamiento económico de México es que el nivel de la producción en el segundo trimestre de 2020 resultó el más bajo desde el tercer trimestre de 2010. En otras palabras, se ha anulado una década completa de crecimiento económico en el país.
Este menoscabo es especialmente preocupante porque significa un desplome espectacular del PIB por habitante, el cual, a pesos constantes, podría haber retrocedido cerca de un cuarto de siglo. Ello implica un fenomenal menoscabo en el estándar de vida medio y un agravamiento notable de los índices de pobreza.
Al igual que en otras naciones, el derrumbe del PIB refleja, en mayor grado, las acciones de distanciamiento social adoptadas para evitar el contagio del Covid-19. Además, como lo sugiere la extendida debilidad económica, en este deterioro ha influido también el ambiente adverso al consumo y, sobre todo, a la inversión del sector privado, generado por las políticas de la presente administración.
Algunos observadores han aseverado que la economía mexicana tocó fondo en mayo pasado y, por tanto, desde junio ha iniciado una senda de recuperación. Desafortunadamente, tal optimismo podría ser, por lo menos, prematuro.
La predicción referida se sustenta principalmente en la inferencia de que el IGAE de junio habría mostrado un dinamismo positivo, con base en la estimación de la caída trimestral del PIB y las variaciones mensuales de abril y mayo. Ese cálculo se refuerza con el repunte de las exportaciones no petroleras durante junio.
La mejoría de sólo un mes habría dependido de la reanudación gradual de varias actividades económicas, iniciada a finales de mayo. Empero, a este avance podrían sucederlo nuevos retrocesos.
Ello es así porque, probablemente, la evolución económica de los próximos trimestres continuará determinada, en gran medida, por la trayectoria del coronavirus y las consecuentes respuestas por parte del gobierno y la sociedad. Su posible éxito enfrenta desafíos.
Por ejemplo, en varios países ha vuelto a aumentar el número de casos de infección confirmados, lo que ha implicado una menor liberación de restricciones de confinamiento e, incluso, su reimposición, al tiempo que los negocios y los consumidores se han mostrado más cautos.
Un caso destacado ha sido Estados Unidos, cuya curva de contagios, tras registrar una moderada disminución, ha exhibido una tendencia ascendente desde junio, con lo cual ha alcanzado niveles superiores a los del 'pico' de abril. Como resultado, se ha observado una ralentización reciente en los indicadores de reactivación económica.
México se encuentra en la difícil situación de que no ha reducido, ni transitoriamente, el número de casos semanales de contagio. La agudización de esa tendencia limitaría aún más las posibilidades de reanimación de la demanda interna.
En tales circunstancias, es impostergable que el gobierno aplique una estrategia efectiva que permita abatir la propagación de la pandemia. La reiteración de errores en materia de salud pública sólo incrementaría el riesgo de una mayor catástrofe en términos de vidas humanas y detrimentos adicionales en la actividad económica.
El autor es exsubgobernador del Banco de México y escritor del libro Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006) .