Razones y Proporciones

Las dudas sobre el paquete fiscal estadounidense

Una consideración que podría fortalecer los temores de inflación es la incertidumbre sobre la creciente tendencia de la razón de deuda pública federal en manos del público a PIB.

Recientemente se ha suscitado una discusión entre algunos economistas de Estados Unidos sobre el paquete fiscal propuesto por el presidente Biden, que asciende a 1.9 millones de millones de dólares. A riesgo de simplificar en exceso, el debate puede resumirse como sigue.

Por una parte, la posición oficial, cuyo defensor más activo ha sido el premio Nobel de Economía, Paul Krugman, postula que el plan es el idóneo para contrarrestar los efectos de la recesión derivada de la pandemia por Covid-19.

Se considera que la medida no constituiría un estímulo tradicional sino un apoyo ante una situación de emergencia, semejante a la de un desastre natural o una guerra. En tales condiciones, los riesgos de errar por menos son peores que los de errar por más. Se desea evitar el peligro de no lograr una recuperación económica completa y de tolerar un alto desempleo por mucho tiempo.

Por otra parte, la postura opuesta, que ha estado liderada por el exsecretario del Tesoro, Larry Summers, argumenta que el monto del paquete fiscal rebasa el necesario. Se opina que el programa podría 'sobrecalentar' la economía a un grado susceptible de ser contraproducente.

En concreto, se calcula que el aumento propuesto de gasto correspondería a entre tres y cinco veces la 'brecha negativa del producto', la cual consiste en la diferencia entre el PIB actual y su potencial, definido este último como el máximo nivel alcanzable en un entorno de estabilidad de precios.

Se comenta que tal medida podría desatar presiones inflacionarias no observadas en mucho tiempo, y que no existen ejemplos históricos de un gradual aumento de tasas de interés para combatir un brote inflacionario, sin que se genere una recesión.

Según este grupo, no es necesario aceptar esa eventualidad, ya que la protección contra la pandemia puede lograrse con menos recursos. Tal opción ofrecería, además, la ventaja de no agotar el 'espacio fiscal' que se requeriría para futuras erogaciones gubernamentales en infraestructura y otras medidas orientadas a aumentar la productividad, no incluidas en la propuesta, pero indispensables para superar el lento crecimiento.

En mi opinión, ambas visiones adolecen de distintas deficiencias y no es clara la superioridad de una sobre la otra.

Respecto a la posición oficial, salta a la vista la convivencia de justificaciones que niegan, y a la vez afirman, el propósito de un estímulo fiscal tradicional, como se evidencia en la intención de abatir el desempleo.

Más allá de esta ambigüedad, el paquete incorpora transferencias monetarias a personas que podrían no necesitar los recursos para sobrevivir. Hay evidencia, extraída de encuestas, de que, en los programas del año pasado, la mayor parte de la gente utilizó los 'cheques' del gobierno para ahorrar o pagar deudas.

Adicionalmente, el plan parece subestimar los incentivos adversos a buscar trabajo, asociados con la permanencia de los mayores beneficios por desempleo, lo cual contraviene la aspiración gubernamental de disminuir la desocupación.

Con relación a la postura opuesta, los riesgos inflacionarios, si bien no pueden descartarse, no parecen bien fundamentados con el argumento esgrimido. Específicamente, las brechas del producto, positivas y negativas, han sido predictores muy pobres de la mayor y menor inflación, respectivamente.

La falta de respuesta de la inflación a este indicador podría reflejar las expectativas de inflación, que en ese país han estado ancladas ligeramente por debajo de dos por ciento por varias décadas. Ello parece reflejar el convencimiento del público de que el Fed reaccionaría de forma oportuna y suficiente ante una agudización inflacionaria.

Una consideración ausente en esta polémica, que podría fortalecer los temores de inflación por un conducto diferente al del grupo opositor, es la incertidumbre sobre la sostenibilidad de la creciente tendencia de la razón de deuda pública federal en manos del público a PIB, la cual se ha acentuado a partir del Covid-19.

En particular, la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que este cociente pasará de más de 79 por ciento de finales de septiembre de 2019, a más de 102 por ciento a finales de igual mes de 2021. Este cálculo no incluye el paquete fiscal considerado, lo que intensificaría la elevación de esa razón.

Si la trayectoria ascendente de la deuda púbica llegara a un punto en que los mercados financieros dudasen de la capacidad de Estados Unidos de manejar sus compromisos financieros de forma estable, el apetito global por los instrumentos del Tesoro podría reducirse abruptamente, lo que pondría presiones al alza en las tasas de interés, así como en la inflación, y frenaría la actividad económica.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y escritor del libro Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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