Aunque el impacto de las empresas de tecnología financiera en México es aún incipiente, sus ventajas sugieren enormes beneficios potenciales.
La tecnología financiera (FinTech, por sus siglas en inglés) consiste en la aplicación de desarrollos tecnológicos a la provisión de servicios financieros. Su atractivo se finca en la posibilidad de servir al público de una manera más accesible y a un menor costo que los métodos tradicionales.
Entre otros factores, estos avances han sido viables gracias al incremento de las capacidades computacionales, así como a la amplia disponibilidad de internet y la proliferación de teléfonos celulares inteligentes.
Por mucho tiempo a nivel mundial, los bancos se mantuvieron a la vanguardia en las innovaciones financieras, entre ellas, la aparición de los cajeros automáticos, las terminales punto de venta y la banca por internet. Sin embargo, en años recientes las instituciones de crédito han enfrentado una creciente competencia por parte de firmas tecnológicas que han incursionado en funciones de intermediación y de pagos.
La presión de las empresas FinTech ha obligado a los bancos a modernizarse y ha propiciado el surgimiento de ofertas de productos de mayor conveniencia y competitividad.
Tal transformación está en marcha en México. Según la organización Finnovista, en años recientes, el número de negocios FinTech en el país ha crecido significativamente hasta alcanzar 334 en 2018.
Los giros son muy variados. En orden descendente de frecuencia, esas entidades se dedican principalmente a pagos y remesas, préstamos al consumo, gestión financiera empresarial, financiamiento colectivo (crowdfundig), gestión financiera personal, tecnologías para instituciones financieras, seguros, administración de patrimonios, calificación crediticia y otros apoyos, negociación y mercados de capital, y banca digital.
La mayoría de esas compañías son pequeñas y de reciente creación. De ahí que su alcance aún no sea notable en términos de clientes y actividad. Empero, gran parte del mercado objetivo consiste en los sectores no bancarizados o inadecuadamente atendidos, lo que abre un camino promisorio de incorporación financiera.
Además de esas empresas, en el país operan, en diferente grado, prominentes corporaciones globales especializadas en tecnología para pagos y comercio electrónico.
Como ha ocurrido en otras latitudes, los bancos en México han buscado responder a la competencia no bancaria procurando mantener el liderazgo mediante adquisiciones y alianzas con jugadores tecnológicos de punta o la promoción de proyectos FinTech propios. Ello ha incluido la transferencia de tecnología y el aprovechamiento de esfuerzos multinacionales, como ha sido el caso de los bancos filiales de grupos financieros del exterior.
Como resultado, las instituciones de crédito se encuentran en el proceso de promover vehículos innovadores de servicios financieros digitales, entre los que destacan aplicaciones de acceso a cuentas y transacciones bancarias mediante dispositivos móviles.
A pesar de ese progreso, las oportunidades de mejora lucen inmensas, como lo sugieren los indicadores disponibles, relativamente bajos, de inclusión financiera y uso de medios digitales.
Por ejemplo, según el Banco Mundial, con datos de 2017, de la población con quince años o más de edad, sólo 36.9% poseía una cuenta con algún intermediario y 5.6% una cuenta móvil. Además, la proporción de esa población que recibió o hizo pagos digitales fue 31.7% y la que utilizó un teléfono móvil o internet para el acceso a una cuenta se ubicó en 7.4%.
La Ley FinTech promulgada el año pasado, así como la subsecuente regulación secundaria buscan, entre otros aspectos, normar las operaciones de dos tipos de empresas de tecnología financiera: las de financiamiento colectivo y las de pagos electrónicos.
Si bien el nuevo marco jurídico no abarca otras entidades de FinTech, procura proporcionar certidumbre en las mencionadas áreas, para las que son evidentes los peligros de la ausencia de regulación y, sobre todo, supervisión, por ejemplo, en la forma de posibles fraudes y esquemas piramidales.
Sin embargo, como siempre ocurre con la regulación, existe el riesgo de que la abundancia y el peso de las reglas resulten en una barrera de entrada de competidores no bancarios, en beneficio de las instituciones establecidas.
En suma, México no ha sido ajeno a la tendencia global hacia la utilización de nuevas tecnologías financieras. El mayor aprovechamiento de esos avances permitirá extender los beneficios a segmentos más amplios de la población.
Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)