Razones y Proporciones

Los costos del cierre de las escuelas

El cierre de los planteles educativos resultará necesariamente en una caída de la tasa de aprendizaje en todas las etapas escolares.

Con el fin de evitar el contagio del coronavirus, la mayoría de los países ha decidido suspender la enseñanza presencial en las instituciones educativas, lo que, con frecuencia, ha abarcado desde la educación temprana hasta la universidad.

Si bien ha recibido una atención relativamente menor en el debate público, el cierre de las escuelas puede causar uno de los costos más severos y de mayor trascendencia para la sociedad y la economía.

La educación amplia y de calidad constituye una de las condiciones fundamentales del progreso de cualquier nación, al permitir el mejor aprovechamiento de los recursos productivos y de la tecnología en la generación de bienes y servicios y, con ello, impulsar las posibilidades de crecimiento.

Asimismo, la escolaridad ofrece a las personas una de las vías más potentes de mejora en el ingreso laboral, así como de movilidad social. Por ello, tal vez no exista una mejor política para superar la pobreza que promover la educación de toda la población.

Entre las posibles formas de aprendizaje, la escuela ofrece el medio más eficaz, porque se sustenta en la relación cercana con el maestro, quien, además de explicar el contenido de las materias y estar disponible para resolver dudas, puede propiciar en los escolares el desarrollo de habilidades útiles, como el pensamiento crítico y la colaboración.

Las ventajas de la instrucción en persona son especialmente notables para los niveles básico e intermedio, cuando el niño y el joven requieren más del auxilio del profesor.

La clausura de los planteles educativos resultará necesariamente en una caída de la tasa de aprendizaje en todas las etapas escolares, lo cual podría implicar retrocesos dramáticos en la preprimaria, la primaria y la secundaria. El cierre de escuelas conllevará también una merma en el desarrollo intelectual, psicológico y social de los alumnos.

Al afectar a la totalidad de la población infantil y joven, los perjuicios de largo plazo derivados de esta acción pueden ser muy severos. Por ejemplo, existen datos de que los efectos adversos de la pérdida de aprendizaje durante la Segunda Guerra Mundial se extendieron hasta por cuatro décadas en los niños de entonces.

Con la intención de subsanar, en algún grado, el déficit educativo derivado del cierre de las escuelas, gran parte de los países ha optado por instaurar sistemas de aprendizaje remoto. Las naciones más avanzadas han incluido plataformas digitales para la educación en línea, mientras que las menos desarrolladas se han basado en medios electrónicos no interactivos.

Siguiendo el segundo enfoque, la semana pasada el gobierno de México anunció que el ciclo escolar que iniciará el presente mes se impartirá mediante transmisiones televisivas y de radio, al estilo de la telesecundaria diseñada para las zonas rurales.

Ninguna de estas alternativas puede sustituir a la escuela y sus resultados en el aprendizaje tienden a ser inferiores. Además, su utilización depende de condiciones específicas, como el acceso confiable a internet, el entrenamiento tecnológico de los profesores, la disponibilidad de computadoras u otro medio de telecomunicación, la existencia de un espacio en casa para el aprendizaje y la presencia de un padre o tutor que apoye a los menores, entre otras.

Estos requerimientos suelen ser más difíciles de satisfacer para las familias de menores ingresos, las cuales generalmente exhiben una desventaja en el nivel educativo, que, por desgracia, tiende a amplificarse con la enseñanza a distancia. Además, el ausentismo es, por lo común, la antesala de la deserción.

Ante tales costos, es urgente sopesar las ventajas de reabrir las escuelas, a la luz de los posibles riesgos sanitarios. Afortunadamente, la evidencia médica revela que el peligro de deceso por coronavirus es ínfimo para los niños menores de diez años y relativamente bajo para los jóvenes y, en ambos casos, se encuentra varias veces por debajo del de la influenza. Por otra parte, la posibilidad de contagio de un niño a un adulto es escasa, siendo más común lo contrario.

Por ello, varios países desarrollados han optado por la reapertura gradual y cuidadosa de las escuelas, con muy pocos problemas. Los protocolos de precaución son aplicados rigurosamente. Especial atención debe otorgarse a los maestros en edad de alto riesgo, así como los alumnos en contacto con adultos en tales condiciones.

México debe preparar un plan de reinicio cauteloso de los planteles, con medidas adecuadas de prevención de contagios. La pandemia puede durar mucho tiempo y no es conveniente poner en entredicho, de forma indefinida, el futuro de la niñez y la juventud del país.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y escritor del libro Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006) .

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