Presidente de EyE México
Según la ortodoxia económica, el flujo circular de la riqueza genera flujos monetarios entre las empresas y las familias. Las empresas compran a las familias factores de producción, básicamente trabajo remunerado, mientras que las familias compran bienes y servicios a las empresas.
Ahora bien, en el centro de este flujo circular de la riqueza entre empresas y familias se encuentra el Estado, proveyendo, tanto a empresas como a familias, de bienes públicos y subsidios a cambio de impuestos que ambos le pagan al Estado.
Esta intervención del Estado en la economía no da lugar a la experimentación ni a la improvisación, porque a diferencia de las empresas y las familias, las decisiones de política económica del Estado generan efectos inmediatos y contundentes en la economía y en particular en el flujo de la riqueza entre empresas y familias.
Richard Musgrave sostuvo, con un relativo consenso entre los teóricos de las finanzas públicas, que las tres funciones del Estado en la economía son: 1) Función de estabilización, es decir, las medidas que se ocupan del desempleo, la inflación y el crecimiento económico adecuados; 2) Función de distribución, es decir el estado de la distribución de la renta y la riqueza, y 3) Función de asignación, es decir, la provisión pública de ciertos bienes y servicios.
Estas funciones están interrelacionadas y debe buscarse un balance en el cumplimiento de estas a través de los instrumentos de política económica del Estado como son el gasto público, los impuestos, la política monetaria, la política exterior, el marco regulatorio, el marco legal, etc.
En cuanto a la función de estabilización, la economía mexicana ha contado con sólidos instrumentos de estabilización como la libre flotación del dólar, la hasta ahora autonomía del Banco de México, la creciente independencia del Poder Judicial, la apertura al comercio internacional y otras variables que le habían dado al país una gran estabilidad en las variables macroeconómicas.
No obstante lo anterior, el crecimiento de la economía mexicana se desvinculó de su principal socio comercial EU, ya que en 2018 la economía de EU creció 2.9 por ciento y la de México en 2.2, mientras que en 2019, que ya es plena responsabilidad del gobierno actual, la economía norteamericana creció 2.1 y la mexicana cayó 0.1 por ciento. En 2020 la economía norteamericana cayó 3.5 por ciento, mientras que la mexicana cayó 8.5. Los augurios para el 2021 indican que la economía mexicana crecerá alrededor de 6.2 por ciento en 2021, mientras que su contaparte estadounidense crecerá alrededor de 6.0.
Si bien el decrecimiento de la economía mexicana fue parcialmente resultante del efecto global por la pandemia, la economía mexicana ya se había desestabilizado antes del coronavirus y, sobre todo, desvinculado en su trayectoria de crecimiento de su principal socio comercial.
Asimismo, el cambio de paradigma económico inducido por la actual administración federal opera en contra de la inversión privada, que tiene como condiciones necesarias el respeto a la propiedad privada, un marco jurídico estable, un marco regulatorio sólido y sobretodo reglas del juego estables y contestables. Este cambio de modelo empieza a pasarle factura a los resultados en la función de estabilización que se supone debe proveer el gobierno.
En cuanto a la función de distribución, la actual administración ha tenido logros en la asignación de subsidios y transferencia de rentas a la población más necesitada. Se han destinado cuantiosos recursos presupuestales a las familias más necesitadas, lo cual es necesario y justo. Además, esos ingresos adicionales se traducen en mayor demanda de bienes y servicios, que beneficia a las empresas.
Cabe señalar, sin embargo, que la distribución del ingreso en México ha tenido avances relativos en el período 2008-2018, y deben evaluarse los resultados de las políticas de redistribución del ingreso de la 4T, que se han visto afectadas por la caída en el empleo provocado por la pandemia.
En cuanto a la función de asignación, es decir, en lo respectivo a los bienes y servicios que debe proveer el sector público, hay un elemento preocupante: El estancamiento de la infraestructura.
No se ve un esfuerzo coordinado por proveer a las empresas y a las familias de bienes de infraestructura que generen crecimiento, estabilidad y redistribución del ingreso.
Salvo proyectos puntuales, por todos conocidos, se han detenido las inversiones en infraestructura, que es la plataforma para que las empresas, y familias, expandan el flujo circular de la riqueza a través del crecimiento y la generación de empleos.
La infraestructura es el elemento detonador del crecimiento, porque a la vez que provee a las empresas de servicios importantes como energía, carreteras, ferrocarriles, comunicaciones, servicios hidráulicos, etc., también las inversiones en infraestructura generan ingresos por sueldos y salarios permanentes y temporales a las familias.
Desde la publicación el año pasado del Acuerdo Nacional de Inversiones en Infraestructura del Sector Privado, no se ha movilizado ni promovido un Plan Nacional de Infraestructura que integre los esfuerzos del gobierno y del sector privado para fortalecer el sector infraestructura en México.
Fuera de los actos protocolarios, el gobierno federal parece desdeñar el potencial de la inversión privada en el sector infraestructura, pasando por alto que los recursos públicos destinados al sector no son ni suficientes ni eficientes para proveer al país de los recursos de capital que necesita para cumplir sectorialmente con las tres funciones de la administración pública.
La actual administración no ha realizado un esfuerzo coordinado y coherente para generar un plan de infraestructura integrador, que genere la expansión necesaria del sistema nacional de transmisión eléctrica, el sistema nacional de ductos, la red federal carretera libre y concesionada, el sistema ferroviario nacional, los puertos, los cruces fronterizos, el sistema hidrológico nacional, la infraestructura turística, las telecomunicaciones, etc..
Es loable el esfuerzo que pone el Estado mexicano en redistribuir la riqueza y generar mejores condiciones de vida para los más necesitados, que sigue siendo una asignatura pendiente, pero ¿y el otro lado de la moneda? ¿Y los generadores de empleo? ¿Y los generadores de crecimiento?
¿Y la infraestructura apá?