Alondra de la Parra hizo lo imposible: juntó a una orquesta de solistas en plena pandemia, cada uno en su lugar de residencia. El confinamiento creó la oportunidad: los solistas, prestigiados todos, tenían tiempo disponible. Lo menos que Alondra de la Parra quería hacer era otra orquesta por Zoom, con los músicos encerrados en cuadrados, mal iluminados y con la cocina literalmente detrás. “Quería hacer una obra de arte”, sostiene la directora mexicana. Si les iba a pedir a esos músicos que empeñaran tiempo y talento, el proyecto tendría que valer mucho la pena. La calidad tendría que ser altísima, tanto como su bien ganada fama.
La imposibilidad de la parte técnica fue descomunal. De la Parra decidió construir una caja negra profesional, a través de la cual se vería cada artista bajo una luz perfecta. Negro sobre negro desaparece, de modo que los músicos aparentarían estar en el mismo lugar. La grabación de la música fue más compleja porque la directora quería una grabación real, casi en vivo. La figura que utiliza para explicar cómo lo consiguió es el pastel mil hojas. “A todos les podíamos mandar una pista para grabar y acomodarlas como en el mil hojas. Pero si les mandaba una grabación previa –Danzón 2, de Mi Alma Mexicana–, digamos, para que tocaran contra ésa, íbamos a repetir una obra de arte que está en el pasado”.
Eso era lo fácil, pero uno no opta por lo fácil cuando es Alondra de la Parra, que pudo ser escritora como su abuela o su padre, o pudo actuar también, pero ya había llegado hasta aquí sin haber tomado nunca el camino más directo. Así que creó una pista nueva: se grabaron el contrabajo, las percusiones y el piano –ella en el piano– pletórico de información rítmica, melódica y armónica, “como si yo pudiera sacar una radiografía de mi cerebro mientras dirijo y esa radiografía se convirtiera en una pista sonora. Es decir, reemplacé mis movimientos físicos, mis horas de ensayo, el conocimiento que tengo sobre esa pieza que he repetido más de 200 veces y lo puse todo ahí”. Un ‘track fantasma’, le llama. Después grabó 30 capas, una sobre otra, alineadas.
No sólo suena imposible, sino infinito: posprodujo con tres ingenieros de audio, con quienes movió una nota por una, quirúrgicamente, para definir qué grabación era la correcta, porque todas individualmente eran buenísimas. Espléndida la flauta, magnífico el cello, grandioso el fagot. Eran correctas solas, pero no en conjunto. Luego la posproducción del video, la corrección de color. “Nunca he trabajado más en un proyecto. Usé todas mis capacidades como directora, más que en cualquier concierto”. Finalmente la coreografía, de Christopher Wheeldon con Elisa Carrillo.
La Orquesta Imposible, cuyos fondos recaudados son para mujeres y niños mexicanos, víctimas de la violencia, tocará junta por primera vez en el Festival PAAX, organizado por De la Parra en la Riviera Maya, el paraíso flagelado por el crimen organizado, el paraíso que puede volver a serlo si sus niños crecen con la música en los oídos, piensa ella. En una entrevista reciente con el diario El País, De la Parra afirmó que “un niño que toca en una orquesta es un niño que sabe respetar a los demás”.
En el primer ensayo de la Orquesta Imposible estarán sentados siete concertinos y 30 solistas juntos, cosa que nunca sucede. “Será como tener sólo Messis en un equipo de futbol”, señala la directora.
-Tendrás que lidiar con esos egos…
-No creas. Entre mejor es el músico, más humilde es. Me esperaba muchas prima donna en este experimento y no, es gente a todo dar, muy generosa; entre mejor es el músico, más confianza tiene en sí mismo y menos necesidad de probarse y medirse. Lo que sí puede pasar es que, como hay muchas superestrellas, alguna puede cancelar. De hecho, en el festival estoy rotando todas las secciones para que los solistas tengan a veces partes importantes y a veces no; que se muevan programa a programa.
Un equipo de la Deutsche Welle espera a la directora para grabar. Antes de la interrupción, Alondra de la Parra cuenta sobre el otro proyecto que estrenará en el PAAX, Silence of Sound, en el que ejerce de directora escénica y guionista. Se cuenta la historia del descubrimiento de la música a través de los ojos de un personaje desarrollado por De la Parra y la clown Gabriela Muñoz. “El performance es la historia de este personaje perdido en el mundo de la orquesta, extraviado y encontrado, porque al final la música le ayuda a entender quién es, a dónde va, por qué existe”.
El performance se hilvanó a partir de su propia recopilación de música orquestal, Shostakóvich, Stravinsky, Prokófiev, entre otros: “Pero no es ni clown ni concierto ni ópera ni ballet, sino un poco de todo, y el propósito es que pueda viajar por el mundo como una herramienta para enamorar a la gente con el repertorio sinfónico”.
-Le das mucha importancia a lo visual. ¿Cómo te has educado en ello?
-No lo he hecho. Lo visual es totalmente instintivo para mí. Me gusta la estética, el orden de las cosas, la combinación de los colores, el balance. Soy muy visual, pero sin formación.
Alondra de la Parra se ha estacionado en Alemania, por su admiración por aquel país, su sistema educativo y por la seriedad germana frente al trabajo. Hace más de 15 años trabaja con orquestas alemanas, y aprecia sus maneras. Desde que estudió con Simon Rattle –cuando dirigía la Filarmónica de Berlín–, han sido su escuela.
-¿Cómo vives el feminismo? ¿Cómo ves a las mujeres mexicanas desde allá?
-Me frustran los problemas que padecen las mujeres: el peligro, la impunidad, la injusticia, las diferencias que las disminuyen frente a los hombres. La violencia contra ellas hace que me hiervan las venas. El feminismo simplemente es parte de quien soy: mujer, trabajadora, madre. Como mujer mexicana siempre haré lo que esté en mis manos para que mujeres y hombres salgamos del mismo punto de partida.