Emilio del Río fue “un chaval de La Rioja” que tiene dos patrias, Madrid y la Ciudad de México. En la primera convirtió su vocación en oficio, después de titularse en Clásicas, en la Universidad Complutense.
”Tuve unos buenos maestros que me hicieron que adorase las humanidades clásicas y el latín”, sostiene, y habla sobre el papel fundamental de los maestros en cualquier país. Piensa que se les debe pagar más, se les debe dar más autoridad y también se les debe exigir mucho más. “Cuando al gran escritor francés Albert Camus recibió el Premio Nobel, se lo dedicó a su maestro en una carta preciosa, uno de los homenajes más bonitos a la docencia. Pero Camus también dijo que uno de los peores crímenes es un mal maestro”, añade.
Del Río es doctor en Filología Clásica en la Universidad Complutense de Madrid y es profesor de Filología Latina de la misma. Fue reconocido con el Premio Nacional de Estudios Clásicos por su tesis doctoral. Después obtuvo una beca posdoctoral en la Universidad de Oxford.
A pesar de su preparación, el académico se apartó de la docencia porque, explica, hizo suyo el principio de los clásicos grecolatinos y le dedicó parte de su tiempo a la cosa pública. Fue consejero de Presidencia y portavoz en el gobierno de La Rioja, además de senador en la VII Legislatura y diputado dos legislaturas. Sumergido en la política, Del Río continuó escribiendo, publicando y opinando en la radio. “Para los clásicos dedicarse a la cosa pública era una obligación ciudadana. Tenían arraigado ese compromiso con las cosas comunes. La política, el destino de un país, son cosas tan serias que no las podemos dejar en manos de los políticos”.
Sus padres son originarios de un pueblito de Soria, en la provincia de Castilla y León, al norte de España. En 1947, cuando el padre de Emilio del Río cumplió 10 años, dejó la escuela para irse a pastorear. Su madre tomó un camino similar, un par de años más adelante. “En la España de posguerra la infancia duraba muy poco”, señala el autor de Locos por los clásicos. Ambos cuidaron ovejas, después se volvieron agricultores y luego emigraron a La Rioja, donde formaron su familia. “Era una familia muy humilde. Cuando a mi padre le preguntaban qué estudiaba, yo sacaba un apunte en un papelito. Era también una familia muy amplia. Mi padre tuvo cuatro hermanos, mi madre creo que seis, así que yo soy el más pequeño de mis treinta y tantos primos. Y de todos ellos, el primer licenciado universitario fui yo, o sea que no era una familia en la que se leyera ni hubiera libros ni nada. Si hay un ascensor social, un elemento de igualdad, es la educación. Es vital que los gobiernos inviertan en la educación porque es un instrumento de igualdad y de libertad, además de que transmite valores”, apunta el director general de Bibliotecas, Museos y Archivos del Ayuntamiento de Madrid.
-Su oficio es verdaderamente insólito: salvar el latín.
-Sí, tengo un oficio extraño, soy profesor de latín.
Cuando se publicó Latín lovers –su primer libro de divulgación, uno de los libros más vendidos en España en 2019 con más de 10 ediciones–, Del Río recorrió más de 120 ciudades y pueblos españoles. “Quise hacer una misión en favor de las humanidades clásicas”. No es posible entender nuestra lengua, nuestra cultura y nuestra civilización sin las humanidades clásicas. “Hace un par de semanas, en un pueblito de 50 habitantes, expliqué que los clásicos son divertidos, que merece la pena leer a Ovidio y a Virgilio, que son divertidos, que te sirve para la vida. Hombre, no se trata de que todos estudien Clásicas en la UNAM, que, por cierto, qué grandísimo departamento de Clásicas tiene la UNAM”.
Emilio del Río ha sido reconocido por su labor de divulgación con los premios de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y de la Sociedad Española de Estudios Latinos. El gobierno de España le concedió la Cruz de Alfonso X el Sabio por sus méritos en los campos de la educación, la ciencia, la cultura, la docencia y la investigación.
-¿Y la respuesta que vas encontrando te frustra o te entusiasma?
-Me entusiasma para seguir, es increíble la receptividad que hay, pero no solamente cuando voy a una gran universidad con el aula magna llena y 300 estudiantes, sino la respuesta que encuentro en estos pequeños pueblitos y veo cómo la gente atiende y vibra. Me emociono porque no podemos privar a la humanidad de nuestro origen, de la gestión de las cosas públicas, del amor, de la vida, de la felicidad. Quiero compartir las aventuras apasionantes de Homero con La odisea, de Virgilio con Eneida. Ésa es la misión. Además de sus libros, Emilio del Río conduce un pódcast en Radio Nacional de España, llamado también Locos por los clásicos. Se trata del pódcast más escuchado de la emisora púbica. “Ahí cuento de forma divertida las grandes obras de Grecia y Roma, y no lo digo como vanidad, que la tengo muy cubierta en mi vida, sino como una demostración de la receptividad tan positiva queencuentro”.
-¿Están en peligro los clásicos? ¿Peligra el latín?
-Claro, porque están ausentes del sistema educativo en mi país. En México, por lo menos, en la preparatoria tienes la asignatura que es Etimologías Latinas y Griegas, pero es que en España prácticamente no están en el sistema educativo. ¡En España, un país cuya lengua y cuya cultura vienen del latín! En Inglaterra y en Alemania, por citar dos países cuya lengua y cuya cultura no tienen ese origen, se estudia más latín que en España, cuatro años y hasta cinco, y no digamos en Francia. En las grandes universidades americanas se estudia algo de Clásicas. Es una pena.