Retrato Hablado

‘No conoces la soledad hasta que te vas a otro país’

‘La cocina’ “es mi cuarta película. Pensé que iba a ser más fácil, pero fue la más difícil, por mucho”, dice Alonso Ruizpalacios, director de cine mexicano.

Alonso Ruizpalacios libró su primer batalla con sus padres, dos médicos de la UNAM, cuando se resignaron a que estudiara teatro. Lo hizo en el Foro Teatro Contemporáneo. Estudió dirección hasta que, en un arranque, Ludwik Margules sepultó la carrera. “Un día faltamos varios a una clase de análisis de texto. Margules se encabronó y dijo ‘se acabó dirección, se van todos a la chingada’”. Ruizpalacios siguió con actuación, aunque quería ser director. A pesar de eso, se fue a estudiar a Londres, a la Real Academia de Arte Dramático. “No me permitió ser un gran actor que siempre tuve un ojo fuera y demasiado interés en cómo se montaba la obra”.

A su regreso, actuó en algunas obras en la UNAM y arrancó su carrera como realizador de cortometrajes. Empeñaba la mayor parte de su tiempo en escribir y dirigir. Su pulsión era –es– inventar historias. En Canal 11 dirigió cápsulas en el programa Bizbirije. “Fue mi educación fílmica”, cuenta. Sus cortos fueron premiados tres veces en el concurso del Imcine (del que también ha sido jurado), “una gran puerta para los directores sin experiencia”. Con Café Paraíso ganó su primer Ariel y otros premios. Fue un camino esencial para que rodara largometrajes.

“En Café Paraíso conecté primero con el tema de las cocinas porque en Londres, como estudiante, trabajé en un restaurante para turistas, el Rainforest Café, y luego en el bar de la escuela. El mundo de las cocinas –su drama, el caos y la camaradería– resulta muy cautivador de cerca”.

Alonso Ruizpalacios se anotó varios éxitos con sus películas Güeros, mejor ópera prima en el Festival de Berlín; Museo (cuyo libreto fue premiado) y Una película de policías. La cocina, cuenta, tiene el mismo resorte que Café Paraíso y “también tuvo que ver con ser empleado. Todos hemos tenido el sueño de renunciar, de mentarle la madre al jefe, de decirle sus verdades. Es una fantasía y era la raíz de esa historia”. La migración es el contexto. “De manera subyacente, el común denominador de cualquier migrante que es la barrera del lenguaje, que atraviesa muchas capas de la psique y es muy emocional, muy aislante. No conoces la soledad hasta que te vas a otro país por un tiempo. Eso es lo que me permitió acercarme a estos migrantes no privilegiados con más empatía”.

-¿Por qué te costó tanto trabajo levantar La cocina?

-Fue sorprendente porque es mi cuarta película. Pensé que iba a ser más fácil, pero fue la más difícil, por mucho. Hay varios factores: el primero es el tamaño y la ambición de la película. Por su naturaleza y por ubicarla en Nueva York fue carísima. Filmar ahí es una complicación que te deja sin ganas de volverlo a hacer. Filmar en Nueva York es inclemente, hostil, ruidoso, frío. El segundo factor es que es una película sobre mexicanos y la quería hacer sin estrellas, salvo por Rooney Mara, porque aparte de que su presencia nos ayudaba a levantar la peli al tamaño al que tenía que ser, tenía sentido que fuera ella, por cómo la ve el personaje de Pedro, como una estrella, como alguien inalcanzable, irreal, no como una persona de carne y hueso, con un hijo y muchos problemas. Además, su personaje es una chica blanca, de clase trabajadora.

“Otra condición inamovible que puse fue tener un periodo grande de ensayos. Tuvimos tres agentes de casting: uno en México, uno en Estados Unidos, uno en Europa, para crear esta torre de Babel. Y el último y gran factor fue el blanco y negro, que asusta muchísimo a los productores y a los exhibidores”.

-¿Por qué tenías que filmarla en blanco y negro?

-Porque ayuda a borrar la especificidad del tiempo. No sabes si estás en el presente o hace 20 o 30 años. Todo el diseño de la película está hecho para ser atemporal, y el blanco y negro ayuda a enfatizarlo. Además, es una película sobre contrastes, sobre lo que llaman front of the house y back of the house en los restaurantes, el comedor y la cocina. Y hubo un último factor que complicó todo: el corte final. En México estamos acostumbrados, para bien, a que el director tiene el corte final de la película. Es algo normal, pero en Estados Unidos la industria está regida por los productores y por la gente que tiene el dinero. El corte final es un privilegio que sólo tienen directores de cierta estatura. Nos rechazaron compañías que querían mantener el corte final y para mí era una condición irrenunciable.

La cocina será distribuida solamente en 50 salas, lamenta Ruizpalacios, que empeñó su sueldo para terminarla. “Lo único que quiero que pase con ella es que se le haga justicia, que se vea. Entiendo que después de la contracción de la industria por las huelgas del año pasado en Hollywood hay mucho miedo de arriesgar. Van a lo seguro, sólo compran pelis convencionales, y los años electorales, tanto en México como en Estados Unidos, generan incertidumbre. La película nace en un momento turbulento, pero tiene un arsenal de reseñas increíbles”.

Su director también la ha llevado al Festival de Cine de Londres y a otros en Praga, Zúrich, Francia y Estados Unidos, en los festivales de Tribeca y en Washington. En esa ciudad fue exhibida en asociación con One Fair Wage, una organización de la sociedad civil que se dedica a tratar de cambiar la ley para que suba el salario mínimo de los trabajadores de cocinas indocumentados. “Vinieron muchos miembros, la mayoría cocineros que nunca habían visto una peli en blanco y negro. Después pasaron al escenario a contar sus historias. Fue increíble cómo conectaron con la película”.

Agrega Ruizpalacios: “Creo que en Estados Unidos tendrá una distribución más grande que en México, lo cual me rompe el corazón porque es una película mexicana. Espero que se le dé tiempo para que corra la voz y la gente la vea; que tenga su día de juicio, que le den su vida al corte. Lo merece porque es una película que no tiene compromisos y que puede contribuir con una mirada empática y crítica a mostrar los peligros de desatender a quienes están en otro país trabajando sin ninguna protección”.

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