Retrato Hablado

'En la edición y la corrección al fin hallé mi vocación'

Después de que Paulina Chavira creara la etiqueta 117 errores, la siguieron muchísimos periodistas que la consultaban para no cometer más pifias.

Un día de verano, en una de las farmacias de su padre, un comerciante incansable, Paulina Chavira se agachó para tomar unos dulces de la parte más baja del anaquel. Sintió un dolor agudo en la rodilla. Pronto sabría que era cáncer.

Meses después le aplicaron una agresiva quimioterapia. Era posible que el tumor hubiera hecho metástasis. "En ese momento, yo sólo conocía a una persona que había tenido cáncer. No tenía miedo de morirme, sino de perder el pelo". Paulina tenía 16 años.

Un médico le aseguró a su familia que podía salvar la pierna de la niña. La operación se complicó y los músculos sufrieron daños irreparables. Otro doctor apremió: "Si fuera mi hija, amputaría". Ella no concebía la vida sin su pierna. "Me negaba a depender para siempre de mis papás, postrada en una silla de ruedas, sin un futuro propio".

Tras la amputación, su salud mejoró notablemente, pero no su ánimo. "Estaba muy deprimida cuando llegamos a elegir la prótesis".

Una vez que terminó la fisioterapia y la segunda quimioterapia, Paulina Chavira volvió al Tec de Monterrey para terminar la preparatoria. Fue un año muy severo. La prótesis la lastimaba. Era demasiado grande: "No me entraban mis jeans. Tuve que cambiar la forma en la que me vestía".

Prefería andar en muletas hasta que su padre encontró a Marlo Ortiz, un afamado protesista de Guadalajara que desarrollaba un nuevo socket, el encaje entre la pierna y la prótesis. La experiencia fue radicalmente diferente, cuenta Chavira: "Marlo me cambió la vida; sacrificó un poco la función por la estética y logró un buen equilibrio. Fui la segunda persona que usó ese socket, y a partir de eso pude caminar. Ese día, hasta corrí. Mi papá no lo creía".

Llegó el momento en que la joven debía tomar una decisión sobre su carrera. Amaba las palabras, la gramática, el español. Dudaba entre historia en la Ibero o comunicación en el Tec. La desalentó el campus de la primera. El segundo era territorio conocido. "Sabía cuánto tardaba en desplazarme de un lugar a otro, cuánto me cansaba. Todo estaba medido. Elegí en función de mi comodidad".

-Que en tus circunstancias no era poca cosa.

-No, claro que no. Ahora sé que no tenía la vocación que tienen otros periodistas que conozco. Para mí fue muy conveniente estudiar en el Tec por una cuestión de tranquilidad del alma.

Chavira hizo sus prácticas profesionales en Reforma.com, donde conoció a su esposo. Más tarde consiguió una plaza en la sección internacional. Casi al mismo tiempo, Marlo Ortiz le pidió que modelara para Össur, una empresa islandesa fabricante de prótesis que trabajaba con él entonces. Como pago por su trabajo, recibió una prótesis completa: un socket, una rodilla y un pie con tacón intercambiable (que permite que el usuario cambie de zapatos). Volvió con los islandeses para un congreso de prótesis y órtesis en Hong Kong y, casi de inmediato, Össur le ofreció contratarla por más tiempo porque diseñaban un programa educativo para protesistas, cirujanos y terapistas físicos sobre cómo tratar a los usuarios de prótesis.

Chavira viajó a la República Checa, Japón, Eslovaquia, Sudáfrica y Colombia como paciente modelo y también produjo materiales de comunicación para la empresa. Fueron meses duros.

Nueve años después, Paulina Chavira se enfrentó al duelo. "Le conté mi historia a 200 japoneses en un auditorio, parada con una prótesis de tubo que siempre me negué a usar".

Tres años adelante, concluido el proyecto, Chavira no quiso volver al periodismo. Pasó por una agencia de relaciones públicas y trabajó con su esposo en una agencia de mercadotecnia digital que él fundó. Mientras, nació su primer hijo.

Transcurrieron un par de años hasta que entró a Editorial Planeta como correctora de estilo. "Me aprendí La ortografía de la lengua española, que recién se había editado, y era la más feliz".

En 2009, abrió su cuenta de Twitter, donde seguía a medios y periodistas y señalaba sus errores, pero cobró notoriedad en 2013, cuando la SEP editó libros de texto gratuito en los que se encontraron 117 errores. "Estaba indignada por el hecho y triplemente indignada porque los medios que reportearon sobre él cometían tantos más en sus artículos". Después de crear la etiqueta 117 errores, la siguieron muchísimos periodistas que la consultaban para no cometer más pifias.

Embarazada de su segundo hijo, Chavira encontró en la corrección y la edición su vocación. Cuando sus niños crezcan, dice, va a estudiar lenguas.

En 2015 fue contratada por The New York Times que estrenaba su edición en español. Chavira escribió el manual de estilo del diario. "Trabajé con grandes periodistas y editores. Hacer el manual fue maravilloso, tristemente nos corrieron, se quedaron con él y nunca lo pude publicar".

Por ese tiempo, surgieron otros acontecimientos que hicieron de Chavira quien es: el día que el exgobernador Tomás Yárrington fue detenido, la corresponsal del buró del NYT, Elisabeth Malkin, preguntó si el apellido era una palabra esdrújula y, como tal, debía acentuarse. Así lo hicieron y generaron una gran polémica.

En 2017, durante un partido de Portugal contra México, observó que en las camisetas de los lusos los apellidos tenían tildes. Chavira se comunicó con la Federación Mexicana de Futbol y justificaron: no se acentuaban porque la FIFA registraba los apellidos tal como aparecían en los pasaportes.

Un año después, para su sorpresa, en un partido amistoso, los jugadores de la Selección Mexicana aparecieron con sus apellidos acentuados. "Fue muy emocionante. Ese día vi unidas mis dos pasiones: ortografía y futbol".

Para nuestra fortuna, Paulina Chavira no quita el ojo de encima al futbol ni los medios, porque ambos "educan o mal educan".

-Ya sé que hay competencia, pero ¿cuál es el periódico peor escrito?

-El Universal, de lejos-, dice, directa.

-Nos harías un gran servicio si publicas tu propio manual…

-Lo voy a hacer, pero no sé cuándo. La pandemia me ha desorganizado un poco, como a todos.

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