Luis Gaitán está hecho de duelos y cambios. Una incesante lista de pérdidas, que comenzó con el divorcio de sus padres, una francesa y un mexicano, "dos almas gemelas" que coincidieron en Nueva York, donde se casaron, hizo sólido su carácter. Luis Gaitán, un hombre resiliente, fue el primer hijo de la pareja. Para sus abuelos y sus cinco tíos paternos, cuatro varones y una mujer, Luis y su hermana Chantal –los niños–, constituían la esperanza, la renovación.
"Mi padre quería darle descendencia a su familia. Él fue el único amor de mi madre, que nunca logró rehacer su vida tras la separación. Los dos se amaban, pero no podían estar juntos. Yo crecí entre golpes y gritos, y no sé cuántas veces acabamos en el Ministerio Público, acompañando a mi madre, después de quedarme congelado en un clóset, tapándome los oídos, presa del pánico".
Los hermanos Gaitán, originarios de Chihuahua, eran todos blancos, salvo Rodolfo, el padre de Luis. "Sufrió rechazo por ser moreno y pasó su vida persiguiendo el amor y el reconocimiento de mis abuelos. Pienso que por eso se casó". Él y sus cuatro hermanos fueron homosexuales en el México homofóbico de los setenta. Murieron uno a uno: "El SIDA fue, digamos, el quinto hermano de mi familia", dice Luis Gaitán, ya sin pesadumbre.
Tras el divorcio, Luis, de 10 años, subió 25 kilos, que tardó más de tres décadas en quitarse de encima. "Dejé de ser obeso por la operación de una úlcera en el intestino. Hace tres años perdí 63 kilos. Vivo en un cuerpo nuevo. Descubrí lo que es sentirme ligero, que no me falte el aire. Renací, pero no olvido lo que sufrió mi cuerpo".
No fue para menos la respuesta emocional de su organismo. Su madre, que se sentía en riesgo aun después del divorcio, tomó la decisión de regresar a Francia. Se lo dijo a su hijo sobre el avión, minutos después del despegue. "Fue uno de los choques más violentos de mi vida. Llegamos a un centro para repatriados. Para mí, fue una pérdida total: perdí a mi padre, a mis abuelos, a mi familia y a mis amigos. No teníamos nada; había que empezar desde cero".
Luis Gaitán hablaba poco con su padre. No tenía dinero y llamar era caro. Era muy apegado a él. Se escribían cartas. Por esos años, murió el segundo de sus tíos. Su padre, destrozado, viajó a Francia. Tres años después, moriría el tercer hermano, el que precedería a Rodolfo Gaitán.
La víspera del nuevo siglo, en la Nochebuena, Rodolfo Gaitán llamó a sus hijos. Cosa rara, no los comunicó con los abuelos. Era evidente que algo había sucedido. Luis Gaitán tomó un avión con destino a México. Antes supo que su abuelo, de 90 años, se recuperaba de la fractura de un hueso. Quedó asombrado al encontrar mucho peor a su padre: demacrado y sumamente débil. Ocultaba que estaba enfermo de SIDA.
Luis Gaitán volvió brevemente a Francia, pero sólo para dejarlo todo: familia, amigos y la maestría en mercadotecnia que estudiaba en Lille (después de haber concluido publicidad en la París V).
Su padre murió días después de su reencuentro. "En retrospectiva, entendí su muerte como una especie de suicidio programado. Nunca dijo que se había contagiado. Hubiera podido tratarse y no lo hizo. Mis abuelos enterraron a su cuarto hijo y después murieron de tristeza, de soledad y de dolor, de vivir un duelo eterno, viendo morir a sus hijos, uno detrás del otro".
De nuevo en Francia, Luis Gaitán se derrumbó. "Tarde años en recuperarme". Retomó sus estudios: "La publicidad se me presentó por azar. Desde que se me apareció, entendí que era para mí. Eso fue hace 22 años", afirma el presidente de Grey, una de las más exitosas agencias globales de publicidad y mercadotecnia.
Gaitán dejó todo por segunda vez para irse a Barcelona. "Descubrí que Francia ya no era mi lugar en el mundo". Cinco años más adelante, a punto de mudarse a Londres, su jefe en W, una agencia pionera en creatividad de medios digitales para la que trabajaba entonces (y que fue determinante en su carrera), le comunicó que estaban por abrir la primera oficina fuera de España, en México, y que querían que él la dirigiera. Así que Luis Gaitán volvió. Y lo dejó todo, otra vez: "Lo hice por el proyecto, por la responsabilidad de abrir una agencia desde cero, pero me costó porque México era para mí un cementerio".
"Aterricé con una maleta y nada más. Nunca había trabajado aquí. No conocía a nadie en el gremio, no tenía contactos. Me arrepentí de haber aceptado".
Eso duró poco. Después de W, Luis Gaitán laboró en Google, a la cabeza del equipo creativo y después en Uber, también como líder creativo. "He tenido la fortuna de ser atípico en mi carrera profesional porque mi perfil me ha llevado a trabajar en creatividad tanto en el mundo de las agencias independientes como en el mundo de las grandes agencias".
"Ahora sé que México es mi lugar, que es justo donde debo estar. Quiero quedarme aquí para intentar un cambio y quiero trabajar muy duro para conseguirlo".