Retrato Hablado

'Las mujeres son el centro de todo lo que hago'

El modelo de Girl Up, que tiene el objetivo de reducir la brecha de género en las áreas de liderazgo, se enfoca en las competencias sociales de las niñas-adolescentes.

La menor de siete hijos, seis mujeres y un varón, de una pareja potosina –un ingeniero civil y una trabajadora social–, Bita Aranda, es hija única de alguna manera. La que le sigue es ocho años mayor; la primera le lleva veintiuno.

No sólo creció sola, fue la primera que se alejó de su familia para estudiar. Primero dejó San Luis para irse a Puebla. Después se mudó a Washington.

No fue la excepción, pero sí la más tajante en hacer a un lado las reglas morales del Opus Dei que le impuso su familia. Primero dejó la escuela católica, "de ésas que te obligan a cumplir un montón de normas estereotípicas y violentas, que hoy ya sabemos nombrar". Agrega: "Definitivamente soy la hija que más retos les ha traído a mis padres en relación con su fe".

Terminó de cursar la preparatoria en el Tec Milenio, donde "viví un choque con otras clases socioeconómicas, otros discursos, hasta con hombres. Salí de una burbuja, en el mejor sentido".

Quería ser escritora, y tenía facilidad, pero un profesor la convenció de inclinarse por las relaciones internacionales. La introdujo a los modelos de Naciones Unidas y la trajo a la Ciudad de México a las oficinas de la ONU. Optó por comunicación en la Anáhuac, pero le ofrecieron una beca en la Universidad de las Américas, en Puebla, donde su tío, Luis Ernesto Derbez, era rector. Aceptó. En esos años, Bita Aranda huía de una relación juvenil tóxica que soportó demasiado tiempo.

Saltó de Comunicación a Relaciones Multiculturales y, finalmente, a Relaciones Internacionales. Sus padres se mudaron a Puebla. Después de una estancia corta en Irlanda, ellos volvieron a San Luis y ella se fue a Hong Kong a hacer prácticas profesionales en el consulado.

De regreso, trabajó para la cónsul honoraria de Francia en Puebla, que la recomendó para un campamento de ciencia y tecnología en matemáticas de Girl Up, una organización perteneciente a la Fundación de las Naciones Unidas que busca reducir la brecha de género mediante el trabajo con adolescentes. "Fueron las dos semanas que más me han transformado en la vida. Fue muy importante reconocer que la juventud, y las niñas en específico, iban a siempre estar en el centro en todo lo que yo hiciera".

Para no volver a San Luis Potosí, Bita Aranda tomó el primer empleo a su alcance, en una empresa de exportación. "Me mostró la peor cara del sector privado mexicano: encontré que había corrupción, bastante explícita, y acoso laboral". Su jefe, y a la postre su aliado, contrató a decenas de mujeres y armaron juntos el equipo que ofrecía mejores resultados a la empresa.

Después, aplicó para dos posiciones, una en el Banco Interamericano de Desarrollo, como consultora para el sector de economía naranja, y otra con Girl Up, como representante regional para América Latina y el Caribe. El BID le dio 48 horas para aceptar la oferta y se mudó a Washington. "Mi trabajo tenía que ver con la inversión en las industrias creativas y culturales para promover el desarrollo en América Latina y el Caribe; aprendí mucho de emprendimientos sociales, de diseño, de colaboración y creación de equipos, e integraba los temas de género a mis acciones diarias".

En verano de 2018, como todos los años, Girl Up celebró la Cumbre del Liderazgo, en Washington, DC; dos días de talleres y cursos para niñas en materia de activismo, ciencia y tecnología, y un tercero para acudir al Congreso de Estados Unidos. Le pidieron ayuda como voluntaria y, por supuesto, accedió. Conoció al equipo global que recién se había formado y a Fernanda Garza, la primera representante regional de América Latina y el Caribe.

Justo cuando Aranda decidió volver a México, Garza la buscó. Su puesto en Girl Up quedaría vacante y le ofreció recomendarla. Tan pronto renunció al BID, tomó el cargo como consultora para la Fundación de las Naciones Unidas y se quedó como encargada de la región de América Latina y el Caribe. "Cuando empecé, a fines de 2018, había 65 clubs; ahora hay 290 y tenemos presencia en 23 países, gracias al equipo de voluntarios y a las morras que se están integrando".

El modelo de Girl Up, que tiene el objetivo de reducir la brecha de género en las áreas de liderazgo, se enfoca en las competencias sociales de las niñas-adolescentes: hablar en público, organizar, manejar presupuestos y otras habilidades que les permita ingresar a universidades y escalar a los espacios de toma de decisiones. Inició en Estados Unidos, pero en 2018 se expandió al resto del mundo mediante el financiamiento de Disney y Caterpillar.

"Lo que yo intento hacer es lograr una mayor diversidad; que este programa sea accesible para todas, porque hasta ahora llega a chicas con un segundo idioma, con acceso a internet, que conocen el modelo de Naciones Unidas, y que generalmente estudian en escuelas privadas. También quiero que se hable de asuntos que reflejen la realidad latinoamericana, porque estábamos hablando de igualdad de género en los deportes, por ejemplo, cuando aquí tenemos un tema urgente de violencia. Aquí asesinan 11 mujeres todos los días.

"Hay un trabajo bien importante que hacer con la población privilegiada, que probablemente ocupará un espacio de decisión, para hacerla sensible a las causas de justicia social y de violencia que viven las mujeres en América Latina y el Caribe. Eso es lo que les tenemos que enseñar".

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