Retrato Hablado

'Me gusta la gente, pero siento que he traicionado al piano'

En la cuarentena, Elena Robles y el piano se han reencontrado. Habla de su colección de música, de los conciertos a los que ha ido, de sus lecturas.

Tapatía, nacida en Zapopan, Elena Robles pertenece a una familia descomunal. Entre ingenieros civiles y arquitectos, ella eligió otra vereda, un enrevesado y doloroso camino a la abogacía. "Siempre me sentí un poco fuera de lugar. No sabía dónde terminaba la familia nuclear y empezaba la extensa por los muchos que éramos y porque todos se metían en la vida de todos", confía.

Su madre fue la primera mujer que ingresó a la Facultad de Odontología de la UDG. La edificación de la misma, la Universidad de Guadalajara, es obra de su padre. Él es el mayor de 15 hermanos. Su madre, la primera entre nueve. Los tíos y su descendencia viven en Guadalajara o en Mascota, un pueblito al noroeste del estado, cerca de Talpa, donde los padres de Elena Robles tienen un pequeño hotel.

Ella estudiaba música en la academia de la prestigiada pianista Amelia García de León, maestra por décadas en la Escuela Superior de Música Sacra y en la Universidad de Guadalajara. Cuando llegó el momento de optar por una profesión, los padres de Elena Robles se interpusieron entre ella y el piano. "La música no es una carrera", falló su madre. "Fue muy traumático para mí. No entendía por qué me pusieron toda la vida a estudiar música para quitármela después".

Los Robles querían que su hija se titulara y más adelante, si aún insistía, podía entregarse por completo a la música. Elena Robles se anotó en derecho, por eliminación. "Los primeros años en la UP (Universidad Panamericana) fueron el infierno en la tierra para mí".

Ella lloraba. Sus padres se resistían. La maestra de piano le recriminaba que le dedicara tan pocas horas al instrumento. Luego, se negó a darle clases. Robles dejó pendiente el proceso de titulación. Después, Amelia García cerró su escuela.

Además de estudiar leyes, Robles daba clases particulares de piano a niños invidentes y se inscribió en la Sogem. "Buscaba demostrarle al mundo que Derecho no era mi carrera. La tenía que terminar porque así era la vida en provincia en esos tiempos: obedecías y punto y se acabó. Quizá me faltó ímpetu para retomar la música".

Un par de meses antes de su titulación, la joven trabajaba en un despacho como investigadora jurídica. Dominaba el inglés técnico y por eso su jefe le pidió que hiciera algunas traducciones de los contratos y otros documentos de Maná, el grupo musical que encontró la cima en los noventa, y que era asesorado por Procopio, un conocido despacho en San Diego.

Al tiempo, la buscó el director de aquel despacho y le ofreció trabajo en California. Ahí estuvo dos años. "¿Era mi plan? No. ¿Me gustó? No. ¿Aprendí muchísimo? Sí. Me gustaba el tema fiscal, me gustaba el trabajo, pero no me adapté a la vida allá. Me sentía muy sola. Yo necesito el contacto humano, una buena conversación, conocer y aprender de las personas y en Estados Unidos nunca lo encontré".

De vuelta en Guadalajara, 'oxidada' porque había abandonado casi del todo el piano, Robles fue contratada como directora jurídica de Grupo Beckmann. Retomó el ritmo de la música y de las leyes. Luego se casó, se mudó a la Ciudad de México y entró al despacho Cuesta Campos. "Fue una época profesionalmente aburrida pero ahí superé el tema de la música. Tiré la toalla. Y fui aprendiendo a disfrutar mi trabajo, a ratos más, a ratos menos".

Robles, secretaria general del Consejo General de la Abogacía –compuesto por los tres colegios de abogados más importantes del país (la Barra Nacional de Abogados, el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México y la Asociación Nacional de Abogados de Empresa)–, disfruta sobre todo la dirección de equipos. Ahí encontró su genuina vocación. "Me encanta la gente y por eso sé que me hubiera frustrado la soledad del músico, esas largas horas entre uno y el instrumento…"

Actualmente, Robles es directora jurídica de Estafeta, una empresa familiar, como Beckmann, como los despachos donde laboró. La abogada domina el manejo de las relaciones humanas en empresas conflictivas. Este año fue nominada por la revista Foro Jurídico y por los colegios de abogados como una de las 20 abogadas más influyentes de México.

–Tan conflictivos tus puestos de trabajo como tu relación con la música…

–Así es. Siento que he traicionado al piano. Hace años, cuando llegué a México, tocaba dos horas diarias. Luego conseguí a una maestra y volví a estudiar, pero lo dejé de nuevo porque me causaba mucho conflicto. Lo retomo y en un santiamén no deseo hacer otra cosa que no sea tocar. No encuentro una forma sana de dejarlo, sin culpa ni una forma de quedarme en paz tocándolo. Revivo una y otra vez el ¿por qué no me dediqué a esto? No supero el no haber estudiado música, no me lo perdono, y me da miedo vivir recriminándomelo. Por eso lo dosifico.

En la cuarentena, Elena Robles y el piano se han reencontrado. Habla de su colección de música, de los conciertos a los que ha ido, de sus lecturas. Pero vuelve a su supuesta traición. "Me enojo con el piano, como si la culpa fuera suya".

Cuenta: "Tenemos un vecino que llegó en enero y desde entonces toca su piano. Yo lo escuchaba todos los días y suplicaba que se callara, porque me recordaba que yo también tenía que tocar. Ahora, felizmente, los fines de semana damos un concierto, él desde su casa y yo desde la mía".

Elena Robles es una mujer de pocos, pero sólidos afectos. Calcula detenidamente a qué o a quién va a dedicarle su atención, su ímpetu, su pasión. Quizá más adelante llevará su piano, su colección de música, sus libros y su anhelo por escribir a Mascota, para dedicarse al negocio de sus padres, a ese hotelito donde aún se reúnen familiares y amigos. Tal vez se aleje de los grandes corporativos. "Quiero una vida muy en paz y solo eso. No tengo expectativas de algo grandioso".

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