Retrato Hablado

'Seremos iguales cuando votar sea igual de fácil para todos'

No sabe cuándo o cómo decidió que tenía vocación de servicio, pero Pamela San Martín supone que fue resultado de la simple observación de los acontecimientos.

Comenzó su carrera de abogada en un famoso despacho laboral que defendía a los trabajadores de una trasnacional dedicada a la siembra y a la conserva de fresas. El recibo semanal de nómina más alto que vio era de treinta pesos. Treinta pesos, el pago semanal de un supervisor que cubría jornadas de veinte horas al día.

Los niños, con sus manitas pequeñas, eran los más hábiles despatando las fresas. Ellos, sus hermanos mayores, sus padres y hasta sus abuelos laboraban en condiciones inhumanas en esta empresa ubicada cerca de León. Pero no existía otra fuente de empleo en varios kilómetros a la redonda.

A finales de los noventa, el despacho litigaba para que la Junta de Conciliación y Arbitraje les otorgara a los trabajadores su registro como sindicato. Si lo autorizaban, argumentaba la Junta, la empresa dejaría México y Guanajuato perdería una importante inversión. "Distintas instituciones del Estado desprotegían a los absolutamente desprotegidos", cuenta Pamela San Martín, consejera del INE.

Su ingreso al despacho de Arturo Alcalde (padre de la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde) marcó su trayectoria. La defensa de los derechos de los trabajadores "me permitió identificar las condiciones bárbaras de desigualdad y yo quería aportar algo que redujera esa brecha".

Aburrida del derecho laboral, de naturaleza mecánica, San Martín ingresó como voluntaria a la Comisión de Derechos Humanos del DF, recién había sido nombrado como presidente Emilio Álvarez Icaza. Junto a la primera visitadora, Pilar Noriega, la abogada le encontró sentido a una carrera que no le despertaba pasión.

"Lo que hallé en la Comisión de Derechos Humanos fue aprender a mirar la ley con mayor amplitud; a buscar en la Constitución los derechos que están asociados para hacer de la ley un instrumento útil para mejorar las condiciones de las personas".

Cuando se abrió el servicio profesional en la Comisión, San Martín fue designada directora de área en la Primera Visitaduría. "Me tocó la dirección de víctimas del delito, y tuve la oportunidad de ver tanto el juego de víctimas de violaciones a derechos humanos imputables al Estado, como de víctimas de un delito. Es decir, personas que fueron afectadas por otro particular, pero que además fueron reafectadas por el Estado con su falta de atención".

No sabe cuándo o cómo decidió que tenía vocación de servicio, pero supone que fue resultado de la simple observación de los acontecimientos. "En el 94, el levantamiento de los zapatistas me hizo, como a tantos, mirar que hay otros en una condición de vulnerabilidad y de marginación extremas y que, sin embargo, tienen dignidad para mostrar la cara, para luchar, para exigir respeto a sus derechos".

A San Martin le preguntan con frecuencia qué hace en el INE si su vocación es la defensa de los derechos humanos. Ella suele responder que el INE es un espacio de derechos, una institución que se vale de procedimientos, instrumentos y herramientas que tienen un solo propósito: garantizar el derecho a los ciudadanos para que puedan ejercer un derecho fundamental que es el derecho al voto, y que lo ejerzan en condiciones de libertad e información, "para que pueda ser el elemento más igualitario que tenemos".

"Yo creo que aún es una falacia esto de que el momento en el que todos somos iguales es el momento en que votamos. Debiera ser el momento más igualitario porque, en efecto, el voto de cualquiera de nosotros vale lo mismo; sin embargo, el detalle está en si todos podemos acudir a las urnas en las mismas condiciones de libertad y de información. Sólo entonces será un momento en el que todos seamos exactamente iguales".

Sigue la consejera que saldrá del INE antes de la celebración, en 2021, de las elecciones concurrentes en los treinta y dos estados, mismas en las que serán elegidos quince gobernadores: "Debemos generar condiciones para desaparecer las barreras estructurales que quedan, a pesar de que quizá en México tenemos el sistema más perfecto para igualar el derecho al voto. Instalamos 147 mil casillas para acercarlas lo más que se pueda al domicilio de la gente, por más que algunos aún tengan que caminar dos horas para llegar a la más cercana. Los derechos no deben ser privilegios. Cuando vayamos avanzando y los derechos se universalicen, podremos decir que todos somos iguales, como lo dicta la Constitución, aunque en nuestro país aplique el 'hay unos más iguales que otros'".

Pamela San Martín tiene una mirada severa. Lo supo cuando trabajaba en la Comisión de Derechos Humanos del DF. Inhibía a algunas víctimas que querían hablar con ella de sus desgracias. "Yo quería mostrar empatía, que la había, pero no sabía transmitirla. Para ayudar a las víctimas tuve que hacer un trabajo muy personal, que entre otras cosas implicaba suavizar la mirada, establecer otros mecanismos de diálogo, hablar con otras palabras, ajenas al lenguaje legal, menos técnicas, más accesibles, comprensibles".

San Martín dejó la CDHDF poco después de que lo hiciera Álvarez Icaza. Llegó al IFE como asesora del consejero Alfredo Figueroa. "Lo busqué más por una coincidencia en nuestras visiones, porque estaba convencida de que iba a odiar el derecho electoral".

En el IFE fue asesora, secretaria técnica en la Comisión de Quejas, y quedó fascinada con los temas electorales relativos a radio y televisión. "Me di cuenta que no era tan aburrida la defensa de la democracia y que estaba realmente asociada al ejercicio de derechos".

-Entonces y en estos tiempos…

-Vaya que sí. Entonces y ahora. Hay mucho por hacer.

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