Retrato Hablado

Tiene obligaciones el Estado para garantizar la libertad de expresión: Justine Dupuy

Hay que tener cuidado porque la publicidad oficial fácilmente se convierte en una herramienta de chantaje a los medios de comunicación desde el gobierno.

Justine Dupuy nació en Cognac, una pequeña ciudad francesa inmersa en una burbuja económica debido a la producción de aquella bebida de lujo, que involucra a algunas familias que la han elaborado por siglos. La madre de Justin fue una de las primeras tres mujeres que retomaron la destilería, oficio que se heredaba como un privilegio de padres a hijos.

A los 15, Dupuy abandonó Cognac y después de vivir un año en Burdeos, se mudó con su familia a París, para estudiar historia en la Sorbona. La maestría en periodismo la cursó en Estrasburgo y escribió su tesis sobre la importancia de los medios para el impacto y la supervivencia del movimiento zapatista. "Elegí ese tema por curiosidad y porque en los 90, en Francia, la izquierda estaba en crisis. El movimiento, visto desde allá, parecía muy exótico".

Dupuy había echado raíces en América desde su tranquila infancia en Cognac, donde vivía una familia francoargentina. La madre de esa familia había sido perseguida y había parido una hija, de la edad de Justine, en la cárcel. Las niñas eran amigas y las habían enviado juntas a Argentina. No ocurrió mucho en el viaje, pero la adolescente francesa cruzó el océano para descubrir otro continente y escuchó historias terribles de la dictadura argentina. En cambio, la decepcionó el talante europeo de Buenos Aires, aunque eso la animó a volver a Latinoamérica. En 1994 hizo un primer viaje a México, para hacer investigación como parte de su tesis.

Visitó Chiapas y esa vez sí se sintió en América Latina. "Encontré algo de ideal que no ofrecía Europa en este momento en términos de lucha y de sueños".

En Francia, mientras cursaba el pogrado, trabajó en un periódico y para la radio local. También para Radio France y en el periódico regional Sud-ouest. Pero la aburrían los asuntos provinciales y, además, había mucha competencia por las plazas. Y como ella, enamorada de un joven mexicano, iba y venía, decidió mudarse y cubrir como freelance las elecciones de 2006. "No me fue tan bien; escribí mucho, pero vendí muy poco".

Para cuando terminó su relación amorosa, México ya la había enganchado. La perspectiva en Francia para ella era gris, y estaba ávida de aventuras y de romper con lo cotidiano. Seis meses después de su llegada, encontró empleo en la oficina de comunicación y prensa de Fundar.

A los tres años de su ingreso, investigaba temas relacionados con la prensa. A uno en específico, la publicidad oficial, le ha entregado años de esfuerzo. Dupuy coordina equipos de transparencia y de combate a la corrupción en la organización, que –afirma– es uno de los porqués de su residencia definitiva en México. "Aquí encontré una familia un poco rara, pero es mi familia, tal cual".

Justine Dupuy expresa su frustración. "Es difícil comprobar la relación directa que hay entre publicidad oficial y el control que el gobierno ejerce sobre los medios. Hemos dedicado investigaciones completas para demostrar esta relación, sobre todo con análisis presupuestal, y lo que he visto es que todo el mundo sabe que hay que hacer cambios, pero los intereses son tan fuertes que no permiten que estos cambios ocurran".

Hace algunos años, la asignación de la publicidad oficial y el dispendio en este rubro ni siquiera ocupaban espacio en el debate público. Los medios, parte interesada, no mencionaban el asunto. Dupuy es una de las personas que abrió brecha. Autoridad en el tema, sostiene que en noviembre pasado se perdió una gran oportunidad cuando la Suprema Corte de Justicia ordenó al Congreso que legislara en la materia, a consecuencia de un amparo que promovió Artículo 19, por omisión legislativa.

-¿Se esperaban el remedo de ley que fue presentado?

-Sabíamos que el contexto no jugaba a nuestro favor, porque era electoral. Además, en el periodo legislativo trabajamos con senadores que fueron motor de cambios en transparencia y corrupción –de varios partidos–, pero conforme se fueron a las campañas, nos fuimos quedando sin aliados.

En mayo, Artículo 19 anunció que interpondrá un recurso de inconformidad ante el Tribunal Constitucional.

Ante la inminencia del cambio de gobierno, advierte la investigadora: "No sabemos qué va a pasar con López Obrador y con las organizaciones de la sociedad civil, pero sabemos que éste es un tema fácil de empujar desde la oposición, pero todo cambia con la llegada al poder, porque justamente es una manera de controlar a los medios".

El futuro presidente informó que habrá recortes al Presupuesto para gasto publicitario oficial como parte de su plan de austeridad. Dupuy considera la medida arriesgada: "Es delicado. Se puede limitar el dinero, pero el Estado no puede olvidar que tiene obligaciones para garantizar la libertad de expresión y la pluralidad.

-Dejar a los medios en los huesos tampoco resuelve el problema…

-No, sobre todo que el paisaje mediático está cambiando, pero todavía hay una gran concentración en los medios, así que existe el riesgo de que desaparezcan muchísimos medios por asfixia. Hay que tener cuidado porque la publicidad oficial fácilmente se convierte en una herramienta de chantaje desde el gobierno.

-En los extremos, ¿qué es peor, darles millonadas o asfixiarlos, como dices?

-Son dos formas de control. No está mal que se limite la publicidad, pero hay que hacerlo con criterio y dejar claro qué está en juego. ¿El Estado se va a encargar de garantizar la libertad de expresión? Insisto en este punto porque en Europa los modelos mediáticos tienen apoyos directos e indirectos a los medios que en México no existen, así que habría que poner en marcha otro tipo de mecanismo.

Así que partimos de cero: "Lo que hay es una ley que, no cambia nada, que tenemos que mejorar. A empezar otra vez".

COLUMNAS ANTERIORES

Alberto Lati, un nómada que explica el mundo através de un balón
‘Cantar es como cuando haces ejercicio’

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.