Maribel Quiroga

De las expectativas y otros demonios

Maribel Quiroga reflexiona sobre la necesidad de educarnos, autogobernarnos, adaptarnos al momento del entorno y ser libres.

No he logrado decidir aun si el tener expectativas me juega a favor o en contra en la ruleta de la vida. Por una parte, las expectativas están de mi lado en cuanto a que son un impulso natural y humano de lo que con toda claridad quiero alcanzar; pero por la otra, con base en lo vivido en carne propia, puedo asegurar que también son adversas porque de no cumplirse me imponen frustración, enojo, dolor.

Las expectativas son inertes al ser humano, por lo menos a los que somos terrenales. Hago esta afirmación dada la existencia de un grupo muy particular de mujeres y hombres que han trascendido el horizonte de las expectativas, al ser desapegados, casi etéreos en un disfrute muy distinto de la vida e igual de legítimo. Me he topado en distintas ocasiones con alguno de ellos y, para mi mala fortuna, su condición dista mucho de ser la mía.

Por el contrario, los seres humanos terrenales -como es mi caso- nacemos, nos desarrollamos y morimos obsesionados con esa nueva realidad que es alcanzable, a partir de arduo trabajo, adecuada planeación y ciertas dosis de suerte. En lo personal, el mundo terrenal lleva mi vida de la mano de aspiraciones convertidas en proyectos y que, conforme a mis prioridades, marca celosamente las horas y los días. Por lo tanto, sea cual sea la conclusión que finalmente consiga en el dilema originalmente planteado, el ser terrenal me obliga a tener una relación estrecha con las expectativas.

Aquí la clave entonces es cómo poder encauzar una relación sana con las mismas y una primera reflexión me lleva a la necesidad de educarnos, autogobernarnos, adaptarnos al momento del entorno y ser libres. Me explico.

  • Educarnos sobre las expectativas. Tiene como principio el entender varias cosas en el siguiente orden:
  • ¿Qué genera una expectativa? ¿De qué parte de mi esencia viene? ¿De un deseo, de una frustración, de un dolor, de un trauma? O, por el contrario, ¿proviene de un sueño, de una ilusión, de un plan de vida?
  • ¿Qué hago con esa expectativa ya que está presente en mi conciencia? ¿La persigo en los hechos al ser real o busco descartarla por ser una ilusión?
  • No es suficiente detectar la existencia de una expectativa, en lo absoluto. Es necesario entenderla, desengranarla, saber por qué está ahí y a qué responde. En resumen: entender qué es lo que esperas y por qué.
  • Autogobernarnos. Me fascina la expresión: "gobiérnate". Me fascina (y estoy usando de manera repetitiva la palabra fascina) por agresiva, por determinante e impositiva. Hay que gobernarse mucho a uno mismo con el tema de las expectativas porque son tan caprichosas que de no dominarlas, conducen a la vivencia de un mundo alejado de la realidad, y todavía más grave, de lo posible. Gobernar nuestras expectativas ES gobernarnos a nosotros mismos, y el conseguirlo genera las condiciones para que lo importante suceda. Se requiere inteligencia, sensatez y voluntad.
  • Adaptarnos al entorno. La palabra adaptación (o el hecho de adaptarse) me cayó mal, literal, durante muchos años porque consideraba que tenía un tufo a conformismo. ¿Adaptar es sinónimo de conformarse o perder? NO. Con el paso del tiempo y algunas lágrimas, entiendo ahora que adaptarse ES ajustar. Este concepto es a la vez deseable, porque requiere autoconocimiento -para entender quiénes éramos en el momento en que se generó una expectativa determinada- y humildad -para reconocer que por nuestras decisiones o por las circunstancias de la vida, esa misma expectativa debe mutar o desaparecer-.
  • Ser libre. Tan profunda debe ser la voluntad de perseguir las expectativas que como seres humanos nos alimentan y enriquecen, como la de evitar ser rehenes de las expectativas que otros tienen sobre nuestros desempeños y capacidades. No se trata de negar consejos, se trata de rechazar el modificar los planes personales de vuelo sólo para que otros se encuentren satisfechos a costa de nuestros sueños y realidades.

Reflexionemos. Todos los aspectos de nuestra vida están determinados por expectativas: emocionales, laborales, afectivas, románticas, económicas, familiares, intelectuales, estéticas, humanas, comunitarias, políticas y sociales. Ponderemos el valor que le damos al cúmulo de estas expectativas en nuestras vidas. Ajustemos las que se hayan alejado de lo posible, de lo deseable, de lo que no nos acerca a lo que buscamos alcanzar. Desechemos las que nos causen dolor, las que nos frustren, las que nos hagan enojar o nos alejen de nuestros objetivos en el corto, mediano y largo plazo.

Tengamos la valentía de crear nuevas expectativas en este juego que se llama vida.

Mucho éxito y hasta pronto.

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