Senador de la República
En uno de los tuits más lamentables, pero también más representativos de todo el cascajo ideológico falsificador de la realidad, Lázaro Ríos, un importante personaje de la prensa conservadora, publica un mapa de la Ciudad de México dividido por la mitad de acuerdo a la orientación del voto en las pasadas elecciones. Del lado poniente coloca la siguiente leyenda: los que pagan impuestos. Del lado oriente del mapa, esta otra: los que reciben subsidios.
Ese tuit envuelve con gran capacidad sintética el pensamiento profundo de esa derecha mexicana que salió enfurecida a defender sus privilegios en las urnas. No es solo un chistorete, no es simplemente una agresión clasista. Es la visión ideologizada, esquematizada, del segmento más elemental del conservadurismo mexicano.
Y cuando digo visión ideologizada, lo planteo en el doble sentido del término. Tanto como sistematización de una concepción política y como falsificación de una realidad.
El tuit en cuestión nos dice que hay un sector que paga impuestos (las clases medias, medias altas y altas) y otro segmento que vive de los que pagan impuestos (las clases populares). Y esa falsedad la repiten hasta creerse sus propias mentiras.
De la falacia emergen toda clase de insultos: los más pobres son unos mantenidos que viven de los subsidios que son financiados con los impuestos que pagan los ricos.
Y se evidencian también las distorsiones de la realidad.
Veamos lo más inmediato. ¿Los pobres no pagan impuestos? ¡Falso! Las personas de bajos ingresos sí pagan impuestos. Cada vez que compran zapatos, ropa, útiles escolares, platos, cubiertos, sillas, mesas, camas, etc., pagan IVA automáticamente al hacer sus compras. Cada vez que compran refrescos en la tiendita de la esquina les cobran el IEPS correspondiente. Cada vez que reciben su salario, ya está descontado el ISR. Cada vez que tienen que declarar como locatarios de un mercado público, o un pequeño comercio establecido, deben pagar ISR. Cada vez que les llega su cheque quincenal del centro de trabajo, ya está descontada su cuota al IMSS o al ISSSTE. Es más, la mayor parte de la masa tributaria ha venido históricamente de las clases trabajadoras y populares.
Ahora bien, ¿las clases medias-altas y altas no reciben subsidios? ¡Falso! Hay numerosos subsidios que benefician a las clases medias. Por ejemplo, el subsidio a la UNAM y las universidades públicas. Y a la educación pública en general. El subsidio al transporte público. El subsidio al servicio de agua potable. Las becas para estudiar en universidades privadas. Las transferencias monetarias universales. Etc.
Pero los subsidios más elevados son los que han beneficiado a las clases más altas, no a las clases populares ni siquiera a las clases medias. Pensemos por ejemplo en la condonación fiscal, que permitió a los más altos contribuyentes dejar de pagar 400 mil millones de pesos de impuestos en una década. O pongamos el caso del Fobaproa, que constituyó un subsidio de más de 700 mil millones de pesos a los banqueros.
Pero más allá de impuestos y subsidios, tácitos y formales, hay una cuestión de mucho más fondo que tiene que ver con la creación de riqueza y con la forma en que esta se distribuye.
Deberíamos preguntarnos cómo es posible que un trabajador que dedica cuarenta años de su vida a crear riqueza termine sus días en la miseria.
El trabajador recibe un sueldo muy inferior a su aportación productiva. Crea riqueza pero no se beneficia de la riqueza que creó. Puede hacer muebles, automóviles, casas, edificios, etc., sin que esos bienes puedan ser suyos jamás. Todos los días en la Ciudad de México se observan ríos inmensos de gente humilde que sale de sus casas para crear riqueza y vuelve a sus hogares tan pobre como salió.
¿Qué nos dice esto? ¿No son todos ellos los que están subsidiando a los más ricos con sus bajísimos sueldos? ¿No es justo acaso que reciban subsidios (que apenas llegan al 1.0 por ciento del PIB) y que aspiren a recibir aún más?