Despertador

Izquierda y derecha en Octavio Paz

Octavio Paz diagnosticó: “Una de las carencias más graves de México y de América Latina: la inexistencia de una tradición socialista democrática".

El autor es Senador de la República

Me gusta la obra de Octavio Paz. Su lenguaje es bello y sus ensayos, brillantes.

Lo he citado muchas veces. En 1991, en un artículo en el que apoyo sus críticas a los dogmas de la izquierda. En 2001, al hablar de zapatismo, cuando los indígenas del EZLN arribaron a la máxima tribuna de la nación. En 2009, en mi libro Las claves de AMLO. Además, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal que me tocó presidir, le entregó —post mortem— la Medalla al Mérito Ciudadano en 1998.

No coincido con todo lo que dijo e hizo. Pero eso no me impide reconocer la validez de muchas de sus ideas y los gestos que tuvo.

Acudió al Congreso de Escritores e Intelectuales en la España Republicana de 1937, junto con Carlos Pellicer, Juan de la Cabada, Silvestre Revueltas, José Chávez Morado y otros. Se separó del cargo de embajador en la India como respuesta a la represión del 2 de octubre de 1968. Condenó el golpe de Estado en Chile en 1973. Acompañó a Julio Scherer García en su gran aventura de periodismo libre.

Al criticar el golpe a Excélsior en 1976, en la revista Vuelta, lamentó la ausencia de verdaderos partidos políticos en México:

"Los de izquierda no han podido unirse ni, lo que es más grave, han sabido elaborar un programa de veras nacional que, simultáneamente, sea viable y corresponda a la realidad real de México. La izquierda está paralizada por una tradición dogmática y por su pasado stalinista. La derecha no existe, al menos como pensamiento político. Hay que repetirlo: nuestra obtusa derecha no tiene ideas sino intereses...El hecho de que el PAN no haya postulado un candidato en las recientes elecciones presidenciales es una muestra no sólo de su crisis interna sino de su impotencia ideológica".

En 1977 reiteró en una entrevista con Julio Scherer en Proceso: "La izquierda constituye la opinión ilustrada (a la derecha no le interesan las ideas y los debates le producen dolor de cabeza)".

Ese mismo año escribió en Vuelta: "Los españoles vivieron cuarenta años bajo la tiranía de Franco y hoy salen a la superficie el Partido Socialista Español, el segundo de su país, y el Partido Comunista, respetado y maduro.

(...)

No deja de ser desconcertante que, a pesar de que fue fundado hace medio siglo, no exista todavía un Partido Comunista fuerte y con un programa realmente mexicano...Más desolador aún es que no exista un auténtico movimiento socialista independiente...y con un programa que conjugue la democracia política con las reformas sociales y económicas".

En 1978, en su maravilloso ensayo El Ogro Filantrópico, Paz abundó:

"El PRI no es un partido que ha conquistado el poder: es el brazo político del poder".

"Hoy el PAN es más débil que hace 15 años".

"El Partido Comunista mexicano, a pesar de que fue fundado hace más de cincuenta años...es una agrupación pequeña, con nula o escasa influencia entre los trabajadores".

Diagnosticó: "Una de las carencias más graves de México y de América Latina: la inexistencia de una tradición socialista democrática".

Y propuso: "dividir al PRI. Tal vez su ala izquierda, unida a otras fuerzas, podría ser el núcleo de un verdadero partido socialista".

Estas citas expresan la lógica del pensamiento de Paz. Lamenta la falta de verdaderos partidos políticos. A la derecha la ve como la expresión de intereses sin ideas. Y a la izquierda la mira con esperanza; le exige sacudirse de dogmas y la alienta a unirse para ser una opción viable. "Hay que acercarse a la realidad con humildad. Necesitamos elaborar programas que correspondan a nuestra historia", dice.

A la luz del tiempo, podemos ver que la izquierda se unió, se apoyó en la historia de México y rompió con los dogmas que le impedían ser mayoría.

Sin embargo, la derecha, aunque creció, no pudo elaborar pensamiento; nunca dejó de ser una coalición de intereses económicos que, con un discurso oscurantista como el de Enrique Krauze, infunde miedo al estilo del cacerolismo chileno de los años setenta.

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