El debate relacionado con la aprobación del paquete fiscal, especialmente lo vinculado a los ingresos públicos, evidenció a una oposición atrapada en sus contradicciones económicas históricas.
Les escuchamos decir que, para sostener el gasto social, la obra pública, las necesidades cotidianas, debe haber una reforma fiscal, es decir, un aumento general de impuestos, tal como lo han dicho en cada sexenio. Sin embargo, al mismo tiempo, les oímos demandar que bajen las tasas de los impuestos, específicamente el IVA y el Impuesto Sobre la Renta. Es decir, por un lado proponen alzar impuestos para aumentar los ingresos y por otro lado plantean bajar impuestos, lo que disminuiría los ingresos.
Pero no es la única contradicción. La oposición también ha dicho en días recientes, al mismo tiempo, en los mismos discursos y documentos, que hay que disminuir impuestos y subir las participaciones a los estados. O sea, tener menos ingresos pero más gastos, simultáneamente.
Sin embargo, hay algo que no dicen expresamente: la salida que en realidad sugieren los opositores es promover una estrategia de endeudamiento. Así se tendrían recursos inmediatos para responder a sus presiones y a las de sus patrocinadores, pero se provocaría una crisis en un plazo no muy largo. Y para pagar capital e intereses a los nuevos acreedores tendrían que aumentar los impuestos al final del día. Además un endeudamiento renovado resucitaría el riesgo de imponerle al país las líneas de política económica desde el exterior.
Hemos escuchado entonces un desfile de ideas que ya probaron su ineficacia y que llevarían al país a la crisis.
Así sucedió con los gobiernos populistas del PRI de los 70, pero también con los gobiernos del PRIAN en la etapa neoliberal.
Las recetas de la oposición no son soluciones. Son bombas de tiempo que llevarían irremediablemente a crisis, no al crecimiento ni al desarrollo. Ni siquiera a la estabilidad.
Pero además, ¿con qué cara hacen sus planteamientos de reducir impuestos?
En el gobierno de Ernesto Zedillo hubo una reforma fiscal, aumentaron el IVA del 10 al 15 por ciento.
Con Vicente Fox hubo una reforma fiscal. Querían ponerle IVA a medicinas y alimentos, no pudieron porque la gente lo impidió, pero aumentaron el ISR y crearon otros impuestos.
Con Felipe Calderón hubo otra reforma fiscal, crearon el IETU, crearon los impuestos sobre depósitos bancarios y otros más. Y empezaron los gasolinazos.
Con Enrique Peña Nieto hicieron otra reforma fiscal y aumentaron los impuestos especialmente contra las clases medias, eliminando el viejo régimen de pequeño contribuyente. Y continuaron los gasolinazos.
Y al mismo tiempo, estos gobiernos incrementaron el endeudamiento del país.
Fueron cuatro sexenios de aumentar impuestos y endeudamiento. Y ni así resolvieron problemas fundamentales.
En contraste, la estrategia planteada por el gobierno actual es sensata. Hay estabilidad de los indicadores macroeconómicos: inflación, paridad peso-dólar, déficit interno, deuda, ingresos y otros.
Se plantea tener más ingresos, pero no a costa de endeudamiento ni de nuevos impuestos o incremento en términos reales de los existentes. La estrategia se basa en mayor eficacia fiscal. Gracias en parte a la eliminación de la condonación fiscal y la penalización de la facturación falsa, los grandes contribuyentes ya están pagando los impuestos que les corresponden.
Se propone que sigan avanzado las políticas sociales y las grandes obras públicas, pero sin pegarle al sector productivo y al consumo a través de nuevas cargas fiscales.
Por eso, el paquete fiscal es un acierto: no hay nuevos impuestos ni estrategias de nuevos endeudamientos. En cambio se garantiza la disciplina en el gasto, así como la protección de la política social y la inversión en obra pública; y la certidumbre fiscal para empresas y consumidores.