Despertador

Moderados y puros (I)

El papel de los puros o radicales fue clave para tener Constitución en 1857 y Leyes de Reforma tres años después. Si el destino del siglo XIX mexicano hubiese quedado en manos de los moderados hoy no habría separación iglesia-Estado.

El autor es Senador de la República

La prensa conservadora está tratando de dividir a Morena en dos bandos: uno conformado por "moderados" y otro por "puros" o "radicales". Alienta el prejuicio de que ser moderado es bueno y ser puro o radical es malo, muuuuy malo.

Sin embargo, la historia de México nos dice otra cosa.

En su clásico libro "La Constitución y la Dictadura", Emilio Rabasa rememora la actuación y el papel de los liberales moderados y de los liberales puros en el Congreso Constituyente de 1857:

Se llegó "a tener por dogma indiscutible, que cada uno de los diputados al Congreso Constituyente fue un liberal acabado y un patriota insigne...afirmaciones sin verdad ni justicia".

"La falta de interés patriótico de muchos de sus miembros podía dejar incompleta la obra en que se fundaba la salvación de la República".

Rabasa se refiere al faltismo constante de los moderados a las sesiones del Congreso: "...cincuenta y seis diputados que veían el peligro suscitaban un compromiso de honor para permanecer reunidos hasta terminar la Constitución; pero se necesitaban setenta y nueve para el quórum".

Cita a Mata: "Falta por desgracia la conciencia del deber...No se exige a los diputados un gran sacrificio; permanecer en el salón diez o doce horas". Y a Zarco: "...cuando hay quórum, hay quienes desaparecen como si estuvieran jugando a escondidillas".

Sin embargo, el día que se discutió el artículo sobre libertad de cultos sí hubo quórum. ¡Los moderados, siempre ausentes, llegaron a votar...pero en contra! "Para combatir los principios progresistas siempre había quórum", afirma Rabasa. Y agrega: "Los moderados de la comisión, según las palabras de Arriaga, 'vieron con indiferencia la Constitución del país. Algunos señores apenas concurrieron; hubo uno que no asistió a una sola discusión; uno asistió una sola vez' ".

Arriaga "reprochó a la Asamblea el haber desechado 'todas las ideas capitales del partido progresista' (...) una Asamblea en que el espíritu moderado predominaba visiblemente".

Y cita a Zarco: "...no se ha conquistado ningún principio importante. Las relaciones entre la Iglesia y el Estado quedaron como antes".

Años antes, en un texto titulado "Mis quince días de ministro", publicado en el periódico La Revolución en 1856, Melchor Ocampo ya decía lo siguiente: "para ellos (los moderados) nunca es tiempo de hacer reformas. Considerándolas siempre como inoportunas o inmaduras; o si por rara fortuna las intentan, solo es a medias e imperfectamente".

Por su parte, el politólogo Arnaldo Córdova afirma:

"De ningún modo se puede decir que la Constitución del 5 de febrero de 1857 resuma el pensamiento constitucional del liberalismo (...) no incluyó muchas de las propuestas que hacían los más radicales del movimiento, los puros".

Sigue Arnaldo: "La Guerra de los Tres años, sin embargo, cambió la correlación de fuerzas en el campo liberal y acabó con la hegemonía de los moderados (...) Siendo más radicales y revolucionarios de lo que era la Constitución, las Leyes de Reforma fueron aplicadas, en realidad, en oposición a aquélla, hasta que en 1873 fueron declaradas leyes constitucionales y, con ello, pasaron a formar parte integrante de la Constitución".

"La victoria de los radicales, en cierto sentido, puede decirse que fue la victoria de las Leyes de Reforma sobre el texto moderado, limitado y ambiguo de la Constitución de 57: las propuestas revolucionarias del liberalismo quedaron incorporadas a la Constitución...", concluye Córdova.

Como podemos ver, el papel de los puros o radicales fue clave para tener Constitución en 1857 y Leyes de Reforma tres años después. Si el destino del siglo XIX mexicano hubiese quedado en manos de los moderados hoy no habría separación iglesia-Estado, ni libertad de cultos ni registro civil.

Gracias a los radicales o puros, hoy los mexicanos gozamos de las libertades que brinda un Estado Laico. Lejos están de ser los malos de la historia. Por el contrario, han sido motor de los cambios políticos y jurídicos del México moderno.

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