Despertador

Yo no olvido al año viejo

México está cambiando. La era del abuso, la censura, la represión, el fraude, el saqueo y la crisis, está quedando atrás.

Escribo este mi primer artículo del 2020 con la mirada optimista de un observador critico de la vida política nacional que ha visto pasar decenas de años con inicios trágicos, dramáticos o tristes.

Veo con satisfacción el transcurrir del primer año de un proceso de cambio que el país reclamaba desde hace décadas.

Hago los contrates entre el pasado reciente y el presente —contrates tan rechazados y hasta exorcizados por los opositores actuales— e incluso siento alegría por mi país.

Al tiempo que escribo mis opiniones, otros expresan puntos de vista totalmente contrarios a los míos. Hay libertad de expresión. Una libertad de la que nunca habían gozado plenamente los diarios, la radio y la televisión.

Antes el gobierno pagaba para que los medios dijeran lo que quería oir. Y pagaba mucho. Hoy el gobierno no paga ni a medios ni a periodistas.

El 2 de octubre de 1968 ningún medio de comunicación informó que se había masacrado a los estudiantes. El periodista más influyente dijo: "hoy fue un día soleado".

Hay libertad de expresión y hay libertad política. Los opositores marchan contra el gobierno y nadie, desde el gobierno, se los impide. Los que ayer pedían prohibir las marchas, hoy marchan, ejercen sus derechos sin cortapisas. Los que ayer aplaudían la sangrienta represión contra los manifestantes del 10 de junio de 1971 o contra los inconformes de Atenco en 2006, hoy pueden marchar sin que granaderos o halcones se los impida.

El gobierno federal no encarcela opositores, no asesina a luchadores sociales, no desaparece a quienes enfrentan al Estado. No hay Dirección Federal de Seguridad, ni Dirección de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, ni Centro de Investigaciones para la Seguridad Nacional. Es decir, no hay policía política.

Hay democracia. Las elecciones transcurren libremente, sin que el gobierno las intervenga. No hay robo de urnas, ni caídas del sistema, ni recuentos negados. No hay fraude electoral organizado por el gobierno federal.

Hay austeridad. El costo económico del poder político disminuyó. Da gusto ver a un Presidente que viaja como un pasajero más en avión comercial. Sin ocho mil guardias cuidándole las espaldas.

Todavía se recuerdan aquellos aviones de redilas que transportaban a decenas y decenas de acompañantes a las giras presidenciales, a costa del erario. Viajes de 10, 20 ó 100 millones de pesos.

Aún hay memoria del uso discrecional de una partida secreta del Presidente.

No es frecuente que los propios altos mandos del Estado recorten sus propios ingresos, prestaciones y privilegios.

Hay un renacimiento del tema del bienestar social. Por increíble que parezca, el salario mínimo crece muy por arriba de la inflación. El salario general crece por arriba de la inflación. Y se dispersan por todo el territorio nacional transferencias económicas a 30 millones de mexicanas y mexicanos. Jóvenes, estudiantes, personas con discapacidad, personas adultas mayores, personas del campo, ven fortalecidos sus ingresos y su capacidad de consumo.

No hay privatizaciones. No hay funcionarios entregando bienes nacionales.

En más de una década, por vez primera no aumenta el precio de las gasolinas. No hay gasolinazos.

No se permite el robo de combustibles. No hay huachicol.

No se autorizan las condonaciones fiscales. No se permiten las facturas falsas.

Y además de todo: no hay más deuda pública. No aumentó la inflación. No se devaluó el peso. No aumentaron los impuestos federales.

El jefe de la policía no es jefe de la delincuencia.

México está cambiando. La era del abuso, la censura, la represión, el fraude, el saqueo y la crisis, está quedando atrás.

Es por todo eso que "yo no olvido al año viejo", porque le ha dejado al país, cosas muy buenas.

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