Hay semanas que acaban más rápido que lo que uno quisiera y días que parecen nunca terminar.
No es casual que digan los que saben que el tiempo es algo continuo en donde los eventos suceden uno tras otro desde el pasado inmediato hacia el futuro. Es un presente fugaz en el que hacemos cosas que aspiramos a que resulten útiles y productivas. El tiempo tiene una relatividad a la carga de asuntos en nuestras manos.
Muchos miden sus tiempos en horas asignadas o días consumidos. Y es un buen comienzo para quien pretende ordenar su actuar en varias pistas y en la perpetua presión por el avance en cierta dirección. No hay persona que no deba cumplir con ‘n’ fechas fatales.
Pero el homo economicus –incluso si dispone de voluntad enfocada y disposición infinita– no tiene una carga energética inagotable. Los asuntos, tareas y pendientes emergentes deben ser gestionados en términos de nuestra disponibilidad energética.
¿Qué debe observar aquél que aspira a administrar su energía para lo que le es prioritario o necesario en algún momento? Aquí tres consideraciones para la reflexión:
1) Cada asunto tiene sus propio tiempo.- Con independencia de su magnitud o complejidad, cada cuestión transita en su propio carril y está sometida a etapas, vencimientos o requerimientos para su maduración. Ni la ansiedad de desempeño es buena idea, ni la evasión de lo complejo o delicado resuelve.
Cuando un tema llega a tu esfera de actuación, así como es relevante asignar los recursos adecuados y proporcionados para su gestión, hay que despejar los tiempos relativos (expectativa incluidas) que cada tema exige para su procesamiento o resolución.
2) El óptimo energético es cuando entramos en flow.- El concepto lo acuño el psicólogo húngaro estadounidense Mihály Csíkszentmihályi. Se refiere al estado que alcanzamos cuando no encontramos totalmente centrados en el disfrute de la actividad que estamos realizando. En ese momento, acciones y pensamientos fluyen sin pausa y la actividad o tarea es intrínsecamente gratificante.
Es el óptimo del enfoque. Es la materia prima del desempeño en una de sus mejores expresiones posibles y es un estado en el que, si bien hay un consumo relevante de energía, tienes control sobre el esfuerzo y desaparece la sensación de fatiga.
3) Los ciclos productivos requieren ruptura intelectual.- Un momento de pausa para refrescar la mente, oxigenar el cuerpo y cambiar de posición, pero también para permitir una aproximación fresca a la revisión de avances, el repensamiento de temas o la confirmación de decisiones.
Hace tiempo le escuché a la escritora Jill Begovich que los buenos textos, como el buen vino, “hay que dejarlos reposar”. Extrapolando el argumento, hay comunicaciones, decisiones, revisiones o proyectos que deben de gozar de un reposo mínimo, aunque sea sólo overnight.
Y sí, hasta el más talentoso, dedicado y comprometido requiere tiempo para descansar y para despejar la mente. Necesita momentos que le permitan refrescar cuerpo, mente y espíritu. Pero cada quien debe encontrar sus formas de lograr esos ciclos de recarga y de renovación.
La administración de la energía es un ingrediente básico de la gestión del valor. Implica decidir a qué le dedicamos talento y disposición y qué deberemos delegar profesionalmente, relegar estratégicamente o evitar responsablemente. Y es que cuando todo es prioridad, nada es prioridad.
Afirman los físicos que aquello que está en inercia enfrenta la dificultad de modificar su estado de movimiento. Por ello, aunque parezca contraintuitivo, el foco energético no está en la contabilidad de los minutos, sino en la selección de los eventos.