¿Por qué nos sentimos atraídos a trabajar con ciertas personas? Si tú eres la cabeza, ¿qué hace que ciertos colaboradores estén puestos para dar más del mínimo necesario? Incluso, ¿qué posibilita que nos toleren ciertas cosas que a otros no les tolerarían? Quien tiene más de uno en su tramo de control directo aprende rápido que no es sólo el paquete de compensación. Eso ayuda, pero no resuelve. Tampoco la personalidad lo es todo. Hay quienes trabajan por años con personas de carácter difícil y quienes dejan a jefes ‘buena onda’.
Y aunque la estatura profesional o un alto nivel de reconocimiento público nutre las posibilidades, no es condición suficiente para que ciertas personas consideren que están haciendo un buen uso de su vida profesional trabajando en tu entorno. Se necesita nutrir el magnetismo productivo.
Son varias las cosas que pueden favorecer la fuerza de atracción profesional, pero aquí tres que he visto consistentemente en la interacción con muchas personas de primerísimo nivel:
1) No es presumir lo que se sabe, es estar dispuesto a transmitirlo.- El respeto al conocimiento profundo de determinada materia o industria favorece un buen inicio de una relación productiva, pero la disposición a compartir, a enseñar o a orientar tiende a ser un imán de fuerza profunda.
Consejos tan meditados como personalizados, aportación de perspectivas que complementen el juicio o preguntas que despierten ángulos que un colaborador no había visto son muy, muy apreciados. Y en mejor expresión, el respeto al mayor conocimiento del otro cuando la conversación lo requiera.
2) Ser duro con los problemas, pero respetuoso con las personas.- Nadie nacemos sabiendo todo lo necesario para toda situación profesional. Las personas necesitamos empujones por momentos, correcciones en determinadas situaciones e, incluso, sacudidas que posibiliten reflexiones y nuevos pensamientos.
Pero la fuerza de atracción profesional se intensifica cuando alguien puede ser exigente, o retador perpetuo, pero al mismo tiempo siempre respetuoso y considerado con el colaborador. Y es que, en el fondo, se busca provocar que contigo sean mejores profesionistas y que evolucionen en positivo en su quehacer práctico.
3) Las personas hacen lo que hacen porque son como son.- Y si bien un buen liderazgo puede resultar un agente de cambio para muchos, ello no elimina que cada persona es como es y no como quisieras que fuera. El kilometraje tiende a respetar a cada colaborador o directivo con sus cualidades evidentes y notorios defectos.
Se puede pedir, incluso exigir, una gestión distinta de temas o decisiones. Se pueden estrechar o ampliar los espacios para la delegación de decisiones, pero no se puede pedir que las personas vayan contra su esencia y su naturaleza. La esperanza o la buena fe no eliminan la realidad objetiva.
Hay momentos idóneos para estar en ciertas organizaciones y hay circunstancias que favorecen estar frente a personas de gran capacidad profesional y/o de altos vuelos. Como suelo afirmar en mis espacios profesionales, es apoteótico cuando se junta el hambre profesional con las ganas de pulir talento. No obstante, no siempre es así. Más de uno, en distintos espacios, se pregunta ahorita si vale la pena seguir trabajando junto a cierta persona. Se cuestionan si están haciendo el mejor uso posible de su costo de oportunidad o si haría sentido explorar estar en otros lugares.
Y cuando ese dilema surge, no siempre es el paquete de compensación lo que hace a alguien se quede o marche. Más frecuente de lo que a veces se advierte, muchos simple y llanamente queremos seguir trabajando con quien trabajamos. Y eso, jóvenes ilustres, es la mejor expresión de magnetismo productivo.