Gestión de Negocios

La neofilia corporativa y la ausencia de un saludable escepticismo

Sólo liderazgos hábiles pueden promover y entusiasmar sobre mejoras marginalmente positivas sin desarreglar lo que está funcionando bien.

El aroma de un auto recién salido de la agencia. El sonido de apertura de un objeto esperado. El ánimo que provoca un viaje primerizo al evento global de alto vuelos en tu industria. Hay algo de mágico en la aproximación a lo nuevo.

En las organizaciones existe una perpetua búsqueda a la primicia. A la invención deslumbrante. Al descubrimiento inteligente. En la obligación de mantener la competitividad, las empresas reconfiguran, re-empaquetan, rediseñan e innovan. Pero existe el riesgo de que se enamoren de lo nuevo como la panacea de su existir.

En su definición más simple, la neofilia es el amor a la novedad. En su expresión consumista es el afecto ilimitado a todo lo nuevo. Y en su efecto conductual es el deseo y búsqueda de lo nuevo sin control.

¿Cómo reconocer que en nuestro espacio se ha acomodado cierta dosis de neofilia corporativa cuestionable? Aquí tres criterios para la identificación autocrítica:

1) La novedad se presenta como buena en automático.- Lo que sea que se presenta para ser autorizado e implementado se argumenta como correcto porque es “la primera vez que se va a hacer algo así”. ¿Suena? “Es lo de hoy”, o mejor aún, “es el futuro”.

Y esto puede ser cierto, pero es un problema cuando -sin juicio previo o ponderación de méritos- la idea se convierte en imposible de evaluar por sus efectos, a riesgo de ser el defensor de lo antiguo o el statu quo.

2) Sólo lo nuevo detona entusiasmo.- En más de un espacio productivo, la actividad calibrada y rutinaria que genera resultados medidos aburre. Y sólo liderazgos hábiles pueden promover y entusiasmar sobre mejoras marginalmente positivas sin desarreglar lo que está funcionando bien.

No obstante, en su peor expresión posible, cuando los equipos buscan compensar por excesos caen en la terrible circunstancia en donde sólo las nuevas iniciativas les entusiasman. Todo lo que suene a “lo que hacemos” tienden a descalificarlo actitudinal o verbalmente, aunque esté ofreciendo resultados continuos.

3) La acción le gana siempre el espacio a la reflexión.- Y es que la hiperactividad organizacional tiende a ser celebrada en más de un lugar. Para fortuna de muchos, los clientes llaman y sus temas demandan. Nos llenamos de quehacer y de interacciones internas cruzadas.

Y se quiere ejecutar no sólo más, sino más acciones nuevas. Subrayo, más en sí mismo y mejor si son más cosas nuevas. ¿Y a qué hora pensamos si esa idea es conveniente? ¿A qué hora evaluamos si lo nuevo resulta o resultó realmente mejor que lo que se tiene o tenía?

En cada negocio se debe gestionar un equilibrio con tanta astucia como inteligencia. Hay cosas que hay que dejar de hacer. Habrá otras que se deberán mantener con renovaciones quirúrgicas y bien pensadas. E inevitablemente, existirán nuevas ideas a ponderar e instrumentar. Todo ello, mantiene o encuentra los caminos para la rentabilidad continuada.

Es un riesgo que la neofilia se convierta en el estimulante emocional exclusivo de una corporación. No es buena idea enamorarse de lo nuevo porque es nuevo solamente. Hay etapas donde corresponde dejar madurar lo que ya se tiene y otras en donde hay que sacarle jugo hasta el último activo antes de declararlo viejo o inútil.

Bien le escuché decir alguna vez al filósofo español José Carlos Ruiz: en la vida como en la empresa, “hay que tener un saludable escepticismo a la novedad”.

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