Agendar un viaje, preparar con tiempo el destino -solo o acompañado-, son los pasos naturales de un tipo de vacación que aspira a producir un rompimiento temporal en la intensidad de una vida nutrida de obligaciones profesionales, gremiales y familiares.
Y claro. Uno puede aspirar a meterle kilómetros a la aventura o potencia presupuestal a las aspiraciones cuando se quiere lograr un paréntesis de gran envergadura. Sin embargo, cualquier vacacionista integrado con los negocios o asuntos diversos que exigen un debido seguimiento, enfrenta, vaya a donde vaya, dilemas en la desconexión intencionada.
En su definición más técnica, desconectar es suprimir la comunicación eléctrica entre un aparato y la línea general. En el mundo laboral, se usa el término cuando una persona elimina su interacción con los asuntos cotidianos de las organizaciones de las que forma parte para poner su mente al servicio de la distracción, el descanso y el placer.
¿Cómo lograr la desconexión real cuando la información está en la más mínima notificación o aplicación disponible en tu teléfono inteligente? Aquí tres puntos para una reflexión de verano:
1) Avisa a tirios y troyanos que estarás fuera de línea.- Sin detalle extremo, pero tampoco con pena y con la claridad que cada ecosistema necesite. Y en lugar de pedir que te reporten, tal o cual cosa con cierta frecuencia, establece los criterios para que puedan ejecutar o decidir lo práctico en tu ausencia.
La tentación de la excepcionalidad siempre estará presente. Un cliente que argumenta urgencia o un colega que alude complejidad temática hace aflorar el sentimiento de indispensabilidad. Y cuidado. Aunque te digas ‘sólo me toma un instante’, leer o responder rompe desordenadamente el momento de desconexión.
2) Si te decides conectar, hazlo por periodos tan ordenados como limitados.- ‘Botanear’ información de trabajo durante una vacación es la mejor receta para desordenar la línea de operación en tu ausencia. A eso súmale el que no permite que tu mente se enfoque 100 por ciento en el esparcimiento.
Si te lo piden o lo juzgas estrictamente necesario, establece un horario y espacio para una reconexión temporal y espaciada. Coordínalo con tus compañeros de viaje y tu equipo de trabajo para que todos sepan que sólo estarás en línea un tiempo perentorio atendiendo lo estrictamente necesario.
3) Invierte tiempo para meditar cuestiones de mucho fondo.- Si tu mente mantiene asuntos en el cajón de los pendientes, asigna momentos para ‘darle vueltas’ a lo sensitivo o aquello que conviene mirar desde varias perspectivas y sin prisa.
En el café mañanero o en silencio del fin de una jornada, resérvate para reflexionar temas, no desde la preocupación, sino desde el pensamiento profundo y constructivo, y toma notas para momentos futuros de decisión.
En el mundo de lo deseable, una desconexión vacacional es una pausa en el camino. Y aunque es inocente pensar que tu mundo profesional no seguirá en su ritmo normal, es incorrecto asumir que, porque viajas con un teléfono inteligente o tu tablet, estás obligado a responder asuntos que, las más de las veces, o pueden esperar o pueden ser bien delegados o temporalmente pospuestos.
La conectividad global alimenta la tentación de abrir mensajes, correos electrónicos, reportes o archivos hasta en el elevador de un museo o en medio de un buen desayuno familiar. No es un asunto de millas o sellos en el pasaporte, es un tema de orden personal y de desconexión intelectual.
Y es que -bien dicen los que saben- no hay mejor pausa vacacional que aquella que libera espacio en la mente para el ocio saludable y que nutre de energía un cuerpo que sabe bien trabajar cuando le corresponde, y bien descansar cuando le toca.