Los directivos debemos perfeccionar nuestra relación con la incertidumbre.
Y es que lo incierto no es ni bueno ni malo por definición. Simplemente es un estado de las cosas.
Es lo opuesto a la certeza –que tanto reconforta a los más– pero resulta la realidad de empresas e individuos cada vez que no pueden predecir o garantizar un cierto desenlace o resultado.
El mes pasado coincidí en Montreal con la futuróloga April Rinne, autora del libro ‘Flux: 8 superpowers for thriving in constant change’. Su texto promueve una forma de ver consistentemente el cambio como aliado y no como amenaza perpetua.
Como sustantivo, la palabra ‘flux’ (en inglés) significa inestabilidad y cambio constante. Como verbo, causar o aprender a convertirte en fluido.
¿Qué ideas fuerza sustentan la navegación en ‘modo flux’ de un mundo como el actual? Aquí tres para la reflexión directiva:
1) Los seres humanos tienden a amar los cambios explícitamente elegidos.- No los inesperados o los forzados. Y en las organizaciones, mucha de la diferencia está en la forma con la que se presentan o explican hechos, planes o situaciones a tirios y troyanos.
Gran parte del talento de quienes encabezan esfuerzos colectivos está en desdoblar los asuntos críticos asertiva, profesional y sensitivamente. Bien suele decir el exCEO de Microsoft MX, Juan Alberto González: “no siempre puedes ofrecer certidumbre, pero sí puedes brindar claridad”.
2) Las personas tienden a clasificar sucesos y cosas entre el miedo y la esperanza.- Es la reacción intuitiva que emerge frente a circunstancias o contextos desconocidos o, lo que es peor, acontecimientos parcialmente revelados o no entendidos del todo.
Y sí. Hay cambios que ofrecen más margen de actuación o menos margen de maniobra pero, por definición, todos –por complejos, conocidos o nuevos que parezcan– brindan a cada ser humano la oportunidad de decidir cómo se quiere aproximar a la realidad que los está detonando: ¿la asimila o la evade?
3) Todo cerebro se satura cuando recibe toneladas de información instantánea.- Cada mente y cada personas recibe entrenamiento distinto para procesar información. Cuando esa preparación se confronta con una realidad que supera nuestra capacidad de comprensión, sufrimos de indigestión intelectual instantánea. Nos bloqueamos, diría mi abuela.
Las situaciones robustas y complejas requieren esfuerzos extraordinarios para no saturar la posibilidad de procesar el asunto y normalmente exigen algo de tiempo para digerir hechos, emociones e interrogantes naturales antes de pasar al accionamiento intencionado.
Vivir en ‘flux’, explica Rinne, es dominar el arte de fluir sin incomodidad en circunstancias desconocidas o fuera de control pleno, en claro contraste con la tendencia a permanecer inmóvil o huir cuando se está frente a hechos inéditos o niveles de visibilidad reducida.
Quien decide gestionar su empresa en ‘flux’, aprende a estar al 100 por ciento en ese algo necesario o vital (‘all in’ como dirían los americanos), aun y cuando no se conozcan las etapas o respuestas precisas que la situación específica que se navega requiere o pueda requerir en cierto futuro.
Hoy, el mundo no está ni para titubeos, ni para escapismos irresponsables. La velocidad de transformación y afectación obliga al enfoque y a la conjunción de talento y carácter para instrumentar ajustes estratégicos que muevan las compañías en la dirección buscada.
¿Qué el mundo está caótico? Pues vale la pena recordar lo que afirma April en sus conferencias: “sólo porque percibas el futuro caótico, no significa que tu aproximación a ese futuro tiene que ser así”. Y es que siempre hay la oportunidad fluir, con serenidad, en el mayor control a nuestro alcance y, sobre todo, en ‘modo flux’.