Hay quienes no pueden con ella. Los descompone, los perturba y elimina en grado relevante su capacidad para responder a situaciones tensionadas.
Las organizaciones tienen ritmos y están diseñadas para operar en supuestos y contextos. Cuando algo se sale de sus parámetros, no tardan mucho en alterarse sus procesos multifactorialmente. Las tareas se presionan, se desvían o se hacen mucho más complejas. Los ‘outputs’ se ponen en riesgo o se colapsan y casi todos estados emocionales se alteran. Nada más retador que resolver asuntos bajo presión.
En su definición más simple, trabajar bajo presión es la capacidad de un individuo u organización para ejecutar labores en condiciones indiscutiblemente desfavorables. De hecho, la presión se expresa tanto en el grado de dificultad de cierta actividad en sí misma, como en el tiempo que se dispone para su ejecución.
¿Qué destaca en las personas que se crecen en entornos de presión circunstancial y que los hace brillar en momentos comprometidos? Aquí tres rasgos para la reflexión directiva:
1) No paralizan decisiones.- Por elevación de riesgos explícitos, por duda de costos o efectos concretos o simplemente por miedo a la reacción de sus superiores o pares, quien sabe trabajar bajo presión no detiene las decisiones que haya que tomar en el ámbito de su responsabilidad.
La toma de decisiones es un músculo gerencial y directivo que se va desarrollando en ámbitos de operación regular, pero se masteriza en momentos de presión indiscutible. ¿Y si me equivoco? Suelen preguntar los novatos. “Pues vuelves a decidir”, afirmamos los experimentados.
2) Reasignan prioridades con inmediatez.- Cada minuto de nuestra agenda, cada tarea a la que asignamos energía y cada asunto al que dedicamos recursos limitados deben responder a una valorización productiva y de resultados necesarios. La ponderación de eso y más, arroja priorizaciones dinámicas.
Si cada hora vamos ponderando qué requiere nuestra atención inmediata o nuestra concentración enfocada, los asuntos que emergen en entornos de alta presión obligan a la subordinación rápida de cosas menos relevantes. Dicen los que saben que, cuando todo es prioridad, nada es prioridad.
3)Actúan con la velocidad relativa al momento.- En las empresas, los tiempos se miden en función a los resultados intencionados. Hay cosas que exigen velocidad e impulso explícitos y temas que requieren decantación o espera paciente. En cualquier caso, el ritmo a imponer es un asunto de calibración continua.
Y así como los negocios son una carrera de caja contra tiempo, el trabajo bajo presión es un equilibrio de talante contra resultado en donde el tiempo disponible siempre es factor.
Trabajar bajo presión es deporte para iniciados. Además de requerir que tus talentos no se opaquen porque los ojos puestos en tu desempeño crecen, exige un control de las emociones emergentes y una capacidad enorme para procesar la tensión colectiva asertivamente para que nada implosione por arrebatos o dramas evitables.
Quien trabaja bajo presión continua, necesita romper ciclos para no explotar. Requiere descanso disciplinado, pero sobre todo actividades que le permitan liberar la mente y nutrir la distracción.
Si en física la presión se conoce como ‘la fuerza por unidad de superficie’, en la empresarialidad la presión se asume como ‘la descompensación por unidad de normalidad aspirada’. No hay empresa sin complejidad y no existen trabajo de alto nivel sin presiones recurrentes.
Y sí. En ocasiones, cuando la cosa se pone dura, es un privilegio observar personas que dominan el momento, resuelven en minutos críticos y procesan cosas de la más alta sofisticación. Esos individuos brillan bajo presión y normalmente valen cada peso que se les pague.