Gestión de Negocios

Y tú, ¿qué tanto te das tiempo para pensar?

En el mundo de la dirección, pensar equivale a considerar un asunto con particular atención y con detenimiento.

Por juntas rutinarias, por citas promovidas, por problemas que inevitablemente brotan en una organización, o bien por actividades de corte gremial o ceremonial, es infinitamente sencillo llenar el día con 'n' asuntos de sol a sol.

En el mejor de los casos todo es importante. El en peor, todo es reacción a la urgencia o a la agenda de terceros. En ambas hipótesis prevalece la pregunta. A lo largo de cada día, ¿qué tanto el director de empresa se da tiempo para pensar?

En su definición más simple, pensar es formar ideas y representaciones de la realidad en la mente y luego darse oportunidad para relacionar unas con otras.

En el mundo de la dirección, pensar equivale a considerar un asunto con particular atención y con detenimiento. Implica estudiar un tema o una idea con cierto grado de profundidad, asegurándose que se está comprendiendo bien lo que para el caso sea relevante. Pensar implica formarse una opinión propia y preparar argumentos para tomar una decisión con sus respectivas consecuencias.

No todo proceso de pensamiento implica el mismo tratamiento, ni la misma secuencia de tiempos. En la dinámica de los negocios sobran formas de nutrir el pensamiento, pero destaco tres:

Pensamiento endógeno.- Hay temas que requieren ser meditados en el fuero interno. Por diversas razones no deben ser compartidos con terceros o no están listos para ser rebotados con alguien más. Estos asuntos suelen necesitar ser masajeados en la mente (con algunas notas o gráficos) y asentados en el tiempo. Sea que involucren cierta emocionalidad o que impliquen lidiar con riesgos o desenlaces negativos, resulta un proceso privado para lo que se debe alojar privacidad y concentración.

Pensamiento nutrido.- Hay temas que se agotan en la individualidad muy rápido. Requieren ser enriquecidos con datos, contextos, percepciones, evaluaciones y demás para poder ser ponderados en su justa dimensión. Esos procesos de pensamiento se enriquecen con aportaciones –parciales o integrales- de terceros bien elegidos. Sea que demanden recursos y especialidad, o bien que impliquen exigir confidencialidad formal, resultan procesos asistidos que involucran inteligencias y experiencias complementarias.

Pensamiento contrastado.- Hay temas que requieren ser retados, estresados o dinamitados previamente para garantizar la funcionalidad y resultado que se buscan. Obligan a análisis contrafactuales y a revisiones bajo una lógica de confrontación. Obligan a anticipar efectos de toda índole y a prever reacciones en consecuencia. Esos procesos exigen buscar contrapartes incómodas, rijosas o litigantes para rebotar lo necesario e identificar ángulos que no suelen ser apreciados normalmente.

Pensar es una actividad intelectual más disciplinada que compleja. Es la antítesis de la reacción intuitiva. Es un hábito directivo que es normado por la disponibilidad consciente de tiempos para ese propósito.

Quien valora el pensamiento complejo, sabe que se producen efectos distintos cuando se dispone de un tiempo razonable para masajear ideas, proyectos o asuntos. Hay más temas que se afectan por la inmediatez que por dejarlos decantar.

Así que la próxima ocasión en que alguien advierta tiempo disponible en tu agenda y te pregunte qué harás en esa ventana de tiempo, no dudes en responder que lo usarás simple y llanamente para pensar.

Y para quienes quieren exponer mejor en público…

Hablar estructurada y elocuentemente en público es una habilidad que debiera cultivar y masterizar todo director de empresa.

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