Mauricio De Maria Y Campos

El G-20 de Osaka y la ausencia de AMLO

La cumbre del G20 es la oportunidad para que los líderes de las 20 potencias mundiales discutan los problemas planetarios y promuevan sus intereses nacionales por la vía bilateral y multilateral.

Las economías del G-20 representan 85 por ciento del PIB mundial, el 80 por ciento del comercio y dos tercios de la población global. La cumbre anual de sus miembros, enriquecida por la presencia de líderes regionales del mundo en desarrollo, líderes de la ONU, los organismos de Bretton Woods, la OCDE y otros organismos internacionales constituye el foro internacional por excelencia -más allá de la Asamblea General de la ONU- para discutir, acordar y dar seguimiento a los grandes desafíos económicos globales y cada vez más también a otros temas cruciales como la paz y la seguridad, la gobernanza mundial, el terrorismo internacional, los refugiados, el medio ambiente, las cuestiones tecnológicas y las de energía.

La cumbre, que culminó el fin de semana pasada en Osaka, Japón, constituyó una oportunidad particular para que los grandes líderes de las 20 potencias mundiales discutieran brevemente los problemas planetarios y promovieran sus intereses nacionales por la vía bilateral y multilateral, antes, durante y después de la reunión. Casi todos los jefes de Estado y de Gobierno hicieron una escala en el camino antes o después de la Cumbre para realizar una breve visita bilateral a algún país clave. Trump, por ejemplo, visitó Seúl y sorprendentemente a Kim Jong-un de regreso, clave en su campaña de reelección. Sus reuniones bilaterales con los líderes de Rusia, China, India y Alemania fueron importantes.

La delegación mexicana estuvo encabezada por el canciller Ebrard, acompañado por el Secretario de Hacienda Urzúa y el subsecretario Relaciones Exteriores, Julián Ventura, quien realizó una importante labor como 'sherpa' (guía líder) en los preparativos de la reunión desde su nombramiento como subsecretario de Relaciones Exteriores hace seis meses. La visita de dos días a China antes de su regreso a México fue una excelente idea tras de los controvertidos acuerdos de Washington sobre migraciones que nos han dejado con mal sabor de boca a muchos mexicanos. Esperamos que la experiencia de Ventura como embajador en Beijing (y del mismo Ebrard quien visitó China como jefe de Gobierno del DF), hayan contribuido al éxito de la escala.

Es una lástima que el presidente no haya participado en la cumbre de Osaka.

Es verdad que las cumbres a veces han sido poco trascendentes y que muchos de las declaraciones se han quedado en buenos propósitos. Es verdad también que con frecuencia han sido capturadas por las grandes potencias y personalidades para discutir los temas del momento de su interés y marginar los temas claves programados para las reuniones después de meses de discusiones técnicas especializadas. Pero también es un hecho que estas cumbres promueven o anteceden -para bien y para mal- acuerdos que difícilmente podrían alcanzarse en el Consejo Económico y Social y en otros organismos de la ONU. De la misma manera, las numerosas reuniones de secretarios y subsecretarios de Estado, agencias especializadas, empresarios, académicos, jóvenes y mujeres que se organizan para preparar los temas emblemáticos de cada reunión se han convertido en mecanismos muy útiles para la reflexión, el diálogo, y la implementación de acuerdos. En esta ocasión, la focalización en temas de interés del anfitrión como el envejecimiento de la población y las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial y el comercio digital, con todos sus beneficios, riesgos potenciales y brechas entre países desarrollados y países emergentes y en desarrollo, llevó a discusiones, acuerdos y asignación de nuevas tareas sumamente importantes.

Shinzo Abe proclamó el sábado pasado que la cumbre había sido un éxito y había permitido a través de un diálogo franco encontrar soluciones a los grandes problemas que enfrenta el mundo.

La Declaración de Osaka establece que hubo consenso, entre otros temas, en el reconocimiento de:

1) La estabilidad de la economía mundial, pero a la vez la fragilidad del crecimiento que tiende a descender y los desequilibrios de la balanza en cuenta corriente en particular de los países desarrollados; 2) la necesidad de reformas de la OMC, incluyendo el sistema de solución de controversias; 3) la importancia de construir una sociedad innovadora, incluyente y sustentable a través de la digitalización y la aplicación de las nuevas tecnologías (IA), asegurando de manera responsable la confianza en ellas y en sus beneficios con un enfoque centrado en la persona; 4) la urgencia de impulsar la inversión en infraestructura de calidad para promover el desarrollo; 5) la necesidad de reformar el FMI para fortalecerlo, con una revisión de las cuotas y un esfuerzo de bancos y deudores para mejorar la transparencia y la sustentabilidad de la deuda; 6) la relevancia de la Resolución 2462 del CSONU sobre estándares financieros para prevenir y combatir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo (que debería incluir el crimen organizado en general); 7) la reafirmación del Plan Anticorrupción G-20, sobretodo en la esfera internacional de obras de infraestructura y la cooperación para la recuperación de activos; 8) la necesidad de crear un círculo virtuoso que atienda las desigualdades de salarios, educación oportunidades de empleo, de mujeres, jóvenes y personas de la tercera edad; 9) importancia de impulsar salud universal a nivel global y su financiamiento; 10) apoyos para impulsar la seguridad energética y su transición hacia fuentes limpias; 11) impulso a la protección del ambiente, una gran iniciativa para reducir la contaminación de plásticos y el seguimiento de los acuerdos de París sobre cambio climático, a pesar de la excepción de los EUA, que reafirmó su exclusión en la declaración (con cierto apoyo en la cumbre de Brasil y Turquía).

Más allá de las fotos, los apretones de manos, los discursos y la ardua tarea de acordar textos finales, el G-20 constituye una ocasión anual para que se desborden las personalidades –esta vez particularmente con Trump en campaña y en el ojo del huracán, la guerra comercial EUA–China en pleno (que desembocó en anuncio de reanudación de negociaciones comerciales y de ventas de componentes claves a Huawei y supuestas compras chinas de alimentos ); un Putin moralista antiliberal que sorprendió a todos y mostró de nuevo cierto entendimiento con Trump y una Theresa May despidiéndose con una vigorosa defensa del medio ambiente, convocando al G-20 a adoptar la meta británica de 'cero emisiones'.

¿Dónde quedó México? Cumplimos con nuestra presencia. El comunicado del 29 de junio de Cancillería en cuatro párrafos es muy escueto; informa de la asistencia de Ebrard y Urzúa a la cumbre en representación del presidente; del mensaje en sesión plenaria de la alta prioridad que asigna el gobierno de México a la reducción de la pobreza y de la desigualdad y al combate a la corrupción y de la referencia al Plan de Desarrollo Integral de América Central invitando a los miembros del G-20 a unirse a la iniciativa regional.

Menciona que en el segundo día el canciller participó en la sesión sobre cambio climático y protección ambiental y en una sesión convocada por Japón para discutir la igualdad de género y el empoderamiento económico de las mujeres: Informa también de una reunión bilateral con el canciller de Japón "para evaluar la relación económica bilateral, la cooperación académica, científica y tecnológica, y asuntos regionales de interés mutuo".

Desafortunadamente, los dos breves párrafos al final del comunicado de Osaka, relativos a desplazamientos y migración son muy breves y sólo toman nota sin mayor detalle de informes de organizaciones internacionales y reconocen que los grandes movimientos de refugiados constituyen una preocupación global que requiere acciones compartidas para atender las raíces y responder a las necesidades humanitarias crecientes. Punto. No se recoge expresión alguna con referencia a México y el plan de Centroamérica.

Lamentablemente temas importantes -como la problemática del crimen organizado, el tráfico de drogas y armas y de migrantes que cruzan nuestras fronteras y que involucran agentes y flujos globales- no están dando lugar a iniciativas de parte de México. Estos desafíos no son meramente nacionales. No se entienden sin la presencia de organizaciones criminales internacionales y redes globales de tráfico de personas y lavado de dinero. Es la hora de terminar el aislacionismo y convocar a todos los países para buscar soluciones comunes a problemas globales. Ello requiere involucramiento al más alto nivel -el del presidente de la República.

Me sorprendió gratamente que México haya optado y logrado incorporarse al Consejo de Seguridad de la ONU para el periodo 2021-2. Ello exigirá definir una política multilateral y las acciones bilaterales y regionales concomitantes para sacar adelante esa responsabilidad

Revivo la esperanza de que AMLO acuda en septiembre a la Asamblea General de la ONU.

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