Mauricio De Maria Y Campos

Urge un plan para la reconstrucción y recuperación económica de México

El plan de reconstrucción y recuperación económica parte del consenso social de reiniciar el crecimiento y la búsqueda de un desarrollo incluyente.

En memoria de Víctor Flores Olea: política y cultura nacional con visión global.

Andrés Manuel López Obrador y Morena llegaron al poder hace dos años, convencidos de que era urgente un cambio profundo y una nueva estrategia de desarrollo equitativa e incluyente con mayor bienestar económico y social, seguridad, justicia y combate a la desigualdad, la corrupción y la impunidad.

Sigo simpatizando con esos propósitos. Sin embargo, considero que es poco lo que se ha avanzado, particularmente en lo económico, y mucho lo que se aleja un futuro deseable. Ello se ha debido a la prisa por demoler o transformar instituciones y políticas del pasado, sin un plan consensuado de mediano y largo plazos, y sin políticos, administradores públicos y empresarios capaces de sustituirlas por otras más apropiadas y actualizadas al México que viene y a la hora global.

La sorpresiva aparición del Covid-19 ha agudizado esa problemática. Durante 2020, el segundo año de gobierno, la emergencia sanitaria ha golpeado sin misericordia la vida social y los ingresos de la población. Si bien nos va, concluiremos el año con una caída del PIB de 8.5 por ciento, una caída de 10 por ciento del ingreso por habitante, un aumento en la pobreza y una aún peor distribución del ingreso. Esperamos con ansia la vacuna.

No todas las naciones hemos sido golpeadas por la pandemia de la misma manera. Ciertamente EU y América Latina -en diversas proporciones-, sí.

Europa ha sido seriamente impactada. Sus economías tardaron algún tiempo en reaccionar; pero la terquedad de la pandemia ha tenido finalmente como respuesta un nuevo plan de recuperación económica de la UE en que por primera vez se rompe con el miedo a la deuda -posición sostenida tradicionalmente por Alemania- y se adopta un plan expansivo e imaginativo -¡liderado por Merkel!- que está constituyendo una ventana para la recuperación y la reconstrucción de Europa.

En Asia y, en particular, Asia del este -los 15 países integrantes del nuevo RCEP encabezados por China, Japón y Corea del Sur– la coyuntura y el futuro son más optimistas.

Una respuesta sanitaria más eficaz, políticas económicas anticíclicas y programas emergentes sociales y de inversión en infraestructura regional permitirán que algunas economías como las de China y Vietnam logren un crecimiento reducido en 2020 (3-4 por ciento) la mitad del histórico de los últimos 10 años, ¡pero crecimiento al fin! y eleven su ingreso por habitante. Más importante aún, los países del este de Asia están revisando ya sus planes de crecimiento y desarrollo de mediano y largo plazos para continuar su camino ascendente y ofrecer un mejor horizonte a sus habitantes en la era pospandemia.

Tras mi artículo de hace dos semanas sobre el RCEP, algún amigo economista argumentaba: "Sí; pero ésa es Asia del este. México y América Latina son otro boleto. Ni siquiera hemos podido como Europa y Asia armar una zona de libre comercio e inversiones tras dos siglos de independencia, a pesar de los excelentes diagnósticos y propuestas de la CEPAL y de insignes pensadores latinoamericanos. A México no le queda otra que seguir pegado a EU -América del Norte- y construir una buena política bilateral frente al nuevo gobierno de Biden".

Mi respuesta fue: La llegada de Biden a la presidencia exige la revisión y puesta en marcha de una nueva política más institucional con nuestro importante vecino y mayor socio comercial; pero también demanda la puesta en marcha de estrategias activas frente a China, Europa, Latinoamérica y el resto del mundo.

La semana pasada pude participar en dos videoconferencias entre nuestro gobierno y empresarios y los de Marruecos y Sudáfrica, en los dos extremos del continente africano; confirmé cómo están cambiando las perspectivas para bien, a pesar de la pandemia, en el marco de un nuevo acuerdo regional de libre comercio e inversiones, impulsado por la Unión Africana de 54 países y sus programas nacionales de gobierno.

Empresarios mexicanos, alentados por nuestras magníficas embajadoras en ambos países, conversaron sobre oportunidades de comercio, inversión y cooperación en la agricultura, la industria automotriz y de autopartes e industrias avanzadas como la aeroespacial y la farmacéutica, donde prevalecen empresas extranjeras, pero también hay empresas locales articuladoras y de avanzada.

Lo que más me impresionó, sin embargo, fue ver cómo Sudáfrica lanzó la semana pasada, tras un acuerdo social nacional, un Plan para la Recuperación y Reconstrucción Económica.

La Sudáfrica de Mandela reconstruyó el país política, económica, social y culturalmente tras de un siglo de Apartheid. Madiba supo reconciliar, en cinco años como presidente, diferencias que parecían infranqueables del pasado con políticas incluyentes y de empoderamiento negro; emprendió con ayuda del que había de ser su sucesor, Thabo Mbeki, un proyecto de recuperación, inversión, desarrollo, empleo y cambio estructural, que permitió crecer 4 por ciento hasta 2008.

Lamentablemente, a partir de 2009, Jacob Zuma encabezó un gobierno crecientemente incompetente y corrupto que, entre otras cosas, derivó en estancamiento y recesión durante nueve años. Tuvieron que actuar enérgicamente la Suprema Corte de Justicia y el Partido del Congreso Nacional Africano para recuperar el gobierno y por la vía democrática llevar al poder al actual presidente Cyril Ramaphosa (nacido en 1952), otrora joven asistente de Mandela, transformado en empresario y renovado político. Los dos primeros años no le fueron fáciles; en 2020 le ha llovido sobre mojado con el Covid-19, que impactó a una nación frágil en materia sanitaria, con una permanente alta tasa de desempleo y desigualdad social y dos trimestres consecutivos de recesión antes del Covid-19.

Ramaphosa ha reaccionado positivamente ante la doble crisis. Como presidente de Sudáfrica adoptó medidas enérgicas de emergencia sanitaria y alivio económico; como presidente en turno de la Unión Africana, promovió un programa de cooperación con la OMS, China y algunas fundaciones privadas extranjeras como la de Bill y Melissa Gates, que han resultado muy positivas para el continente en el combate a la pandemia.

El Plan de Reconstrucción y Recuperación Económica parte del consenso social de que reiniciar el crecimiento y la búsqueda de un desarrollo incluyente, "en la trayectoria histórica de Sudáfrica, exige un estado muy excepcional, capaz de reconstruir la economía a su situación previa al Covid-19 y de forjar una nueva economía sustentable y resiliente en el marco de una nueva realidad global".

El plan establece nueve intervenciones prioritarias: 1) Un agresivo programa de inversiones en infraestructura; 2) localización estratégica de inversiones generadoras de empleos, reindustrialización (con mayor valor agregado nacional) y fomento de exportaciones ; 3) seguridad energética; 4) apoyo a la recuperación del sector turístico; 5) igualdad de género e inclusión económica de mujeres y jóvenes; 6) políticas de economía verde; 7) intervenciones masivas de empleo público; 8) fortalecimiento de la seguridad alimentaria; y 9) nuevas políticas macroeconómicas (anticíclicas).

Para garantizar el éxito del plan se adoptarán acciones estratégicas para movilizar recursos (fiscales y financieros); cambios regulatorios ambientales; fortalecimiento de un estado capaz y competitivo; refuerzo al 'compacto social'; formación acelerada de habilidades laborales vía la educación y la capacitación; y 'diplomacia económica', poniendo énfasis en la nueva zona africana de libre comercio.

Las meta es ambiciosa: regresar a sus objetivos de la Estrategia 2030: 1) crecimiento de 5.4 por ciento anual; 2) reducir el desempleo a 6 por ciento; 3) elevar la inversión a 30 por ciento del PIB; 4) reducir la desigualdad a un coeficiente GINI de O.6 por ciento; y la erradicación de la pobreza.

Este plan coincide con otros de países desarrollados y emergentes. Lo interesante es que parte de situaciones institucionales, económicas y sociales similares a las del México reciente.

¿No habrá llegado la hora de que México abandone ideas preconcebidas, se adapte al nuevo mundo tras la pandemia y formule, acuerde e implemente un plan de recuperación y reconstrucción económica nacional con visión global?

COLUMNAS ANTERIORES

Se abre ventana de cooperación con EU
La agenda ambiental pendiente, tras el foro de Biden

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.