La propuesta de cancelación de 30 normas oficiales en materia de salud, anunciada en el Diario Oficial el pasado 1 de junio, es tan sorprendente como preocupante. Entre los temas que son materia de estas regulaciones se encuentran temas de tratamiento de sobrepeso y obesidad, diagnóstico y tratamiento de la hipertensión arterial, control de diabetes y atención de cáncer de mama y cervicouterino, entre otras.
Las normas oficiales mexicanas (NOM) son regulaciones técnicas que permiten definir estándares de procesos, productos y servicios que lo requieren, que obligan por igual a gobierno que a entes privados. De hecho, para su elaboración concurren todos los que estarán obligados por las mismas. Su existencia se justifica para asegurar a los consumidores niveles óptimos de calidad y seguridad y, muchas veces, la exportación de ciertos productos depende del cumplimiento cabal de sus requerimientos.
Como toda norma técnica, la ley establece periodos para su revisión obligatoria por parte de todos los sectores involucrados. De hecho, las NOM pueden ser de tal trascendencia que, como en el caso de la norma de etiquetado de sellos frontales promulgada hace 2 años, la permanencia de ciertos productos o de ciertas empresas dependa de lo estrecho de los límites definidos por esta clase de disposiciones.
Lo que resulta por demás preocupante es que de golpe sean suprimidas más de 30 normas oficiales del sector salud, que pueden considerarse como cruciales en términos de definiciones, mediciones y obligatoriedad de procedimientos. Supongamos que, lo que antes era definido como “sobrepeso” por la NOM, hoy pase a ser materia de debate; ¿podremos a partir de la desaparición de ese estándar determinar los porcentajes de obesidad en el país? Imaginemos, en otro escenario, que los procedimientos señalados en la NOM para tratamiento de diabetes desaparecen, dejando a criterio de las autoridades de salud manejar los protocolos a conveniencia. ¿Se puede mejorar lo que no se puede medir?
Lo que las normas pretenden, como primer objetivo, es eliminar la discrecionalidad en áreas que requieren de parámetros técnicos específicos. Detrás de cada NOM existen principios científicos y pragmáticos que reflejan la experiencia y el aprendizaje de todos los jugadores en un sector. Inclusive, la mejora en la calidad de productos y servicios a través de la evaluación de la conformidad aparece en todos los índices de clima de negocios de un país como factor determinante.
No podemos olvidar que, el sistema completo de normas oficiales no persigue otro objetivo que el bienestar de los consumidores. Por eso las críticas que diversos personajes han dirigido a esta inexplicable medida tienen justificación plena.
Otras de las normas en riesgo de cancelación tienen que ver con prevención y control de tuberculosis, cólera y cáncer de próstata. Basta con revisar el nutrido y puntual contenido de cada una de esas NOM para concluir en que su desaparición traería un vacío de referencias técnicas que desde cualquier punto de vista parecen necesarias, útiles y vigentes.