Mauricio Jalife

IMPI, los años por venir

Requerimos un IMPI que se asuma como el agente de cambio para impulsar la innovación en beneficio del medio ambiente, la medicina y la seguridad.

Al cumplirse tres décadas de la creación del IMPI, y de múltiples reflexiones respecto del papel que ha venido cumpliendo como principal protagonista de nuestro sistema de propiedad intelectual, es relevante dar paso a las que deben evaluar el rol que el Instituto puede y debe cumplir en los años por venir. Es claro que los cambios en el contexto han modificado, y condicionado, el margen de maniobra de esta trascendental entidad pública en el derrotero de la vida económica del país, pero ello no limita la posibilidad de trazar un mapa de ruta.

De hecho, la principal tarea que desde mi punto de vista el IMPI debe desarrollar es la de posicionar, en su propia agenda, como prioridad, que la propiedad intelectual es una poderosa palanca de crecimiento económico, y que sus postulados no están en controversia con ningún régimen moderno, sean del color que sea.

Un análisis estadístico demuestra que la titularidad de derechos de marcas y patentes es cada vez más utilizada por Pymes nacionales, que se sirven del sistema para proteger sus activos intangibles y defender su nicho de mercado a través de los derechos exclusivos que la propiedad intelectual reconoce a quienes innovan y buscan diferenciación en el mercado. Por lo que hace a derechos de autor, es claro que el sistema muestra su puerta más accesible dando cobijo a cientos de miles de creadores individuales que encuentran, en el registro, su primer reconocimiento como titulares de derechos exclusivos.

En ese sentido, necesitamos un IMPI que aliente decididamente a los emprendedores mexicanos a proteger su innovación tanto en México como en el extranjero, haciendo uso de los múltiples tratados internacionales que México ha firmado para facilitar la protección de su propiedad intelectual en el resto del mundo. No se debe olvidar que la riqueza económica descansa hoy, en gran medida, en la posesión de activos intangibles valiosos y jurídicamente protegibles.

Un rubro de especial preocupación para el Instituto deberán ser los temas de Indicaciones Geográficas y Denominaciones de Origen, en los que nuestro país destaca por la elaboración de miles de productos tradicionales que, con las debidas promoción y tutela, podrán representar el inicio de cadenas de valor que regresarán grandes beneficios a las comunidades de quienes son sus productores.

Bajo la misma lógica, requerimos un IMPI que se asuma como el agente de cambio para impulsar la innovación en beneficio del medio ambiente, así como la que se produzca para temas médicos y de seguridad. Hay temas donde los mexicanos no podemos depender de lo que otros desarrollen, sino que debemos crear tecnología propia.

Para todos estos propósitos, necesitamos un IMPI al que le permitan ejercitar con convicción los dos ejes centrales de su naturaleza jurídica: su autonomía y sus recursos. No se debe condicionar que el Instituto destine el dinero que produce el sistema para objetivos diversos, porque eso es poner las cosas al revés en la ecuación. Si la propiedad intelectual produce riqueza, es la actividad que debemos apoyar para multiplicar los beneficios.

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