La celebración de los 50 años de la denominación de origen Tequila, y de los 30 años de su Consejo Regulador (CRT), en el marco del Día Mundial de la Propiedad Intelectual, ha sido un elocuente recordatorio de una brillante historia de éxito, pero también una esperanzadora mirada del futuro.
No se trata sólo de los deslumbrantes números de crecimiento que la industria ha alcanzado hasta posicionarse como la quinta bebida alcohólica más vendida del mundo, sino del reconocimiento que Tequila ha alcanzado en todas las latitudes como una denominación de origen que se codea con las más ilustres del club mundial. En esa lista aparecen nombres como Rioja, Coñac, Champagne y Jerez, que no solo son amigos íntimos del CRT, sino que comparten experiencias y estrategias para mantener la tradición que les ha traído hasta este siglo, reinventándose a lo largo del proceso.
Un tema central en el evento ha sido el de la sustentabilidad. Es necesario dilucidar cómo los insumos endémicos de una DO pueden seguir creciendo para el escalamiento de la producción, pero logrando que el monocultivo no sea en detrimento del medio ambiente. Es claro que los aspectos de sustentabilidad acompañarán a las DO en el futuro como desafío dominante, y en ese renglón, todas las indicaciones geográficas están inmersas.
De los muchos retos que en la celebración se destacaron, el de la protección jurídica de las DO es preponderante. Las diferencias existentes en las figuras derivadas de tratados internacionales de tradición europea, frente a formas disminuidas de reconocimiento por vía de marcas o de acuerdos bilaterales, plantea fisuras significativas que permiten imitaciones y falsificaciones que restan valor a los indicadores de origen y afectan a los consumidores.
Un aspecto más a destacar fue la presencia de otras denominaciones de origen mexicanas que luchan por alcanzar visibilidad. Dejando al mezcal fuera de ese grupo, que con toda su problemática sigue creciendo, otras como la charanda, el dotol, la raicilla y el bacanora se encuentran aún en situación rezagada. Es evidente que no todas las bebidas espirituosas pueden emular el extraordinario camino de éxito de su hermano mayor el Tequila, pero es claro que, al menos, podrían subir varios escalones considerando su historia y su calidad.
Una de las experiencias que pudimos aprender de las denominaciones de origen europeas, es la regulación de contexto que las acompaña. La existencia de la protección jurídica es un primer paso, pero para que estas figuras destaquen en el plano comercial se requiere de financiamiento para su registro y consolidación, de acompañamiento para la formación de su consejo regulador, de capacitación, certificación eficaz y promoción, del apuntalamiento de su vertiente turística y de su dirección profesional. Sin esos componentes mínimos, las DO quedan en buenas intenciones y no acaban por desarrollarse.
A los 50 años de la DO Tequila y los 30 de su Consejo Regulador, solo resta decir ¡salud y larga vida al Tequila!, y felicitar a los miles de mujeres y hombres que hacen posible producir la cultura líquida que mejor identifica a nuestro país en el mundo.