La llegada de Claudia de Buen a la presidencia de la Barra Mexicana de Abogados, máxima organización gremial de los juristas en México es por sí misma un parteaguas. Por fin, a las innumerables fotografías de los hombres que por décadas llenaron los muros de los salones de la Barra, seguirá la de una mujer que rompe esa larga filia.
Era ya un contrasentido que una organización que ha propugnado por los derechos de las mujeres en todos los foros y de todas las formas, siguiera aplicando la técnica del "cuello de botella" a las aspirantes a la presidencia de la propia Barra. La verdad sea dicha, esto pudo y debió pasar hace varios lustros en los que, a mujeres con merecimientos para esta trascendental posición, las hemos visto chocar repetidamente contra el techo de cristal.
La llegada de Claudia es una bocanada de aire fresco en muchos sentidos. No solo por poner fin a la regla no escrita de la estafeta masculina, sino por la integridad, el conocimiento y la visión de la nueva líder. La Barra esta enfrentando hoy, me atrevo a decirlo, los retos más desafiantes de su ya larga historia, no solo por los constantes quebrantos al estado de derecho, sino por los ataques abiertos hacia la profesión desde la cúspide del poder ejecutivo.
Es este un momento muy particular, en que la apariencia endeble de las instituciones deberá ser defendida por todos y, en ese "todos", las organizaciones profesionales de abogados son piezas esenciales de contención y sentido de pertenencia. Pertenencia a un proyecto que, con evidentes diferencias y desencantos, hemos venido construyendo en México a lo largo de por lo menos 25 años de ambiente democrático.
Con Claudia de Buen llegan todas las mujeres a la parte alta de un gremio que ha sido dominado por hombres. No es una decisión de cuota de género, sino la más simple justicia de reconocimiento del grupo a la persona que reúne las mejores cualidades para dirigirlo. Claudia es una abogada dueña de una técnica procesal depurada, una determinación infatigable, una gran pasión por el trabajo en equipo y una permanente apertura a todas las voces.
Quedaron atrás los años en que los Colegios de abogados eran clubes exclusivos de importantes personajes que se codeaban con las autoridades en turno. La Barra tendrá que ser la voz de los juristas en nuestro país y recuperar el prestigio social lastimado, hay que decirlo, por conductas oprobiosas de algunos cuantos. La Barra tiene por misión elevar y cuidar el comportamiento ético de sus miembros, que es en este momento una de sus funciones cruciales.
La voz de los abogados es indispensable para que podamos entender esta novedosa y preocupante realidad bajo acoso. La vez de los abogados tendrá que desbordar los límites de los expedientes judiciales y llegar a rincones inéditos. Adelante Claudia, todos vamos contigo.