Mauricio Jalife

Tratados comerciales... ¡uf!... dos buenas noticias

Mantener el T-MEC y el TLCUEM permite a México atemperar la sensación de orfandad en el rumbo y de entendimiento de la realidad empresarial.

Mauricio Jalife Daher

Dos buenas noticias de las relaciones comerciales internacionales de nuestro país arribaron la pasada semana, sin que las gruesas capas de información del Covid-19 permitieran visualizarlas. Por una parte, la confirmación del gobierno de Estados Unidos de que el 1 de julio próximo entrará en vigor en ese país el T-MEC; por el otro, la confirmación de la Unión Europea de haber, finalmente, concluido las largas y complejas negociaciones del tratado comercial con México.

En el caso del tratado con Estados Unidos y Canadá, el proceso en realidad inició el mismo día en que Trump ocupó la presidencia, precedido de declaraciones incendiarias sobre la urgencia de terminar el TLCAN, al que durante su campaña calificó reiteradamente como "el peor tratado de la historia". A pesar de que la negociación estuvo plagada de imposiciones y malos modos, la prudencia y la paciencia de mexicanos y canadienses permitieron arribar al menos malo de los acuerdos alcanzables. Bien o mal, el tratado permite mantener la cohesión del bloque económico de Norteamérica, manteniendo operativas las voluminosas cadenas industriales y comerciales construidas a lo largo de los 26 años del TLCAN.

En el caso del llamado TLCUEM, el proceso tuvo que agotar etapas mucho más largas y desgastantes, en primera instancia, por no existir un acuerdo comercial tan desarrollado entre ambas partes como antecedente; en segundo lugar, por las diferencias abismales en contenido y obligaciones que este tratado implica en comparación con otros acuerdos de diseño más convencional. El último escollo que el tratado con Europa tuvo que sortear fue el capítulo de compras de gobierno, en el que los europeos siguieron presionando hasta resolver los puntos conflictivos.

En el mediano y largo plazos podremos verificar la trascendencia de haber mantenido estos tratados, que para nuestro país significa conservar abiertas las rutas del intercambio comercial con sus socios 1 y 3. Los beneficios de poder seguir exportando bienes en altos volúmenes hacia esas economías, para México, es oxígeno puro. Además, ante los cambios inevitables que el mundo sufrirá en los escenarios pospandemia, es una gran ventaja tener una oferta maquiladora que represente una alternativa a la mano de obra china.

El otro gran mérito de alcanzar estos acuerdos estriba en el significado ideológico que arrastran. Insertados en la crítica sistémica contra todo lo 'neoliberal', mantener estos ejes del modelo económico adoptado por nuestro país desde hace 35 años, permite atemperar la sensación de orfandad en el rumbo y de entendimiento de la realidad empresarial.

Digo esto, bajo la premisa de que las obligaciones adoptadas por México en esos tratados conducirán reformas legislativas en nuestro país para dar cumplimiento a los parámetros adoptados con nuestros socios comerciales. Esos umbrales establecerán los límites de lo posible, y no son modificables, como lastimosamente sí lo es, con relativa facilidad, nuestra propia Constitución.

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