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Distribuída por The New York Times Syndicate
En esa época, casi uno de cada cinco niños etíopes moría antes de su quinto cumpleaños, trágica cifra que incluyó a dos de los propios hermanos de Sebsebila. Así que, incluso después de que sus primeras semanas fueran saludables, los padres de Sebsebila seguían preocupándose.
Durante la mayor parte de la historia humana, los padres por doquier tenían razón para esperar lo peor cuando se trataba de la salud de sus hijos. El gozo de darle la bienvenida a un recién nacido al mundo traía aparejado el oscuro conocimiento de que no se podía dar por sentado la supervivencia de ningún niño.
Pero, como deja en claro el informe anual de Naciones Unidas sobre mortandad infantil, esa historia está empezando a cambiar. En 1990, año en que nació Sebsebila, murieron 12.7 millones de niños antes de su quinto cumpleaños. El año pasado, con base en estimados de estadísticas de Naciones Unidas, esa cifra había bajado a 6.3 millones. Y si bien es difícil encontrar cualquier cosa que no sea pesar ante la pérdida de estos niños, incluso en vista de un número tan impactante, me siento optimista con respecto al futuro. Es por lo siguiente.
Aun cuando 6.3 millones no es el ideal de un número bajo para nadie, es también el nivel más bajo en que ha estado este número. Cada año, al menos durante los últimos 43 años, han caído las tasas de mortandad infantil. Una parte de la razón es que niños de todas partes se han beneficiado a medida que la tecnología ha mejorado, la pobreza ha disminuido y la calidad de vida se ha elevado por todo el mundo. Sin embargo, el progreso más notable no ha ocurrido por sí solo; es el resultado de un esfuerzo global deliberado y concertado por salvar las vidas de los niños. En 2000, la comunidad global convirtió en una prioridad la reducción de la mortandad infantil, nombrándola para dicho fin uno de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio, los cuales apuntan a mejorar la salud y el bienestar de las personas más pobres del mundo. Unido, el mundo fijó un ambicioso objetivo: reducir las tasas de mortandad en dos tercios para el año 2015. Y también unido, el mundo ha pasado 14 años alzándose para enfrentar ese desafío. Como una comunidad global, hemos movilizado un esfuerzo masivo para suministrarle a cada niño en cada país mejor atención de salud, mosquiteros tratados con insecticida para protegerse de la malaria y vacunas en contra de las enfermedades más letales de la infancia.
Si bien aún tenemos mucho camino por andar antes de llegar a ese ambicioso objetivo de una reducción de dos tercios, el movimiento hacia delante es inconfundible. Tan solo en la vida de Sebsebila, las tasas de mortandad infantil se han reducido casi por la mitad. El mundo ha salvado casi 100 millones de niños, a un paso de 17,000 vidas cada día. Los números se mueven en una sola dirección y es la correcta. Lo que es más, este movimiento está cobrando velocidad. Desde comienzos de los años 90, la tasa anual de reducción ha incrementado tres veces su tamaño. Estas tendencias demuestran que cuando invertimos en salud, obtenemos resultados. Y lo que es incluso más importante, demuestran que el progreso es posible.
Esa es razón suficiente para el optimismo, pero es apenas el comienzo. El descenso en las tasas de mortandad infantil es un importante indicador del progreso más amplio del mundo. Además de informarnos cuántas vidas hemos salvado, nos hablan de la calidad de vida que estos niños están llevando. Sabemos que conforme los números bajan, más niños viven existencias libres de enfermedades, más comunidades están prosperando, en tanto niños nacidos actualmente tienen más oportunidades de alcanzar su potencial pleno que nunca antes. Las mismas intervenciones que están salvando las vidas de niños las están volviendo mejores.
También me siento optimista porque estos resultados demuestran que el progreso no solo es posible, sino que es posible para niños nacidos en los sitios más pobres del mundo. De hecho, en todas partes con la excepción del África subsahariana, el paso más notorio de la mejoría está en los hogares más pobres del mundo. Por primera vez en la historia, ahora tenemos al alcance un mundo en el cual incluso en los lugares más pobres de la tierra, ningún niño nace destinado a morir.
Hace dos años. Sebsebila tuvo una hija propia. Si bien Sebsebila nació en el piso de tierra del hogar familiar, su hija nació en unas instalaciones médicas, donde tanto madre como recién nacida recibieron atención de un asistente capacitado. Poco después de su nacimiento, la hija de Sebsebila recibió su primera ronda de vacunas. Lo que ocurrió después fue incluso más notable: Justo ahí en el hospital, Sebsebila le dio un nombre a su hija recién nacida. Decidió llamarla Amira, "princesa" en árabe. Las tasas de mortandad infantil han caído tan marcadamente en Etiopía que Sebsebila puede abordar la maternidad con más confianza sobre la salud de su hija, y con mayor certeza respecto al futuro, de lo que sus propios padres sintieron en el nacimiento de ella.
Historias como la de Sebsebila y la de Amira son razones para el optimismo; pero son también razones para sentirse impaciente. Va a requerirse de una acción decisiva para llevar el número de mortandad infantil del año próximo tan cerca del cero como sea posible. Sabemos cómo salvar más vidas con vacunas, mosquiteros y tratamientos como la terapia de rehidratación. Ahora necesitamos asegurarnos de que estas intervenciones lleguen a la gente que las necesita.
Aunado a esto, debemos asegurarnos de que menores de todas las edades formen parte de esta historia de éxito. Los primeros 30 días de vida siguen siendo los más vulnerables del niño, en tanto 44 por ciento de los niños que muere antes de los cinco años fallece dentro de esos primeros 30 días. Al incrementar el uso de apenas unas cuantas soluciones baratas y probadas – incluyendo cuidado del cordón umbilical con un antiséptico básico llamado clorhexidina para prevenir infecciones; amamantarlo de inmediato y exclusivamente para ayudar en la primera inmunización del bebé, al pasar los anticuerpos de la madre al hijo, así como el contacto piel con piel para mantener calientes a los bebés – podemos mejorar los resultados para recién nacidos en lo que yo llamo la siguiente frontera de la mortandad infantil.
Sabemos que el progreso es posible. Sin embargo, sabemos igualmente que no ocurre por sí solo. Tenemos 11 meses hasta que Naciones Unidas emita su próximo informe. Lo que esté escrito en sus páginas empieza hoy con nosotros.
En El Financiero
El optimista impaciente: la mortandad infantil está bajando pero, ¿qué sigue?
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