En un mes se presentará el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación y es un buen momento para conocer si el gasto de la Secretaría de Educación Pública (SEP) es acorde a las prioridades que esta administración ha establecido. Hoy abordaremos dos temas que están presentes en la opinión pública: la implementación curricular y los materiales educativos.
El gasto en implementación curricular son todos aquellos programas destinados a que la SEP no sólo realice un proceso participativo de reforma curricular sino también que brinde apoyos a las escuelas para fortalecer su capacidad para aplicar el plan y programas de estudios vigentes y establezca proyectos innovadores de gestión orientados al aprendizaje de los estudiantes.
En los últimos 20 años, el gobierno federal ha emprendido tres reformas curriculares: en 2011, 2017 y 2022. En el pasado se crearon programas para apoyarlas en 2001-2007 y las de 2017. Además del hecho absurdo de realizar tantas reformas en poco tiempo -reflejo del desacuerdo profundo entre las fuerzas políticas respecto al aprendizaje de niñas, niños y adolescentes-, una vez aprobadas implica un esfuerzo descomunal para que dichas reformas lleguen a las aulas. Y un indicador de la importancia que las autoridades educativas dan a esto es la cantidad de recursos que destinan a ese objetivo.
La implementación curricular es uno de los ejes de gasto de mayor complejidad y el que mayor impacto puede tener en la calidad educativa. Se han creado más de 100 programas presupuestales con este fin. Así surgieron los programas de articulación de la educación básica, inglés, apoyo a la lectura y para telesecundaria, programas de reforma curricular y aquellos destinados a la investigación educativa, gestión escolar, calidad educativa y tiempo completo, entre otros más.
Con estos programas se buscó fortalecer las capacidades de las escuelas para hacer frente a las reformas curriculares y su ejecución. Sin embargo, contrario al compromiso de esta administración, la inversión ha ido decreciendo dramáticamente. El gasto promedio en los cinco años de la pasada administración rondó los 20 mil 648 mdp anuales y en los de la actual administración descendió a 4 mil 604 mdp, es decir, sólo una quinta parte. Sólo en el año 2014, se autorizaron recursos para estos programas por un monto de 34 mil 178 mdp, mucho más que el monto actualmente asignado al programa estrella de infraestructura del gobierno actual La Escuela es Nuestra.
Con esto estamos dejando a las escuelas solas. Entre el magisterio existe incertidumbre y confusión sobre cómo planear sus actividades de clase de acuerdo a la nueva organización curricular y la SEP no contempló ningún recurso de apoyo para este fin.
Por otra parte, el gasto en libros y materiales educativos también se ha reducido. En promedio se ha gastado -en los últimos 20 años- alrededor de 4 mil 300 mdp anuales. Sin embargo, la actual administración es la que menos ha invertido en este rubro en el presente siglo. Si comparamos el año de mayor inversión (2001) con el gasto de 2023 podemos observar que actualmente sólo gastamos la mitad de los recursos (6 mil 691 contra 3 mil 626 mdp).
Pero si analizamos con mayor detalle podremos darnos cuenta del nivel de desinversión actual. Tanto la Comisión Nacional de Libros de texto Gratuitos (Conaliteg) como la Dirección General de Materiales Educativos de la SEP son las unidades responsables de ejercer estos recursos. En el primer caso, el dinero es destinado para la adquisición, producción y distribución de más de 152 millones de libros de texto gratuitos y con el segundo, para el diseño y los contenidos de los mismos. Conaliteg solo cuenta con el 60 por ciento de los recursos que tenía hace 20 años y en el caso de materiales educativos, el 13 por ciento. No es lo mismo ahorrar que recortar y lo que podemos observar es que hoy tenemos menos dinero justo cuando se busca hacer un replanteamiento profundo en los contenidos de los materiales educativos, un rubro clave ante la reforma curricular.
Una de las promesas de campaña de la actual administración estaba relacionada con la calidad de la educación y una nueva reforma educativa. Después de cinco años, esa promesa no tuvo la relevancia para destinarle recursos suficientes y los resultados están a la vista de todos. Más allá del encendido debate ideológico respecto a los libros de texto gratuito, que actualmente domina el diálogo público, es necesario crear programas que acompañen la actual reforma educativa para que no sea otra vez un esfuerzo temporal. A las niñas, niños y jóvenes no les interesa la política de los adultos, solo quieren ir a la escuela a aprender.
* Por Fernando Ruiz, director de investigación en Mexicanos Primero.
Twitter: @fruiz_ruiz